El escritor Ramón Olvera presenta su último poemario “Apuntes para la luz mojada” en un evento el martes 15 de octubre a las 6 PM en la Feria del Libro Chihuahua.
Ramón Gerónimo Olvera Neder nació en Chihuahua en 1977. Es licenciado en Filosofía por la Universidad Autónoma de Chihuahua y maestro en Literatura en la era digital por Universidad de Barcelona. Ha publicado los libros Al margen de los actos (2003), El tribunal del ruido (2005), Pubis al cielo (2009, ICHICULT/UACH/CONACULTA, ganador de mención honorífica en el concurso Carmen Alardín) y Apuntes para la luz mojada (2013, ICHICULT).
Ha recibido el Premio Nacional de Debate Político, el Premio Estatal de la Juventud, el Premio Regional de Periodismo Cultural y Premio Nacional de Periodismo que otorga la Asociación Nacional de Locutores.
Ramón Olvera, ¿es difícil ser poeta?
RGON: Creo que a diferencia de la mayoría de los géneros literarios, la poesía es la más caprichosa, esa toca y llega cuando quiere. Habrá poetas que con mucha regularidad llegan y le tocan a la puerta de la consciencia, habrá otros a los que no nos toca tan seguido. Es muy azaroso lo difícil o no de ser poeta. Además creo que lo difícil y también lo más entretenido es la corrección; esta idea de enmendarle cosas al poema es muy difícil porque te implica entrar en el estado emocional de lo que hiciste a lo mejor hace cinco o seis años cuando eras muy distinto al que eres ahora y para que quede bien corregido hay que entrar en ese mismo estado emocional. Creo que es lo más difícil, cuando se está haciendo el poema, al menos desde mi caso, fluye más o menos así.
O sea, ¿primero pares al niño y luego lo pones bonito?
RGON: Le quitas los moquitos, le cortas el cordón umbilical, lo encremas y todo.
En Apuntes para la Luz Mojada notamos lo mismo que en la poesía que la precede: un instintivismo, me explico, una forma orgánica, visceral de metamorfizar el amor, y el amor carnal, el espiritual y el fraterno, todos. Desde fuera así se ve, desde dentro, ¿tú que dices?
RGON: Escribir poesía es ir de cacería. En ella lo que priva es el instinto. El cazador podrá conocer muy bien el terreno y todo pero lo que lo determina es el instinto. Creo que un poeta sin instinto no existe. Es una cacería con las palabras. Las hemos tratado tan mal en el lenguaje diario que si queremos que retomen su sentido originario de nombrar con fuerza, necesitamos tratarlas como animal de cacería, hacerlas que corran, que se escondan, que vuelvan a dar la cara, que te reten. Entonces en ese sentido si creo que soy instintivo y si creo que el amor en cualquiera de sus ejercicios también tiene muchas cosas similares con la cacería.
Quienes tengan Apuntes para la luz mojada verán muchos poemas dedicados a muchas personas, algunos sabrán quienes son, a otros poco les importará, pero tú, ¿por qué decides compilarlos, cómo se dio? ¿Te conmoviste con situaciones diversas y las aglutinas o fueron situaciones diversas que se aglutinaron en ti?
RGON: Aclaro que todo lo que respondo es desde mi experiencia, no estoy pontificando nada: Cuando escribo, todo me importa, menos el lector. El lector no existe. Pero cuando el poema se termina, se lee, se corrige, algunas veces te pide a gritos compartirlo, comunicarlo, hacer un puente íntimo, secreto, con alguien que es a quien se dedica. La dedicatoria trata de establecer puentes, no del poeta, sino de Ramón Gerónimo con la gente concreta que quiere.
En el apartado ‘Permiso para el plagio’, ¿traduces algunas de tus influencias literarias en verso? ¿O qué haces?
RGON: Lo que hago es, traer a los poemas, fragmentos, pedazos, versos, de grandes poetas, porque al final de cuentas yo no creo que ningún poeta sea dueño de las palabras. Ellas vienen a la mente como si estuvieran encima de uno -creo que es de lo mágico de escribir-, como muchos tantos otros que escribieron y te marcaron. Entonces es un giño, una risa, un hola, ¿qué onda?, un hola, ¿qué hace?, venga aquí al poema conmigo, lo quiero mucho.
Me quedan dos remedios: tener en cautiverio los recuerdos/rodearlos con alambre estilo Aushwitz/o pegarle en la espina dorsal a ver si se queda paralítica/o cuando menos renga/para que no desfile en la ciudad/y me evite la pena/de soltarme llorando/a media calle. (p. 30) Ramón, ¿te han dado ganas de llorar a media calle alguna vez, en un centro comercial, en una plaza pública, en un lugar abierto?
RGON: Por supuesto que muchas veces me han dado ganas de llorar a media calle. Tengo el problema de que no lloro, es un problema que tengo desde hace mucho, por eso me contengo, pero muchísimas veces me han dado ganas. Es más, creo que es una de las sensaciones más comunes de los citadinos, el hartazgo a veces hasta de lo cotidiano. He salido de los bancos literalmente con ganas de llorar por el surrealismo de lo que me ha tocado ahí. Y quisiera llorar pero no responden las fuerzas de mi alma, diría José Alfredo.
Dices que tienes este problema para llorar. Me surge la curiosidad: ¿con que otros instintos primarios tienes un ‘falso contacto’?
RGON: Tendrías que preguntárselo a mi psicoanalista. Pero si me dejas decírtelo a mí, creo que mi problema central es ese: guardar muchas cosas y no desahogarme. Es mi bronca central. Pero en lo personal, creo que estoy en una etapa demasiado estable. Ya me asusta estar tan bien. Me he vuelto muy paciente menos determinante. He aprendido a ser mucho más flexible. Un ejemplo, había personas con las que yo pensaba que no tenía por qué perder más de un minuto, ahora ya no hago eso, tolero y aprendo mucho de aquellos que no imaginé.
“Ese viento se ha llevado el alma de mi otro” (p. 35) ¿Existe otro Ramón diferente al escritor, poeta y joven servidor público que malabarea con cosas tan disímiles como los acuerdos del ayuntamiento, las políticas públicas y la trascendencia de obra literaria de una comunidad?
RGON: Existen muchos otros. Creo que el otro que más le debe llamar la atención a un escritor, es el otro que no fue. Creo que no escribimos de lo que fuimos, de lo que somos, o de lo que seremos, sino escribimos desde aquel otro que no pudimos ser, y son los otros que a mí me gusta mucho traer a la escritura. La escritura viene a enmendar, a ponerle parches a la vida, y para ponerle un parche a la vida, para atreverte a tratarla de corregir, por lo menos en la pequeña estructura de un poema, debes asumirte como otro… El de servidor público, quién sabe cuánto me dure.
¿Alguna vez has usado tu poesía para enamorar a alguien?
RGON: Si. Yo creo que a unas tres muchachas.
Dicen que la inteligencia va ligada a un fuerte sentido del humor, y Apuntes para la luz mojada no escapa de ese humor, ¿es correcto? ¿Esos destellos le diste?
RGON: Mira, Pubis al Cielo, fue un libro que me dejó exhausto emocionalmente, me dejó madreado; no quiero que mi literatura o que mi búsqueda literaria se quede en un solo lugar, y después de éste libro me vinieron episodios luminosos y los trato de consignar con el humor, que es negro, pero a final de cuentas creo que a nuestra poesía y a nuestra sociedad nos hace falta reírnos. Esto de tomarnos la poesía tan demasiado en serio, termina enclaustrándola en la academia.
“… este putrefacto mundo de visas y cajones de estacionamiento/de cuentas por saldar e intestados…” le dedicas a Enrique Cortazar en este poemario, y me llevó a preguntarte: ¿todos los que crean tanta belleza como la poesía, arden en el infierno de la cotidianidad?
RGON: Si, la cotidianidad es un fantasma que nos persigue siempre. El único escritor que ha podido hacer poesía, una poética de la burocracia es Kafka, por eso es tan importante. Y sí, lo cotidiano nos termina cercando.
¿Cómo lo sobrevives?
RGON: Ahora sí que respiro lenta y profundamente… pero también gracias a que hay cajones de estacionamiento y filas enormes, cuando tienes momentos de meditación, de encuentro carnal, de ver una buena película, te saben más. En términos de erotismo: para que el placer llegue, debe existir algo de lo prohibido.
En tu ‘Manual del forense’ dices: “Sería una lástima que esos muslos capaces de hacer temblar un cuerpo por la dicha/quedaran calcinados metidos en una caja de madera”. Como una mezcla muy intensa del inicio de la vida que es el deseo sexual y la muerte, y me lleva a preguntar: ¿eres un hombre de extremos? ¿Te consideras así?
RGON: Si. Soy determinante. Y si bien en mis ideas políticas no me considero una persona radical, en temas como Dios, sí soy radical: No creo. Y si algún día fuese yo creyente, lo diría. Me caen mal los agnósticos en esta indecisión sobre el tema, porque tiendo a ser extremo en ciertas cosas como estas.
Entonces, en tus propias palabras, ¿cómo se considera Ramón Gerónimo Olvera a sí mismo?
RGON: ¿El día de hoy?
En este momento de lunes 14 de octubre de 2013 estando en tu facultad de Filosofía y Letras de la UACh.
RGON: Como una persona que está agradecido con la vida, que quiere seguir aprendiendo, que espera que la vida le depare muchos más rones, risas y buenos momentos.
“Cartilla moral para un hijo que no tuve”, es como intitulas al poema de tus páginas 66 y 67, pero ahora te estrenas como papá a los 36 años, ¿qué te cambia como hombre y luego como poeta?
RGON: Huy, el cambio de un hijo es radical. Yo sé que es el más lugar común de todos, pero merece serlo. Estoy absolutamente feliz. Ya tengo al hijo, habrá que escribirle una cartilla moral para que disfrute la vida, para que la llore cuando le toque llorar y que lo sepa hacer. Como poeta te digo: no he vuelto a escribir poesía. León cumple su primer mes el jueves 17 y no he vuelto a escribir poesía. No sé cuándo vaya a llegar. Mi emoción con León es tan grande, que yo no sé si la vaya a llevar a la poesía, o si tenga sentido hacerlo. Creo que muchas cosas de la vida son para vivirse en presencia pura, y el amor es presencia pura, y mi León, pues más.
Tienes un poema dedicado a Gabriela Rascón, poeta encarcelada por un evento en la frontera y relacionado con tráfico de drogas. ¿Cuál es tu postura sobre ese asunto?
RGON: Gabriela ya está libre por fortuna. Es una muchacha a la que me tocó presentarle su novela dentro del penal. Fue una experiencia dura. Ella es trabajadora, noble, y cuando estuvo dentro de la cárcel –eso le valió para salir- se dedicó a hacer cosas altruistas, culturales, y como todos los seres humanos está en su segunda oportunidad de vivir la vida y correr descalza en ella.
“La luz esta mojada…” escribes en tu pagina 74… ¿qué es para Ramón Gerónimo Olvera Neder, mojar la luz?
RGON: Es ver la tinta. Tiene que ver con la tinta, con su esparcirse sobre la hoja, es una suerte de luz que se refleja sobre el papel. Nunca pensé escribir un libro que hiciera referencia a lo luminoso, pero a lo mejor me terminó jodiendo o me terminé cayendo mal con el tono de mis anteriores libros y me fui por este tono, con el que me sentí muy contento, no he vuelto a escribir prácticamente. Estoy escribiendo otras cosas. Ahora ando con versos para niños. O sea algo completamente distinto al baboso que se auto flagelaba.
¿Algo que quieras agregar?
RGON: Pues yo no podría fundar una ciudad ni sembrar un árbol, y creo que desde el momento en que dices ‘no podría’ quiere decir que haces presente esa posibilidad. Y nada, agradecerle a Benito Taibo que viene a presentarlo, que hace un prólogo muy generoso, a Héctor Barrón, el ilustrador, que mis respetos. A Gisela Franco, la diseñadora, que hizo una muy buena integración. Y a Liliana Poeda, quien estuvo en corrección y sugerencias sobre el texto. E invitarlos a todos mañana a las 6 de la tarde a la presentación de Apuntes sobre la luz mojada en la feria del libro.
Doany Domínguez Ortiz
@Doany
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