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Opinión

Empeñados por Luis Villegas Montes

En esta ocasión Luis Villegas Montes plasma de una manera muy simpática los temas del IVA a alimentos a mascotas, refrescos y la homologación del IVA en la frontera del 11 al 16 por ciento.

Resulta que a Florencia y a mí nos pasaron a fregar. Yo no sé si usted, amable lectora, gentil lector, sabe quién es “Florencia”. Florencia es la perrita de la casa. Dicho así, “perrita”; no mascota. Porque mascotas, mascotas, mascotas, tenemos dos: “Florencia” y “Manzanita”; “Cuco”, el hámster, amaneció muerto. Yo hubiera querido querer a Cuco, me parecía muy simpático: “Hecho bolita”, se acurrucaba en un viejo calcetín que no sé cómo, se agenció de algún sitio y le servía como “sleeping bag”. Era tremendo Cuco. Varias veces se escapó; abría la puerta de su espaciosa jaula -espaciosa de veras, porque tenía una especie de recibidor, escaleras, gimnasio (bueno, el equivalente a una banda sinfín) y una buhardilla que fue la que eligió para hacer su tendido-, abría la puerta, decía yo, y huía. En esas ocasiones, ahí nos tienen a todos buscándolo. La primera vez simplemente desapareció; tras horas de inútil pesquisa seguimos el rastro de una sospechosa serie de bolitas cafés y dimos con él en el closet, a donde había llevado el equivalente a 3 o 4 veces su peso en comida. Buenos madrazos se ponía el Cuco; la segunda vez, dejó manchitas de sangre en las escaleras de los tumbos que fue dando, pero no; lo hallamos entero, orondo y cachetón acuartelado en la sala. Pues Cuco se murió; un día (meses después de los madrazos, que conste) amaneció hecho bolita para no volver a escaparse jamás. “Manzanita” la tortuga, esa ni fú ni fá. Come, saca la cabeza, saca la cabeza, come; a la única que parece hacerle algún caso, porque va y le habla y le hace cariños, es a Adriana. Yo ni me acuerdo de su callada y remota existencia.

En cambio Florencia, la verdad es que yo la veo como otro miembro de la familia. Más chaparrita y más peluda, pero como a una hija más. En ocasiones, pareciera que a la única que le importo es a ella, llego a casa y es una de jaranas y de fiestas que si algún día decidiera irme, me vería en la necesidad de litigar su custodia, por sobre la de Adolfo y María que ya no me hacen mucho caso. Claro que también puede ocurrir que los pedacitos de carne que le doy a hurtadillas tengan algo que ver con esas muestras de afecto arrasadoras.

Pues bien, con la entrada en vigor de la reforma fiscal nos van a pasar a fregar a Florencia y a mí. De todos los crímenes que la propuesta de reformas contiene, avalados tanto por el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, como por la Cámara de Diputados, hay tres que me incomodan: El 16% de IVA a los alimentos para mascotas; el impuesto al refresco; y la homologación del IVA en la frontera que sube la tasa del 11 al 16%. No hay derecho. No es justo para la Florencia, no es justo para mí y no es justo para los juarenses.

Aunque la Florencia es una french poodle, simpática y querendona, traga como pelón de hospicio; ahora, con el alza anunciada, mis precarias finanzas se verán afectadas en grado sumo, visto que la muy ingrata es capaz de comerse su propio peso en una sentada. Lo sé, lo sé, no es sano que los perros coman así, pero, ¿qué quieren? Pone una carita tan tierna y su mirada es tan, tan, ni modo, hay qué decirlo, tan de perro triste, que se amuela uno; hasta mi mamá ha dicho: “Díganle a Florencia que no me vea así; porque parece que se está muriendo de hambre” (la hipócrita -La hipócrita de Florencia, quiero decir, no mi mama-). A mí pasaron a fregarme porque sin la Coca Cola no vivo. De que ya le he bajado al refresco, ya le he bajado; pero no deja de parecerme un robo en despoblado, casi un asalto a mano armada, pagar 7 pesos por lata. Si a eso le suma lo del impuesto especial, la cosa pasa del azul subido al “color de hormiga”.

Sin embargo, a los que les fue peor, es a los habitantes de la franja fronteriza; la homologación del IVA es la peor sandez que se le pudo ocurrir a nadie jamás; hay que no haber leído tres méndigos libros en toda la vida,1 embarazar a dos amantes2 o no poder pronunciar correctamente la palabra “epidemiólogos”,3 para que alguien tenga una ocurrencia de ese tipo. La reforma: Tendrá catastróficas consecuencias en dicha región, ya que afecta de manera directa la derrama económica al limitar la capacidad de adquisición de los consumidores; y, por consiguiente, la actividad comercial; al mismo tiempo, desalienta la inversión de la industria maquiladora, con un riesgo latente de que el sector opte por salirse del país ante la falta de competitividad; adicionalmente, esta medida golpeará a la industria formal, pues provocará una contracción a la producción; por otro lado, la reforma tiene un efecto inflacionario al trasladar los precios al consumidor y ello va a generar dos efectos inmediatos: Un aumento de la gente que cruza a Estados Unidos; y segundo, la evasión fiscal; y en cuanto al impacto social, este es obvio: Contribuirá de manera significativa al cierre masivo de fuentes de empleo.

Empeñados en fregarnos, los diputados del PRI -con el Presidente Enrique Peña Nieto a la cabeza y con el voto incondicional del PRD- parece que quieren que, para sobrevivir, empeñemos hasta la camisa. ¿Qué les hicimos? ¿Qué les hizo Florencia? ¿Qué les hice yo? ¿Qué les hizo Juárez?

Luis Villegas Montes.
luvimo6608@gmail.com, luvimo66_@hotmail.com

1 Nota publicada con el título: “Estudiantes regalan libros a Peña Nieto”, el 5 de diciembre de 2011, por el periódico El Universal, suscrita por Ricardo Gómez.
2 Nota publicada con el título: “Los hijos fuera de matrimonio de Peña Nieto”, el 26 de enero de 2011. Visible en el sitiohttp://www.vanguardia.com.mx/loshijosfueradematrimoniodepenanieto-1203840-columna.html Consultado el 31 de enero de 2012.
3 Ver el sitio: http://www.animalpolitico.com/2013/10/pena-nieto-se-vuelve-a-equivocar-no-puede-pronunciar-epidemiologos/#axzz2itDxSbqu

 

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Opinión

El G20: ¿Progreso real o más promesas vacías? Por Sigrid Moctezuma

Hablar del G20 es hablar de una oportunidad única: una reunión que pone sobre la mesa problemas que afectan directamente nuestras vidas, como la pobreza y el cambio climático. Pero, ¿Estamos realmente avanzando o seguimos atrapados en las buenas intenciones?

En pleno 2024, más de 700 millones de personas en el mundo viven con menos de 2 dólares al día, y el cambio climático sigue empujando a millones al borde de la desesperación. Según la FAO, en 2023 hubo un aumento alarmante de 122 millones de personas que enfrentan inseguridad alimentaria debido a conflictos y fenómenos climáticos extremos. Estas cifras no son abstractas; son vidas humanas, historias de lucha diaria que rara vez llegan a los titulares.

Erradicar la pobreza no es simplemente “dar más dinero”. Se trata de atacar la raíz del problema: desigualdades históricas y estructuras económicas que privilegian a unos pocos. Por ejemplo, los países del G20 representan el 85% del PIB mundial, pero también son responsables del 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Es una contradicción enorme: quienes tienen más recursos para ayudar son también quienes más contribuyen al problema.

También es fácil hablar de «transición energética» y «economía verde», pero ¿Qué significa esto para alguien que perdió su casa por un huracán? En México, por ejemplo, los desastres naturales generaron pérdidas económicas por más de 45 mil millones de pesos en 2023. Y mientras tanto, los países más contaminantes siguen retrasando acciones contundentes, como reducir su dependencia de los combustibles fósiles. ¿Por qué? Porque aún les resulta más barato contaminar que invertir en soluciones sostenibles?.

¿Qué se debería hacer?

Las soluciones están claras, pero falta voluntad política. El G20 propone algunas ideas interesantes: redistribuir recursos, apoyar economías locales y fomentar la innovación tecnológica para reducir desigualdades. Pero todo esto suena a más promesas, a menos que veamos medidas concretas. ¿Dónde están los fondos para las comunidades más vulnerables? ¿Por qué no se prioriza la educación y la formación laboral en zonas desfavorecidas?

Como sociedad, necesitamos exigir que las grandes cumbres dejen de ser solo escenarios de fotos grupales. Los líderes globales deben recordar que detrás de cada estadística hay una persona que sufre, pero también que sueña con un futuro mejor. Si no empezamos a construir ese futuro ahora, ¿cuándo lo haremos?

El G20 no es la solución mágica, pero puede ser un catalizador. Si los compromisos se traducen en acciones reales, estaremos un paso más cerca de un mundo más justo. Si no, solo estaremos alimentando un ciclo de discursos vacíos que poco tienen que ver con las necesidades reales de la gente.

¿Qué opinas tú? ¿Crees que estas cumbres realmente cambian algo o son puro espectáculo?

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