En política, los movimientos abruptos muestran que no existe control total. El presidente López Obrador ha tenido unas semanas muy complicadas, en cuanto a su dominio absoluto en Morena y sobre las llamadas “corcholatas”.
El río se revolvió cuando Marcelo Ebrard decidió dar un salto y controlar la elección de quien será la o el candidato morenista.
El ex canciller, ha logrado posicionarse como líder de los temas más importantes. El simple hecho de hacer que todos renuncien a su cargo, puso todos los reflectores en su persona.
Marcelo ya sabe cómo es este juego, lo ha vivido durante muchos años, tras la sombra de AMLO y su experiencia ha sido evidente.
Con la imagen de rebelde, se le ve confiado de remontar en las encuestas en las primeras semanas.
Los evidentemente “no-favoritos”, como Ricardo Monreal y Gerardo Fernandez Noroña, han respaldado las posiciones y la solicitud enérgica de “suelo parejo”. Ellos dos, piden además debates entre los precandidatos.
La más perjudicada en esta tormenta, es la -hasta ahora- puntera de la mayoría de las encuestas, Claudia Sheinbaum.
La gobernante de la CDMX, perderá inevitablemente peso político al momento de que sea aceptada su solicitud de dejar la jefatura de gobierno.
El próximo viernes será el último día de comodidad para la científica. Y aunque logre convocar -o acarrear- a miles de personas en el monumento de la Revolución, ahora tendrá que apelar a su popularidad, discurso y generar simpatía ya sin el poderoso apellido de gobernadora de la ciudad más importante del país.
¿Tiene Sheinbaum equipo suficiente para generar un movimiento nacional en un par de meses?