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Opinión

En guerra con la mente. Por Itali Heide

En la historia y en la actualidad, la salud mental sigue siendo una de las condiciones más estigmatizadas con las que viven millones de personas en todo el mundo. En 2017, un estudio estima que 792 millones de personas alrededor del mundo viven con un trastorno de salud mental, suponiendo que uno de cada 10 humanos viven con una enfermedad invisible. Las condiciones más comunes son depresión y trastornos de ansiedad, sin embargo, muchas personas viven su vida con un dolor constante que no pueden diagnosticar por miedo al estigma.

Dirán <no es para tanto>, <échale más ganas>, o <ánimo, va a mejorar>. Aunque no malintencionadas, estas frases le echan gasolina a la desacreditación de la salud mental en todas sus facetas, como si hubiese un interruptor para encender y apagar la enfermedad mental. Para quienes no han sufrido de algún trastorno, parece imposible comprender y empatizar con el concepto de no salir de la cama en días, ni para bañarse; aislarse y alejarse de las amistades, colapsos emocionales en momentos inapropiados, miedos irracionales o pensamientos del suicidio y la auto-lesión.

Ahora, para quienes sus mentes les han declarado guerra, estos pensamientos y comportamientos pueden llegar a ser el pan de cada día. En ocasiones, el corazón pesa tanto que no permite la entrada de ni una gota de motivación para comer, cuidarse, socializar y sentirse útil. Otras veces, es lo contrario. Un momento fugaz de motivación se convierte en un comportamiento impulsivo, ya que el desequilibrio emocional atormenta a sus víctimas, jalándolos de un extremo emocional a otro sin previa advertencia.

<En mis tiempos no existían esas enfermedades>, se escucha comúnmente. Para aclarar: siempre han existido las enfermedades mentales, sin embargo ha sido un tema tabú por tanto tiempo que muchas personas cuestionan su validez. ¿Será que el estado actual del mundo está provocando más enfermedades mentales? Existe un debate sobre si realmente ha habido un aumento de enfermedad mental en las últimas décadas, pero hay pruebas considerables que indican que la prevalencia de trastornos mentales entre adolescentes va en aumento.

¿Y cómo no? De cierto modo, somos ratas de laboratorio que ponen a prueba la primera generación de una sociedad dependiente de la tecnología, y como bien se ha dicho, todo en exceso es malo. Por supuesto que la tecnología ha visto un aumento en enfermedades mentales. Sin embargo, no podemos dejar fuera el hecho de que la tecnología también está rompiendo barreras para quienes padecen de algún trastorno. En primer lugar, ya no hay necesidad de sentirse solo. Con un par de clics, alguien puede encontrar a un profesional de la salud mental o un grupo de apoyo que lidia con los mismos problemas. También la información acerca de la salud mental va creciendo exponencialmente: entre más nos entendemos, más nos ayudamos.

¿Cómo pelear el estigma? Un primer paso es buscar el tratamiento adecuado (aunque es una pesadilla burocrática para quienes no cuentan con los recursos para pagar un tratamiento, pero esa es otra historia para otro artículo). El miedo a ser etiquetados con una enfermedad mental no debería impedirnos obtener la ayuda necesaria. Las enfermedades mentales no son un signo de debilidad, y rara vez son algo que se puede resolver por sí solo. El camino hacia la recuperación y el control emocional y mental sólo se encuentra si nos acercamos a encontrar ayuda.

Luchar el aislamiento del mundo es un segundo punto importante para la recuperación, aunque difícil de hacer. El temor de acercarse a personas de confianza -familiares o amigos- nace por el estigma impuesto sobre los pensamientos y comportamientos que acompañan a los trastornos de la salud mental. He aquí un problemón: ¿si yo hago lo mío, y sigue el estigma vivo, ahora qué hago? Como sociedad, debemos educar a las siguientes generaciones para dejar el estigma en el pasado e ir hacia un futuro que valida la salud física y mental de todas las personas.

Nuestro rol en la desestigmatización empieza ahora. Todos tienen un papel que desempeñar en la creación de una sociedad mentalmente sana, que sea inclusiva, rechazando la discriminación y apoyando la recuperación. Para lograrlo, debemos conocer la realidad de las enfermedades mentales, entender a personas con experiencias para aprender a verlas como las personas que son y no por su enfermedad, dejar de juzgar y etiquetar, y tratar a todas las personas con respeto y dignidad. La deterioración de la salud mental es una pandemia que se vive a diario, sin discriminar por religión, género, nacionalidad, color de piel, religión o estilo de vida. Le puede pasar a cualquiera, y eso te incluye a ti. En lugar de pelear guerras en terrenos habitando la tierra, seamos soldados para luchar en contra de la estigmatización y buscando la paz de quienes no logran encontrarla en sí mismos.

Opinión

Diálogos. Por Raúl Saucedo

El Eco de la Paz

En el crisol de la historia, las disputas bélicas han dejado cicatrices profundas en el tejido de
la humanidad. Sin embargo, en medio del estruendo de los cañones y las balas metrallas, ha
persistido un susurro: El Diálogo. A lo largo de los siglos, las mesas de negociación han
emergido como esperanza, ofreciendo una vía para la resolución de conflictos y el cese de
hostilidades entre grupos, ideas y naciones.
Desde la antigüedad, encontramos ejemplos donde el diálogo ha prevalecido sobre la espada.
Las guerras médicas entre griegos y persas culminaron en la Paz de Calias, un acuerdo
negociado que marcó el fin de décadas de conflicto. En la Edad Media, los tratados de paz
entre reinos enfrentados, como el Tratado de Verdún, establecieron las bases para una nueva
configuración política en Europa.
En tiempos más recientes, la Primera Guerra Mundial, un conflicto de proporciones
colosales, finalmente encontró su conclusión en el Tratado de Versalles. Aunque
controvertido, este acuerdo buscó sentar las bases para una paz duradera. La Segunda Guerra
Mundial, con su devastación sin precedentes en el mundo moderno, también llegó a su fin a
través de negociaciones y acuerdos entre las potencias.
La Guerra Fría, un enfrentamiento ideológico que amenazó con sumir al mundo en un
conflicto nuclear, también encontró su resolución a través del diálogo. Las cumbres entre los
líderes nucleares, los acuerdos de limitación de armas y los canales de comunicación abiertos
permitieron evitar una posible catástrofe global.
En conflictos más recientes, y su incipiente camino en las mesa de negociación ha sido un
instrumento crucial para lograr el cese de hostilidades de momento, esta semana se ha
caracterizado por aquellas realizadas en Arabia Saudita y París.
Estos ejemplos históricos subrayan la importancia del diálogo como herramienta para la
resolución de conflictos. Aunque las guerras pudieran parecer inevitables e interminables en
ocasiones, la historia nos muestra que siempre existe la posibilidad de encontrar una vía
pacífica. Las mesas de negociación ofrecen un espacio para que las partes en conflicto
puedan expresar sus preocupaciones, encontrar puntos en común y llegar a acuerdos que
permitan poner fin.
Sin embargo, el diálogo no es una tarea fácil. Requiere voluntad política, compromiso y la
disposición de todas las partes para ceder en ciertos puntos. También requiere la participación
de mediadores imparciales que puedan facilitar las conversaciones y ayudar a encontrar
soluciones mutuamente aceptables.
En un mundo cada vez más complejo e interconectado, el diálogo se vuelve aún más crucial.
Los conflictos actuales, ya sean guerras civiles, disputas territoriales o enfrentamientos
ideológicos, exigen un enfoque pacífico y negociado. La historia nos enseña que la guerra
deja cicatrices profundas y duraderas, mientras que el diálogo ofrece la posibilidad de
construir un futuro más pacífico y próspero para todos.
Los diálogos siempre serán una vía, aunque el diálogo más importante será con uno mismo
para tener la paz anhelada.
@RaulSaucedo
rsaucedo@uach.mx

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