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Elisa Carrillo celebra su cumpleaños y 10 años de la gala ‘Elisa y amigos’

Ballet, danza contemporánea y bolero fueron los tipos de danza que interpretaron más de 60 bailarines de seis compañías de danza internacionales durante el décimo aniversario de la Gala Elisa y amigos, organizada por la mexicana Elisa Carrillo (31 de octubre de 1981), primera bailarina del Staatsballett Berlin.

En la Gala que se llevó a cabo en el Auditorio Nacional se reunieron bailarines del Staatsballett Berlin, American Ballet Theatre, Dortmund Ballet, Bayerisches Staatsballett, Royal Ballet y la Compañía Nacional de Danza (México), y significó un hito en la historia de la danza mexicana, pues como parte del programa, Elisa Carrillo interpretó el papel principal en “Bolero”, de Maurice Béjart, convirtiéndose así en la primera bailarina mexicana en dar vida a este papel.

En la creación de Béjart, el personaje principal es una mujer. Durante su ejecución, Carrillo estuvo sobre una duela circular de poco más de un metro de altura, mientras a su alrededor habían 39 bailarines.

La interpretación del Bolero implicó que durante 16 minutos Carrillo realizara pasos de relevé, es decir, que subiera y bajara los huesos largos del pie que conectan el tobillo con los dedos. Ese esfuerzo no pasó desapercibido para los miles de espectadores que casi llenaron el Auditorio Nacional.

Elisa Carrillo, originaria de Texcoco, Estado de México, es la única mexicana y la primera latinoamericana que ha ganado los tres premios más importantes de la danza a nivel internacional: el Prix Benois de la Danse, el Alma de la Danza de Rusia y el Festival Dance Open en San Petersburgo.

La bailarina ha declarado que cuando sale al escenario “quien baila es México” y eso fue perceptible, pues durante la velada se le brindó un cálido aplauso en sus otras interpretaciones: “Jeunehomme”, de Uwe Scholz, “Diversidad. Formas de silencio y vacío”, de Nacho Duato. Ambas las realizó de la mano de Mikhail Kaniskin, primer bailarín del Ballet de la Ópera de Berlín.

Durante la Gala también participaron Skylar Brandt y James Whiteside con el “Pas de Deux” de Spring Waters; Dinu Tamazlacaru con “Les Bourgeois”; Lucía Lacarra y Matthew Golding con “Snow Storm”; Evelina Godunova y Julian Mackay con el “Pas de Deux” de El Corsario; Skylar Brandt y James Whiteside con “New American Romance”, y Lucia Lacarra y Matthew Golding con “Borealis”.

Los bailarines Braulio Fernandez Manzanilla, Edwin Moises Carrada Palmeros, Yered Tobón, Erick Santamaría, Yuval Morales, Valeria Mariaud, Alejandro Mendoza, Nayeli Quiroz, Corinne Jarvi, Ernesto Rosales, Ana P. Monteros y Ana Elisa Mena ejecutaron “All Long Dem Day”.

También se pudieron ver los “Pas de Deux” de Flamas de París a cargo de Evelina Godunova y Julian Mackay, y de Don Quijote, de lana Salenko y Dinu Tamazlacaru.

Las ovaciones no cesaron en ningún momento, de hecho se extendieron hasta momentos en los que aún no terminaban las interpretaciones de los bailarines. Sin embargo, la emoción terminó por desbordarse al final, cuando Mikhail Kaniskin tomó el micrófono.

“Hoy nosotros celebramos 10 años de la Gala Elisa y amigos. Hoy es un gran día para para nosotros, para México, para todo el mundo del ballet. Pero quiero pedir un gran favor, que ustedes nos acompañen para que cantemos juntos Las Mañanitas para Elisa Carrillo”, dijo Kaniskin, comenzaron a sonar Las Mañanitas y al unísono, todo el público las dedicó a Elisa.

La bailarina mexicana aprovechó el momento para agradecer a todos los bailarines que la acompañaron en la velada y antes de que se bajara el telón, repartió ramos de flores al público.

Fuente: reporteindigo.com

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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