Los astronautas que están en órbita o en trayectoria interplanetaria en el espacio experimentan aumento de estatura, pérdida de calcio, de masa muscular y de sangre, así como cambios en su fisonomía y de orden psicológico.
Si bien la ciencia logró proteger al ser humano de las condiciones del espacio como la radiación cósmica, las temperaturas extremas y la ausencia de la atmósfera, todavía no se puede contrarrestar la falta de gravedad, dijo el asesor del Área Médico Biológica del Centro de Desarrollo Aeroespacial del Instituto Politécnico Nacional (IPN), Ramiro Iglesias Leal.
Ese factor, la ausencia de gravedad, produce el mayor número de cambios en el organismo humano, los cuales son parte de un proceso de adaptación a un ámbito distinto al de la Tierra y no pueden ser considerados daños o enfermedad, indicó.
Al cumplirse el pasado 12 de abril 54 años de que el soviético Yuri Gargarin se convirtió en el primer hombre lanzado al espacio, Iglesias Leal explicó que en la normalidad el ser humano acumula líquidos debajo del diafragma, en el abdomen y en las piernas, pero al no haber gravedad en el espacio, éstos se concentran en la parte superior del cuerpo, almacenándose en el tórax, cuello y cabeza.
Así, los sensores de volumen piensan que el cuerpo está inundado y el organismo empieza a desechar líquido mediante la orina.
En entrevista, el primer médico en la historia en recibir un electrocardiograma desde la órbita lunar en 1968, comentó que otro efecto fundamental es la pérdida de calcio en los huesos, producida cuando los mecanismos de funcionamiento del cuerpo interpretan que los huesos no lo necesitan, pues en el espacio no hay peso.
En contraste, el astronauta gana hasta ocho centímetros de estatura debido a que la columna vertebral se endereza o disminuyen las curvaturas que presenta, pues los discos intervertebrales se dilatan alargando la columna por la ausencia de peso.
A la par, se pierde masa muscular, sobre todo de los llamados antigravitacionales, es decir, se atrofian “los músculos que nos ayudan a mantenernos en pie, a caminar o estar sentados con una postura y que se encuentran a lado de la columna vertebral y de las extremidades inferiores”, agregó.
Respecto al cambio en la fisonomía, el especialista de la Unidad de Educación Continua del Politécnico indicó que la acumulación de líquidos en la parte superior del organismo hace lucir un rostro más ancho con párpados hinchados, con aspecto de raza oriental.
Otro cambio importante que opera en el organismo es la pérdida de un litro de sangre. Aunque aún no se sabe por qué ocurre esto, se cree que al remodelarse el tórax y hacerse más corto y más amplio, derivado de la acumulación de líquidos en la parte superior del cuerpo, éste aloja más sangre de lo normal.
Ante la disminución de la sangre, el corazón achica su tamaño en 15 o 20%, pues bombea menos sangre, sin embargo, Iglesias Leal aclaró que el músculo cardíaco permanece en condiciones normales a las de la Tierra.
Una vez que los astronautas regresan al planeta se revierten los cambios sufridos en el espacio, así los centímetros ganados en la estatura se pierden en 24 horas, en tanto, los músculos y sobre todo la recuperación del calcio en los huesos se lleva más tiempo, aproximadamente el mismo periodo que se estuvo en el espacio.
Mientras que los cambios que permanecen son los psicológicos, ya que los astronautas que han estado en el espacio por un lapso prolongado regresan con una visión distinta de la vida, “regresan animados de sentimientos de solidaridad internacional porque han contemplado su planeta desde grandes distancias” y desde allí, la Tierra se ve como un globo muy bonito pero pequeño, de 70 u 80 centímetros.
“Desde allá, dicen ellos, no se distinguen fronteras, ni cambios regionales o raciales, políticos, religiosos o de otra naturaleza, simplemente se ve un cuerpo celeste muy bello”, añadió Iglesias Leal.
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