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Opinión

El poderoso ejército del presidente. Por Caleb Ordoñez

Caleb Ordóñez T.

Caleb Ordoñez Talavera

Hubo un tiempo en que el movimiento que fundó Andrés Manuel López Obrador presumía ser del espectro político llamado “de izquierda”. Aseguraban que sus principios, ideales y causas estaban del inminente lado de justicia social. Pronunciaban discursos sobre democracia y una férrea lucha contra la “mafia de la corrupción”.
Morena nació como resultado de las elecciones del 2006 y 2012, donde aseguraban que las distintas alianzas habían sido víctimas de un fraude electoral en ambas ocasiones.

En noviembre del 2012, 2,300 consejeros formaron el primer Consejo Nacional de Morena. Un momento histórico para la construcción del partido que lidera la presidencia de la República, la mayor cantidad de gubernaturas, Congresos locales y el Congreso de la Unión. Además, es un franco favorito para ganar nuevamente la silla presidencial en 2024, cualquiera que sea la candidata o el candidato.

Un golpe de realidad

A partir de que López Obrador llegó al poder, en el 2018, la situación ideológica ha cambiado drásticamente. Quizá no en los decretos que están inscritos en su plataforma o declaración de principios, pero sí en el día a día, pues la auto proclamada “cuarta transformación” ha abandonado la intención de convertir al país en socialista para mostrarse en el centro del espectro político y así gobernar de forma pragmática; una forma de responder a problemas inmediatos de manera más acorde a “sus datos”.

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Opinión

El G20: ¿Progreso real o más promesas vacías? Por Sigrid Moctezuma

Hablar del G20 es hablar de una oportunidad única: una reunión que pone sobre la mesa problemas que afectan directamente nuestras vidas, como la pobreza y el cambio climático. Pero, ¿Estamos realmente avanzando o seguimos atrapados en las buenas intenciones?

En pleno 2024, más de 700 millones de personas en el mundo viven con menos de 2 dólares al día, y el cambio climático sigue empujando a millones al borde de la desesperación. Según la FAO, en 2023 hubo un aumento alarmante de 122 millones de personas que enfrentan inseguridad alimentaria debido a conflictos y fenómenos climáticos extremos. Estas cifras no son abstractas; son vidas humanas, historias de lucha diaria que rara vez llegan a los titulares.

Erradicar la pobreza no es simplemente “dar más dinero”. Se trata de atacar la raíz del problema: desigualdades históricas y estructuras económicas que privilegian a unos pocos. Por ejemplo, los países del G20 representan el 85% del PIB mundial, pero también son responsables del 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Es una contradicción enorme: quienes tienen más recursos para ayudar son también quienes más contribuyen al problema.

También es fácil hablar de «transición energética» y «economía verde», pero ¿Qué significa esto para alguien que perdió su casa por un huracán? En México, por ejemplo, los desastres naturales generaron pérdidas económicas por más de 45 mil millones de pesos en 2023. Y mientras tanto, los países más contaminantes siguen retrasando acciones contundentes, como reducir su dependencia de los combustibles fósiles. ¿Por qué? Porque aún les resulta más barato contaminar que invertir en soluciones sostenibles?.

¿Qué se debería hacer?

Las soluciones están claras, pero falta voluntad política. El G20 propone algunas ideas interesantes: redistribuir recursos, apoyar economías locales y fomentar la innovación tecnológica para reducir desigualdades. Pero todo esto suena a más promesas, a menos que veamos medidas concretas. ¿Dónde están los fondos para las comunidades más vulnerables? ¿Por qué no se prioriza la educación y la formación laboral en zonas desfavorecidas?

Como sociedad, necesitamos exigir que las grandes cumbres dejen de ser solo escenarios de fotos grupales. Los líderes globales deben recordar que detrás de cada estadística hay una persona que sufre, pero también que sueña con un futuro mejor. Si no empezamos a construir ese futuro ahora, ¿cuándo lo haremos?

El G20 no es la solución mágica, pero puede ser un catalizador. Si los compromisos se traducen en acciones reales, estaremos un paso más cerca de un mundo más justo. Si no, solo estaremos alimentando un ciclo de discursos vacíos que poco tienen que ver con las necesidades reales de la gente.

¿Qué opinas tú? ¿Crees que estas cumbres realmente cambian algo o son puro espectáculo?

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