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Opinión

Encuestas para NO votar. Por el Blog Mexicano

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Las encuestas en México suelen convertirse en un actor más en las elecciones. El Blog Mexicano te ayuda a ponerlas en perspectiva para evitar la frustración, los ataques de depresión y la duda colectiva. Lo explicamos con Chihuahua, un estado cuya situación política no podría tener menos sentido: deuda, violencia, inseguridad, descontento y las encuestas marcan que habrá continuidad. Hay que cuidar lo que éstas nos dicen ya que pueden estar destinadas a desalentarnos de participar.

Pero, en verdad… ¿Se puede confiar en las encuestas? Spoiler: No.

Las encuestas realizadas en mayo por Consulta Mitofsky y GEA ISA colocaban a Jaime Rodríguez, ‘El Bronco’, hasta en tercer lugar de las preferencias electorales para la gubernatura de Nuevo León, cuando obtuvo el triunfo por 25 puntos porcentuales por encima de su contendiente más cercano,  la candidata priista, Ivonne Álvarez, de acuerdo con el PREP.

La encuestadora Parametría señalaba que ‘El Bronco’ se ubicaba en 25% de intención de voto, dos puntos arriba de la priista Álvarez, es decir, una diferencia de 23 puntos respecto del resultado del PREP.

La encuesta de Grupo Reforma fue la más precisa, con 42% de preferencias al  candidato independiente, una diferencia de seis puntos porcentuales, ya que “El Bronco” obtuvo 48.8% de la votación.

Encuesta de GEA ISA, realizada entre el 23 y el 25 de mayo.

GEA ISA ubicó a ‘El Bronco’ con 20% de preferencias electorales, cuando el resultado delPREP fue de 48%, una diferencia de 28%.

De acuerdo con su portal,  GEA ISA preguntó a mil ciudadanos entre el 23 y el 25 de mayo, “si en este momento se celebraran elecciones para gobernador del estado de Nuevo León ¿por cuál candidato votaría usted?”. Álvarez, del PRI, obtuvo el 38% de las preferencias, el panista, Felipe de Jesús Cantú, el 29% y ‘El Bronco’ 20.

geaisa

Encuesta de Consulta Mitofsky, realizada entre el 13 y el 16 de mayo.

También  la encuesta de Consulta Mitofsky, de Roy Campos, le daba el primer lugar en las preferencias electorales a Ivonne Álvarez con el 29.2%, el segundo lugar a Felipe de Jesús Cantú y con 23.5% y el tercer lugar a “El Bronco”, quien obtenía el 21.4% de las preferencias.

Esa estimación, en comparación con 48.8% el PREP, significa una diferencia de 26 puntos aproximadamente.

mitofsky

Encuesta de Parametría, realizada entre el 27 y el 31 de mayo.

Los resultados de Parametría en su encuesta publicada el 3 de junio, revelaban un empate técnico entre el candidato independiente y la aspirante del PRI, pues colocaban al primero con un 34% de las preferencias contra 31% de Ivonne Álvarez, pero con un margen de error de tres puntos.

parametria

Encuesta de Reforma, la más precisa

La encuesta del diario El Norte de grupo Reforma fue la que más se aproximó al resultado, pues detectó una diferencia favorable para el “Bronco” de trece puntos con respecto a la candidata del PRI.

Rodríguez Calderón lideraba las preferencias electorales con 42%, por encima de Álvarez que llegaba a 29% y Cantú, con 24%.

Encuesta del diario El Norte, realizada entre el 23 de mayo y el 1 de junio.

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El antecedente de 2012

Para la elección presidencial de 2012, tres de las mencionadas encuestadoras, y otras, ubicaron en las preferencias electorales al hoy presidente de México, Enrique Peña Nieto, de la coalición PRI y Verde, con los siguientes resultados: Mitofsky: 44.5%, el Sol de México / Parametría: 43.9% y Gea-ISA/Milenio: 46.9%. El resultado de la votación a favor de Peña Nieto fue de 38% en el PREP.

Tras esos resultados, las encuestadoras fueron acusadas por académicos y partidos “de inflar” al hoy Presidente dado que, en algunos casos, la diferencia mayor era de 12 puntos porcentuales.

En las elecciones de 2015, las diferencias de resultados en la elección de Nuevo León fue de hasta 18 puntos porcentuales respecto de las estimaciones en las encuestas previas a la elección y los resultados del PREP.

Opinión

La corona que derribó al fiscal. Por Caleb Ordóñez T.

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Alejandro Gertz Manero no se fue por un solo escándalo. Su salida de la Fiscalía General es el cierre natural —y casi inevitable— de una historia acumulada durante décadas: un expediente no judicial, sino político, construido a fuerza de polémicas, enojos y decisiones que siempre parecían estar un milímetro antes (o después) del momento correcto. Una vida pública larga, tensa y llena de episodios que México nunca logró procesar del todo y que terminaron de golpe cuando la luz inesperada lo alumbró demasiado.

Para entender su renuncia, hay que regresar al principio. A 2001. A Puente Grande. A Joaquín “El Chapo” Guzmán desapareciendo como si el penal fuera un teatro mal montado. A un gabinete recién estrenado y a un secretario de Seguridad Pública —Gertz— que quedó tocado desde ese instante, aun cuando defendió hasta el cansancio que los penales no estaban bajo su control directo. Tenía razón en la letra, pero la política no se escribe con artículos constitucionales; se escribe con percepciones. Y la percepción quedó marcada: primera fuga, primer señalamiento.

Luego vendría “el caso familiar”, quizá el capítulo más corrosivo de su trayectoria. La denuncia por homicidio en contra de su excuñada Laura Morán y de su sobrina política, Alejandra Cuevas, terminó por convertirse en un espejo que devolvía una imagen poco favorecedora del fiscal. La figura jurídica de “garante accesoria”, que nadie encontraba en ningún código, la prisión de Cuevas, la reapertura del expediente cuando él ya era fiscal, y después los audios filtrados donde se quejaba del proyecto de sentencia de la Suprema Cort Ese episodio enterró la narrativa de imparcialidad y lo colocó en el centro del debate sobre el uso personal de la justicia. No su mejor capítulo.

Y sin embargo, tampoco ahí cayó.

Su paso por la FGR tuvo escenas memorables —algunas para bien, otras para museo del absurdo. Anunció con firmeza una cruzada contra la impunidad heredada: Odebrecht, Estafa Maestra, Pemex, la élite política del sexenio pasado. Era un fiscal que llegaba con autoridad intelectual: décadas de docencia, formación sólida en derecho penal, experiencia en seguridad y una convicción genuina de que el Ministerio Público tenía que recuperar su dignidad institucional. Ese punto —el positivo— hay que concedérselo: Gertz siempre habló de la Fiscalía como una institución que debía fortalecerse y, al menos en discurso, entendía la necesidad de autonomía y rigor técnico.

Pero entre lo que se quiere y lo que se logra suele haber un océano.

El caso Lozoya terminó convertido en una tragicomedia: el testigo estrella que prometía derribar a medio gabinete peñista terminó fotografiado en un restaurante, con un guion de colaboración que se desmoronó y un expediente repleto de promesas incumplidas. El famoso cheque de 2,000 millones de pesos, presentado en Palacio Nacional como “reparación del daño”, resultó más simbólico que real. Y mientras tanto, Rosario Robles vivió en prisión preventiva prolongada, exhibiendo el rostro más duro de la Fiscalía, mientras Lozoya parecía disfrutarse el fuero moral de la cooperación.

Su sello más polémico fue la justicia diferenciada. La exoneración exprés del general Salvador Cienfuegos tensó la relación con Estados Unidos; el intento de procesar a 31 científicos del Conacyt por delincuencia organizada levantó incluso carcajadas en los tribunales; los expedientes contra gobernadores y candidatos en temporada electoral alimentaron la narrativa de que la FGR olía más a estrategia que a proceso penal.

Y después llegó la guerra interna. El pleito con Julio Scherer, la batalla por el control de ciertos expedientes, las acusaciones cruzadas de extorsiones, venganzas y “operaciones sucias” mostraron una Fiscalía atrapada en el mismo laberinto político que juró superar.

Con todo, había una cualidad que incluso sus críticos reconocen: Gertz era persistente. Y conocía el aparato penal como pocos. Tenía método, obsesión por el detalle y una idea fija de orden institucional. No siempre funcionó, no siempre fue justa ni eficiente, pero era innegable que se trataba de un hombre que llevaba décadas pensando —de verdad pensando— en el sistema penal mexicano.

¿Entonces por qué renunció?

Porque la política no solo se derrumba por grandes actos de corrupción o colapsos institucionales. A veces cae por la presión inesperada del lugar menos imaginado. En este caso, una corona.

Todo estalló cuando México celebraba con júbilo el triunfo de Fátima Bosch como Miss Universo. Una mexicana ganando el certamen después de tantos años era un regalo para la narrativa nacional: orgullo, identidad, representación, el país hablando de algo luminoso por primera vez en semanas. Pero justo ahí, en plena celebración, comenzaron a circular los expedientes —sellados y empolvados en la FGR— relacionados con Raúl Rocha, presidente de la franquicia Miss Universo y vinculado en investigaciones mediáticas con presuntos contratos irregulares con Pemex.

La pregunta no era si existía una investigación. La pregunta era: ¿por qué se filtró justo ahora?

La respuesta implícita fue unánime: porque la FGR había perdido control interno. Porque intereses cruzados querían lastimar a la 4T. Porque la filtración no solo embarraba a un empresario, sino también a Bosch, la nueva joya mediática del país. Porque el triunfo, tan necesario en una nación saturada de malas noticias, se convirtió en combustible político en cuestión de horas. Porque México estaba celebrando una coronación, y alguien sacó un expediente que olía a guerra interna.

Eso, en Palacio Nacional, fue dinamita.

No se podía permitir que una victoria global, limpia y emocional, se convirtiera en pleito burocrático. Mucho menos cuando la Presidencia buscaba proyectar una nueva etapa institucional y evitar conflictos con la industria cultural y de entretenimiento que ya estaba devolviendo atención internacional al país. Gertz había sobrevivido a todo: a expedientes fallidos, a presiones, a audios filtrados, a críticas internacionales. Pero tocar un símbolo recién coronado fue otra cosa. Transformó un problema jurídico en un problema político. Y en México, los problemas políticos se resuelven de una sola forma: pidiendo renuncias.

El 27 de noviembre de 2025, presentó la suya.

Salió con un extraño nombramiento diplomático y un comunicado sin dramatismos, pero cargado de silencios. Fue la despedida de un fiscal que quiso ser reformador, que terminó siendo símbolo de poder concentrado y que cayó no por un caso penal, sino por una coronación que puso demasiados reflectores sobre sus polémicas.

Y así, la corona de Fátima Bosch terminó abollando algo más que el ego de los críticos: terminó abollando, también, el trono del fiscal más poderoso del México reciente.

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