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Esto debe costar el kilo de camarón, según la Profeco, durante la Cuaresma

En temporada de cuaresma, mucha gente sigue la tradición de no consumir carne y sustituir a esta proteína por mariscos. Sin embargo, la alta demanda motiva a los comerciantes a elevar los precios en el mercado.

Por esta razón, la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) dio a conocer cuánto cuesta el kilo de camarón, en promedio, para que no tomen por sorpresa a los mexicanos.

En la Revista del Consumidor del mes de marzo, la Procuraduría publicó una guía de precios sobre este alimento para evitar caer en malas prácticas y en abusos por parte de los vendedores.

¿Cuánto cuesta un kilo de camarón?
La venta de este marisco se divide en seis categorías, por lo que su precio oscila entre los 200 y 350 pesos:

Camarón coctelero chico (congelado o descongelado): 203.90 pesos
Camarón coctelero (congelado o descongelado): 209 pesos
Camarón chico (sin cabeza): 245.30 pesos
Camarón grande (con cabeza): 335.60 pesos
Camarón pacotilla (royal pacotilla, cocido pacotilla o pacotilla Chiapas): 340 pesos
Camarón grande (sin cabeza): 359 pesos

Antes de comprar cualquier producto del mar, la Profeco sugiere:

Reconoce su frescura: En caso de percibir un olor desagradable es probable que el marisco se encuentre en descomposición.
Consúmelo el día que lo compres: Procura consumir pescados y camarones el mismo día de su compra, sin vísceras que puedan contaminar el producto.
Elige correctamente el lugar de compra: Busca establecimientos que cuenten con el equipo necesario, como refrigeradores y congeladores que garanticen frescura en el producto.

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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