Legisladores federales, dirigentes nacionales y estatales del PRI analizan la existencia de posibles traiciones en el interior del partido, que llevaron al triunfo del PAN y el PRD en Durango, Quintana Roo, Chihuahua y Veracruz, porque las victorias diferenciadas entre gubernaturas, ayuntamientos y congresos demuestran que no hubo unidad en torno a un mismo objetivo, pero sí operación para sostener posiciones.
De acuerdo con un documento de análisis interno del PRI, los priistas analizan por separado cada uno de los siete estados en los que perdió este domingo, porque tienen una realidad distinta cada uno, pero existen al menos diez aristas que pudieron influir en los resultados adversos.
Además de los posibles actos de traición de algunos militantes están el desempeño y fama pública de los gobernadores; el perfil y proceso de elección de los candidatos; las líneas de campaña; el efecto de la guerra sucia; el impacto de propuestas como la legalización de los matrimonios igualitarios y el aumento en los gramos de consumo de mariguana; el acercamiento del partido con los electores; los efectos de las reformas estructurales; la inseguridad y los efectos de la inestabilidad financiera.
En el caso de Chihuahua, donde este primer análisis privado del PRI muestra que se trata de un estado donde el gobernador venció la inseguridad y tuvo un gobierno con alta aceptación, también pueden existir posibles actos de traición interna, porque el PRI conservó una mayoría en los ayuntamientos, según el PREP, al sumar 35 triunfos, frente a 27 del PAN, dos independientes dos de Movimiento Ciudadano y uno del Verde; aunque sí perdió la mayoría en el Congreso, con candidatos que no contaron con el pleno respaldo de las bases cuando fueron elegidos por el partido.
En el caso particular de la arista que se refiere a posibles actos de traición interna de militantes, se observa el escenario de que el gobernador de Veracruz pudo haber operado en contra del mismo partido, luego de que el PRI decidió que Héctor Yunes Landa fuera el candidato a sucederlo.
Otro caso de posible operación en contra de priistas es Quintana Roo, donde su exmilitante, Carlos Joaquín, ganó la gubernatura al candidato priista, pero no pudo hacerse del control total del estado, porque los priistas obtuvieron triunfos contundentes en ocho de los 11 municipios y diez de los 15 distritos electorales, es decir, los militantes hicieron su trabajo de respaldar al partido, pero decidieron no unir fuerzas en torno al candidato a gobernador.
Un fenómeno igual ocurrió en Durango, donde las encuestas previas al proceso electoral marcaban como favorita a la senadora con licencia Leticia Herrera Ale, pero el PRI decidió nombrar a otro candidato para la gubernatura y dejarla a ella como aspirante a la presidencia de Gómez Palacio.
El domingo, Leticia Herrera ganó con 66 mil 417 votos la presidencia municipal, que implicaron 73.6% de las preferencias. Además, el PRI logró la victoria en 24 de los 39 municipios y se queda como primera fuerza en el Congreso estatal, con diez de los 15 distritos que se disputaron, lo que implica que los activos priistas fueron efectivos para apuntalar posiciones locales, pero no para respaldar al candidato a gobernador.
Excelsior