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Opinión

En salud y en enfermedad. Por Itali Heide

El atractivo de México reside a menudo en sus vibrantes tradiciones y su rico tapiz cultural, pero oculta tras su pintoresca fachada se esconde una realidad que amenaza con arrojar una sombría palidez sobre la belleza de la nación.

El aumento de las enfermedades prevenibles, antaño casi vencidas, emerge ahora como un problema que acecha las vidas de quienes viven en los márgenes. En Chiapas, donde aún susurran los ecos de la historia maya, y en el soleado Yucatán, donde las antiguas civilizaciones dejaron sus huellas, e incluso en el modesto pueblo de Tenancingo, se libra una nueva batalla que pone en peligro la salud y el futuro de generaciones.

En el mosaico de las luchas de México, la importancia de organizaciones como Medical IMPACT y The People’s Vaccine Alliance brillan con luz propia. Es una fuerza colectiva que se resiste a la idea de que el acceso a la atención sanitaria debe ser un privilegio.

Guiada por el principio de que la salud no conoce fronteras, esta alianza se convierte en la encarnación de la unidad, trascendiendo las fronteras para unirse a las comunidades vulnerables de México. Al entregar no sólo vacunas, sino el mensaje de que cada vida tiene un valor inconmensurable, reavivan una chispa de esperanza que parpadea incluso en los tiempos más oscuros.

Detrás de las estadísticas que puntúan esta narración se esconde un tapiz de historias que resuenan profundamente en cada corazón humano. Padres de familia lloran al ver que sus hijos reciben tratamiento y protección, adultos mayores encuentran esperanza en las manos solidarias de voluntarios, y pueblos enteros redescubren el poder de la unidad.

Al ser testigos del trabajo de Medical IMPACT y la The People’s Vaccine Alliance desplegada en México, es imposible no conmoverse. El camino hacia la vacunación universal está plagado de desafíos, pero también es un camino de resistencia, compasión y espíritu humano perdurable. Es un testimonio de que, por desalentador que sea el camino, la capacidad de empatía y acción colectiva de la humanidad puede iluminar incluso los rincones más oscuros.

En un mundo en el que la división a veces eclipsa la compasión, estos esfuerzos nos recuerdan que todos estamos unidos por el mismo hilo de la existencia. El aumento de las enfermedades prevenibles en el corazón de México es una llamada de atención, un recordatorio conmovedor de que nuestros destinos están entrelazados y nuestro deber de ayudarnos unos a otros es una responsabilidad sagrada.

Así que dejemos que el grito por la vacunación universal resuene en todo México, no sólo como un llamado a la acción, sino como una oda a la unidad que puede transformar vidas, empoderar comunidades y dar vida a la promesa de un futuro más sano y equitativo.

Opinión

KAFKIANO. Por Raúl Saucedo

ECOS DOMINICALES

En el laberinto de la política contemporánea, a menudo podríamos considerar  que nos encontramos deambulando por pasillos de las obras de Franz Kafka. Esa sensación de absurdo, opresión y burocracia incomprensible que caracterizan lo «Kafkiano» no es exclusiva de la ficción; es una realidad palpable en el día a día de millones de ciudadanos alrededor del mundo.

A nivel global, la política parece haberse transformado en un sistema gigantesco, deshumanizado y a menudo ilógico. Las decisiones se toman en esferas lejanas, por personajes que parecen habitar otro universo, mientras que las consecuencias recaen directamente sobre los ciudadanos de a pie. ¿Cuántas veces hemos visto acuerdos internacionales o normativas supranacionales que, a pesar de sus buenas intenciones, terminan generando más confusión y restricciones que soluciones? Es la burocracia global, un monstruo de muchas cabezas que opera bajo sus propias reglas, ajeno a las realidades individuales. Los ciudadanos se sienten como los personajes de Kafka, constantemente a la espera de un veredicto o una explicación que nunca llega, o que llega demasiado tarde y de forma incomprensible.

En América Latina, la esencia Kafkiana de la política se magnifica. La historia de la región está plagada de sistemas que parecen laberintos, donde los procesos se estancan por años, las acusaciones no tienen fundamento claro y la justicia parece un privilegio, no un derecho. La corrupción es otro elemento profundamente Kafkiano: actos inexplicables de desvío de recursos o favores políticos que operan en las sombras, imposibles de rastrear o de exigir responsabilidades. Los ciudadanos se enfrentan a un estado omnipresente pero ineficiente, que promete soluciones pero solo entrega más papeleo y trámites sin fin. Las promesas electorales se desvanecen en el aire como niebla, dejando un rastro de desilusión y cinismo. La sensación de desamparo es palpable, pues la maquinaria política y administrativa, en lugar de servir, parece diseñada para agobiar y confundir.

Existen países que para interactuar con dependencias gubernamentales puede ser una auténtica Odisea Kafkiana. Solicitar un permiso, registrar una propiedad o incluso tramitar una simple credencial puede convertirse en una misión imposible, llena de requisitos ambiguos, ventanillas equivocadas y funcionarios que ofrecen respuestas contradictorias. La burocracia, en muchos casos, no solo es lenta, sino que parece tener una lógica interna ajena a la razón, diseñada para agotar la paciencia del ciudadano. A esto se suma la impunidad, un fenómeno profundamente Kafkiano, donde crímenes y actos de corrupción permanecen sin castigo, generando una sensación de injusticia y resignación. Las narrativas oficiales a menudo carecen de la transparencia necesaria, dejando a la población en un estado de perpetua incertidumbre y desconfianza, buscando desesperadamente una explicación que nunca llega, o que es inaceptable.

En este panorama, la política se percibe como un ente ajeno, una fuerza opresiva que opera bajo un código indescifrable. Para muchos, participar activamente se siente como un esfuerzo en vano contra un sistema que parece inmune al cambio. La resignación es un peligro real, y la apatía se convierte en una respuesta lógica a la frustración persistente.

Sin embargo, como en las obras de Kafka, donde los protagonistas, a pesar de su desorientación, siguen buscando una salida o una explicación, nuestra sociedad no debe rendirse. Entender la naturaleza Kafkiana de nuestra política es el primer paso para exigir transparencia, simplificación y, sobre todo, una humanización de los sistemas que nos rigen. Solo así podremos, quizás, encontrar la puerta de salida de este interminable laberinto.

Esta reflexión viene de mensajes en grupos, cafés en mesas y observaciones del pasado domingo, donde lo kafkiano quizá no es la situación, si no nosotros mismos.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

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