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EMPRESARIOS V.S. MAESTROS DE LA CNTE

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Es un tema que escuchamos a diario en el radio, una situación que vemos todos los días en los noticieros a nivel nacional, que leemos por todos lados y del cual ya estamos hartos. Me refiero a la situación de las manifestaciones de los maestros, o mejor dicho “pseudo maestros”, de la CNTE.

Gerardo Elizondo García

Gerardo Elizondo García

Por: Gerardo Elizondo García

El Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP) estima, hasta ahora,pérdidas por 4,200 millones de pesos, afectando por consiguiente al PIB.

Sin embargo, los presidentes de las principales cámaras de comercio a nivel nacional han comenzado a manifestar públicamente una enérgica solicitud al Gobierno de la República para que utilicen todos los medios necesarios a sualcance para resolver la situación y desde mi punto de vista, con justa razón.

Lo están haciendo ya que los bloqueos por parte de la disidencia magisterial están afectando directamente el sano desarrollo de la economía a nivel nacional.

Y digo a nivel nacional porque no sólo afecta a los Estados que cuentan con mayor cantidad de bloqueos, saqueos y manifestaciones (principalmente Oaxaca, Chiapas y Guerrero), sino también al resto del país ya que dentro de éstos se producen insumos, tanto para el sector alimentario como para el sector industrial entre otros sectores y los bloqueos retrasan, o en algunos casos impiden, que los productos salgan al resto de la República para ser comercializados.

Esto obviamente genera un menor flujo comercial y por lo tanto económico a nivel nacional. Lo anterior, sin mencionar las actividades comerciales dentro de cada uno de los Estados. Por ejemplo, este año la Guelaguetza en Oaxaca, un gran evento lleno de comercio, pero principalmente de cultura y tradición, fue afectada gravemente ya que integrantes de la CNTE bloquearon los accesos a la misma. A su vez, muchos turistas que pretendían asistir a ella no lo hicieron por su propia seguridad y para evitarse cualquier tipo de problema con los manifestantes.

El presidente de la Cámara de Comercio (CANACO) de la Ciudad de México, Humberto Lozano, pidió al Gobierno el uso “razonado, pero determinado” de la fuerza contra los maestros disidentes. Al mismo tiempo el presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX), Gustavo de Hoyos Walther, presionó al Gobierno de la República y a los gobernadores de Oaxaca, Michoacán, Chiapas y Guerrero, para que apliquen mano dura. También el presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), Juan Pablo Castañón, declaró: “Quiero ser muy claro, nadie pide que se reprima la protesta, sino que se respeten los derechos y se proteja a la población. El diálogo debe prevalecer, pero no a costa de la ley, el orden y la tranquilidad”.

El Gobierno Federal a atendido el asunto a través de la Secretaría de Gobernación, de hecho, el mismo Secretario, Miguel Ángel Osorio Chong, tomó el tema como una prioridad. A todos nos consta que ha cumplido su trabajo teniendo acercamiento, mediante mesas de trabajo, con los líderes manifestantes.

Sin embargo, los pseudo maestros ni siquiera se ponen de acuerdo entre ellos para poder hacer peticiones viables y concretas. Solamente han tirado a la basura el tiempo de una buena cantidad de servidores públicos que se han avocado al tema dejándolos plantados en juntas de trabajo, presentándoles propuestas completamente fuera del contexto de la situación entre otras cosas que sólo nos dicen que los disidentes magisteriales no tienen la voluntad ni mucho menos la capacidad de negociar en busca de un acuerdo con el Gobierno.

Recordemos que todo este movimiento, y principalmente los bloqueos, se dispararon a raíz de que buena cantidad de maestros no estaban dispuestos a realizar el examen de evaluación que tiene como finalidad seleccionar a aquellos maestros capaces y poder brindar una educación de calidad en las escuelas en beneficio de nuestros niños y jóvenes. Ellos son el futuro de nuestro país pero los maestros rebeldes, sabiendo que no tienen la capacidad, el conocimiento y mucho menos la vocación de docentes, decidieron no presentarlo, dejar sin clases a miles de estudiantes y salir a las calles a realizar manifestaciones, saqueos y bloqueos que no los han llevado a nada más que a provocar daños a la educación, economía y seguridad de nuestro país.

¡Felicidades presidentes e integrantes de las cámaras empresariales! Pues estoy seguro que la presión que estos últimos días han comenzado a meterle al tema hará que su solución sea definitiva y llegue más rápido. ¡No podemos permitir, que un grupo de personas incompetentes fastidien de esta manera nuestra vida en todos los sentidos que mencioné anteriormente y mucho menos podemos permitir, juntos como sociedad, que este grupo de rebeldes afecte de manera negativa la estrategia que el Gobierno de la República tiene a favor de la educación de nuestros niños y jóvenes, que repito, son el futuro de nuestro gran país!

Facebook: Gerardo Elizondo

Twitter: @GerardoElizondo

Opinión

La corona que derribó al fiscal. Por Caleb Ordóñez T.

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Alejandro Gertz Manero no se fue por un solo escándalo. Su salida de la Fiscalía General es el cierre natural —y casi inevitable— de una historia acumulada durante décadas: un expediente no judicial, sino político, construido a fuerza de polémicas, enojos y decisiones que siempre parecían estar un milímetro antes (o después) del momento correcto. Una vida pública larga, tensa y llena de episodios que México nunca logró procesar del todo y que terminaron de golpe cuando la luz inesperada lo alumbró demasiado.

Para entender su renuncia, hay que regresar al principio. A 2001. A Puente Grande. A Joaquín “El Chapo” Guzmán desapareciendo como si el penal fuera un teatro mal montado. A un gabinete recién estrenado y a un secretario de Seguridad Pública —Gertz— que quedó tocado desde ese instante, aun cuando defendió hasta el cansancio que los penales no estaban bajo su control directo. Tenía razón en la letra, pero la política no se escribe con artículos constitucionales; se escribe con percepciones. Y la percepción quedó marcada: primera fuga, primer señalamiento.

Luego vendría “el caso familiar”, quizá el capítulo más corrosivo de su trayectoria. La denuncia por homicidio en contra de su excuñada Laura Morán y de su sobrina política, Alejandra Cuevas, terminó por convertirse en un espejo que devolvía una imagen poco favorecedora del fiscal. La figura jurídica de “garante accesoria”, que nadie encontraba en ningún código, la prisión de Cuevas, la reapertura del expediente cuando él ya era fiscal, y después los audios filtrados donde se quejaba del proyecto de sentencia de la Suprema Cort Ese episodio enterró la narrativa de imparcialidad y lo colocó en el centro del debate sobre el uso personal de la justicia. No su mejor capítulo.

Y sin embargo, tampoco ahí cayó.

Su paso por la FGR tuvo escenas memorables —algunas para bien, otras para museo del absurdo. Anunció con firmeza una cruzada contra la impunidad heredada: Odebrecht, Estafa Maestra, Pemex, la élite política del sexenio pasado. Era un fiscal que llegaba con autoridad intelectual: décadas de docencia, formación sólida en derecho penal, experiencia en seguridad y una convicción genuina de que el Ministerio Público tenía que recuperar su dignidad institucional. Ese punto —el positivo— hay que concedérselo: Gertz siempre habló de la Fiscalía como una institución que debía fortalecerse y, al menos en discurso, entendía la necesidad de autonomía y rigor técnico.

Pero entre lo que se quiere y lo que se logra suele haber un océano.

El caso Lozoya terminó convertido en una tragicomedia: el testigo estrella que prometía derribar a medio gabinete peñista terminó fotografiado en un restaurante, con un guion de colaboración que se desmoronó y un expediente repleto de promesas incumplidas. El famoso cheque de 2,000 millones de pesos, presentado en Palacio Nacional como “reparación del daño”, resultó más simbólico que real. Y mientras tanto, Rosario Robles vivió en prisión preventiva prolongada, exhibiendo el rostro más duro de la Fiscalía, mientras Lozoya parecía disfrutarse el fuero moral de la cooperación.

Su sello más polémico fue la justicia diferenciada. La exoneración exprés del general Salvador Cienfuegos tensó la relación con Estados Unidos; el intento de procesar a 31 científicos del Conacyt por delincuencia organizada levantó incluso carcajadas en los tribunales; los expedientes contra gobernadores y candidatos en temporada electoral alimentaron la narrativa de que la FGR olía más a estrategia que a proceso penal.

Y después llegó la guerra interna. El pleito con Julio Scherer, la batalla por el control de ciertos expedientes, las acusaciones cruzadas de extorsiones, venganzas y “operaciones sucias” mostraron una Fiscalía atrapada en el mismo laberinto político que juró superar.

Con todo, había una cualidad que incluso sus críticos reconocen: Gertz era persistente. Y conocía el aparato penal como pocos. Tenía método, obsesión por el detalle y una idea fija de orden institucional. No siempre funcionó, no siempre fue justa ni eficiente, pero era innegable que se trataba de un hombre que llevaba décadas pensando —de verdad pensando— en el sistema penal mexicano.

¿Entonces por qué renunció?

Porque la política no solo se derrumba por grandes actos de corrupción o colapsos institucionales. A veces cae por la presión inesperada del lugar menos imaginado. En este caso, una corona.

Todo estalló cuando México celebraba con júbilo el triunfo de Fátima Bosch como Miss Universo. Una mexicana ganando el certamen después de tantos años era un regalo para la narrativa nacional: orgullo, identidad, representación, el país hablando de algo luminoso por primera vez en semanas. Pero justo ahí, en plena celebración, comenzaron a circular los expedientes —sellados y empolvados en la FGR— relacionados con Raúl Rocha, presidente de la franquicia Miss Universo y vinculado en investigaciones mediáticas con presuntos contratos irregulares con Pemex.

La pregunta no era si existía una investigación. La pregunta era: ¿por qué se filtró justo ahora?

La respuesta implícita fue unánime: porque la FGR había perdido control interno. Porque intereses cruzados querían lastimar a la 4T. Porque la filtración no solo embarraba a un empresario, sino también a Bosch, la nueva joya mediática del país. Porque el triunfo, tan necesario en una nación saturada de malas noticias, se convirtió en combustible político en cuestión de horas. Porque México estaba celebrando una coronación, y alguien sacó un expediente que olía a guerra interna.

Eso, en Palacio Nacional, fue dinamita.

No se podía permitir que una victoria global, limpia y emocional, se convirtiera en pleito burocrático. Mucho menos cuando la Presidencia buscaba proyectar una nueva etapa institucional y evitar conflictos con la industria cultural y de entretenimiento que ya estaba devolviendo atención internacional al país. Gertz había sobrevivido a todo: a expedientes fallidos, a presiones, a audios filtrados, a críticas internacionales. Pero tocar un símbolo recién coronado fue otra cosa. Transformó un problema jurídico en un problema político. Y en México, los problemas políticos se resuelven de una sola forma: pidiendo renuncias.

El 27 de noviembre de 2025, presentó la suya.

Salió con un extraño nombramiento diplomático y un comunicado sin dramatismos, pero cargado de silencios. Fue la despedida de un fiscal que quiso ser reformador, que terminó siendo símbolo de poder concentrado y que cayó no por un caso penal, sino por una coronación que puso demasiados reflectores sobre sus polémicas.

Y así, la corona de Fátima Bosch terminó abollando algo más que el ego de los críticos: terminó abollando, también, el trono del fiscal más poderoso del México reciente.

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