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Fallece el exboxeador Héctor Macho Camacho

San Juan.- Héctor «Macho» Camacho, polémico, exitoso y taquillero en los cuadriláteros pero asolado por las adicciones durante buena parte de su vida, falleció este día luego de que los médicos lo desconectaron de un respirador del que dependía su existencia desde el martes, cuando recibió un disparo en la cabeza. Tenía 50 años.

El médico Ernesto Torres, director del Centro Médico, la clínica de traumatología en la que fue internado Camacho tras recibir el disparo, dijo que el púgil boricua sufrió un paro cardíaco hoy a las 01:40 horas. Se le desconectó del respirator y falleció poco después.

Los médicos declararon el jueves que Camacho había sufridomuerte cerebral clínica a consecuencia del disparo, en un ataque que mató también a uno de los mejores amigos del «Macho», cuando ambos estaban dentro de un automóvil en Bayamón, parte del área metropolitana de San Juan.

El «Macho» Camacho, uno de los más pintorescos y habilidososcampeones mundiales en la larga historia del boxeopuertorriqueño, era reconocido tanto por sus elegantes movimientos sobre el cuadrilátero como por su extravagante personalidad y llamativos peinados y atuendos.

El ex campeón mundial en tres divisiones -superpluma, ligero y junior welter- colgó los guantes el 14 de mayo de 2010 luego de una deslucida derrota por decisión unánime ante Saúl Durán. Se retiró con récord de 79 triunfos (38 nocauts), seis derrotas y tres empates.

Entre sus combates más memorables están sus triunfos sobre Sugar Ray Leonard y Roberto «Mano de Piedra» Durán en 1997 y 1996, respectivamente, y ante su coterráneo Edwin «El Chapo» Rosario en 1986 en el Madison Square Garden de Nueva York, en una cartelera que incluyó combates preliminares de un joven Mike Tyson y del mexicano Julio César Chávez.

Tres derrotas marcaron su carrera: ante su coterráneo Félix «Tito» Trinidad en 1994, frente a Chávez en 1992 y contra Oscar de la Hoya en 1997.

Un zurdo de poca pegada pero ágiles movimientos, Camacho se caracterizó por su habilidad para golpear sin que le pegaran, en muchas ocasiones bailando sobre el cuadrilátero hasta el punto de irritar a sus oponentes.Nació el 24 de mayo de 1962, en el mismo Bayamón, aunque de niño fue llevado por su familia a Nueva York.

Ganó su primera corona mundial el 7 de agosto de 1983 al vencer por nocaut técnico en cinco asaltos al mexicano Rafael Limón, para alzarse con el título superligero del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) . El 10 de agosto de 1985 superó por decisión unánime en Las Vegas al mexicano José Luis Ramírez para adjudicarse el título del peso ligero del CMB, y luego fue monarca dos veces del peso junior welter de laOrganización Mundial de Boxeo.

El boricua popularizó la frase «¡Macho time!» (¡La hora del Macho!), la cual gritaba con exuberante júbilo en promociones y sobre el cuadrilátero.

Además, hizo famosos sus coloridos peinados, especialmente con un mechón enroscado que le caía sobre la frente, y sus pantaloncillos de todos los colores posibles.

Camacho, cuyo hijo del mismo nombre también incursionó en el boxeo pero sin el mismo éxito, tuvo numerosos problemas legales y con sustancias controladas durante su carrera profesional, incluyendo el más reciente en abril de este año cuando fue detenido en Orlando por un caso de abuso de menores.

En 2007, fue sentenciado a siete años de prisión por el robo de una tienda de computadoras en Missisippi, aunque un juez le ordenó cumplir sólo un año tras las rejas y le permitió cumplir el resto de la condena en libertad condicional.

Tres años después, incursionó en la televisión, como participante del programa de concurso «Mira Quién Baila», producida por Univision. Prometió que si ganaba el primer premio, de 50 mil dólares, lo donaría a una organización puertorriqueña que ayuda a la prevención y atención de adicciones. Finalmente, quedó eliminado en la primera ronda.

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Con polémica incluida, Real Madrid vence al Atlético de Madrid en penales y avanza

Nivelada la eliminatoria por el Atlético de Madrid a los 27 segundos, con ocasiones suficientes para la remontada total contra Thibaut Courtois, y fallada una pena máxima por Vinicius Júnior ya en la segunda parte, la tanda de penaltis culminó la supervivencia del Real Madrid en el Metropolitano, agarrado a un resbalón de Julián Alvarez y lanzado a los cuartos de final de la Liga de Campeones para enfrentarse contra el Arsenal.

La apoteosis del Real Madrid, la desolación del Atlético, que lo intentó de todas las maneras posibles, se desfondó hasta el final y cayó en la tanda final, en la agonía del partido.

Superadas ya las once y media de la noche en el Metropolitano, exhaustos todos y cada uno de los futbolistas, abrazados en la banda y en el terreno de juego (Simeone caminando de un lado para otro), entre la tensión desbordante, el Real Madrid inició los lanzamientos. Primero Kylian Mbappé. Gol. Segundo, Sorloth. También gol. Igual que Bellingham después. No Julián Alvarez. Se resbaló, tocó dos veces el balón. Marcó pero no valió. Frustración.

No falló Valverde después para aumentar la ventaja, con el 1-3. Correa resistió con el 2-3, apareció Oblak para repeler el tiro de Lucas Vázquez. Y la escuadra escupió el derechazo de Marcos Llorente. El gol decisivo, el final, fue de Rudiger. El Real Madrid siempre sobrevive.

27 segundos. Una jugada. Como un relámpago, el Atlético reequilibró la eliminatoria. Tan pronto, el Real Madrid sintió perdido todo lo ganado en la ida, tan crucial en un duelo como este. El segundo gol más rápido recibido por el club blanco en su historia en la Champions. Un nuevo duelo, un nuevo plan, un nuevo objetivo, una nueva responsabilidad. Ni medio minuto del saque inicial al gol. Sólo Roy Maakay, en 11 segundos en 2007, lo marcó antes. 

Un pelotazo de Lenglet, la segunda jugada, un mal despeje de Asencio… Y todo activo. El rechace lo ganó Griezmann. No acudió nadie del Real Madrid. La acción la continuó primero Gallagher -una de las novedades del once de Simeone, junto a Reinildo-, después Julian Alvarez y más allá, ya en la banda derecha, De Paul para poner el centro raso que tocó de tacón Giuliano y que remachó con el alma, imparable, lanzado, el propio Gallagher. 

Estalló, volcánico, el Metropolitano. El mejor inicio para el Atlético, el peor comienzo para el Real Madrid. Todos los condicionantes desaparecieron en un instante; la obligación del gol del equipo rojiblanco, las posibilidades de especulación del conjunto blanco. La partida giró. El Atlético optó por el repliegue, por resguardar el gol y el contragolpe. El juego previsto del Real Madrid, que, en cambio, se apropió de la posesión: aceptó la invitación de su rival.

Desde el empuje el 1-0, desde la ventaja, frente al control de balón con el que maniobró el Real Madrid de un lado a otro a la espera de un pase, de un espacio, de una vía para probar a Oblak (no lo hizo hasta el minuto 29 por medio de Rodrygo, flojo a las manos del guardameta desde una posición nada prometedora), el equipo local se compactó en 30 metros en torno a sus bienes más preciados: la portería y la igualdad de la eliminatoria.

El partido estaba entonces donde quería el Atlético. Protegido en su defensa, en la red de ayudas tejida en la pizarra de Simeone (Vinicius frente a Llorente y Giuliano; Rodrygo ante Reinildo y Gallagher), sin una sola ocasión clara del conjunto blanco, sus ráfagas de respuesta y las segundas jugadas ganadas en cada envío en largo contra los centrales madridistas lo reafirmaron en el éxito del plan, más aún el latigazo que soltó Julián Alvarez. 

Expresivo Courtois en la estirada de respuesta, el Real Madrid también entendió el riesgo -alertado por otra jugada de Griezmann y por un cabezazo fallido de Lenglet- sin haber saboreado aún nada más que una cantidad improductiva de pases horizontales, revelado como una estructura inestable y salvado otra vez por su portero. Otra vez, a Julián Alvarez.

El remate de Bellingham contra Tchouameni, entre las explicaciones reclamadas por el inglés, relató la confusión por la que se movía el juego blanco, tan aparente como inofensivo, cuando enfiló el descanso sin exigir una sola parada de mérito a Oblak. Descriptivo del primer tiempo. Del partido del Atlético y de la inocua respuesta del Madrid.

Antes del primer minuto de la segunda parte, Julián Alvarez advirtió de nuevo a Courtois, seguro desde el suelo. Hasta el quinto minuto de la reanudación, el Real Madrid no volvió a combinar tres pases. Era el mismo partido de antes, el que quería el Atlético, entre un centro chut de Marcos Llorente y un buen susto para Courtois. Respiró cuando lo vio fuera. Igual que lo hizo luego Oblak cuando Bellingham no remató un centro de Rodrygo. 

Insustancial Vinicius, desparecido Mbappé (finalmente titular tras la duda de las últimas horas por un golpe en el tobillo), con poco peso decisivo Luka Modric, demasiado lejos Fede Valverde, intermitente Bellingham, Rodrygo era la opción más nítida del Real Madrid, atascado ante la resistencia del Atlético, que no se quedó solo ahí: su amenaza era tanto o más potente que la de su adversario. El testarazo de Giménez lo atestiguó de nuevo. 

El encuentro estaba ahí. En un detalle. En un acierto. En un pase filtrado del Real Madrid o en un contraataque del Atlético. Un filo tan fino, tan estresante, tan inquietante, para determinar toda una clasificación para los cuartos de final de la Liga de Campeones, en vilo para los dos, por más que la sensación local era más prometedora que la visitante. Sólo eso.

Porque el Real Madrid tiene unos atacantes extraordinarios. En cuanto corren, en cuanto perciben el espacio, se transforman en unos cohetes incontenibles, como Mbappé en el contragolpe que pudo transformarlo todo ya superada la hora de encuentro. El paso en falso puso en evidencia a Giménez, facilitó el quiebro al atacante francés. A Lenglet, justo detrás, no le quedó otra que derribarle. El penalti lo pidió Vinicius. Lo lanzó fuera. 

A un metro de altura del larguero, a las nubes, pateó el atacante brasileño la mejor ocasión del Real Madrid hasta entonces. Casi la única. Era ya el minuto 69. La contra surgió en una mala decisión de Griezmann en el otro área. Instantes después reincidió, salvado el Atlético por el cruce providencial de Reinildo cuando Rodrygo enfilaba la recta del gol ante Oblak. 

Un síntoma del descontrol que, por primera vez en todo el partido, padeció el Atlético, personificado en cada intervención de Griezmann. Futbolista formidable en la historia del equipo rojiblanco, no está en su mejor tiempo, desgastado, impreciso, lejos de su mejor versión en los últimos choques, también en el emocionante derbi de Champions.

A diez minutos del final, sin un solo cambio de Simeone, cuando su equipo lo desprendía de manera evidente hasta el minuto 85 (un notable Gallagher dio paso al imprevisible Lino), era el momento del Real Madrid en el partido. No lo aprovechó entonces. Ni una sola oportunidad. Es más, Correa, a la media vuelta, apuntó al 2-0. No lo logró. La prórroga. No llegó De Paul a ella, desfondado y acalambrado, como Mendy minutos antes en el otro lado. 

La novena prórroga ya entre ambos equipos en la era Simeone, que pedía calma cuando Correa iba a toda velocidad a sacar un córner, tras una nueva oportunidad del Atlético, ya por las siete ocasiones en hora y media por una tan solo del Real Madrid, que reapareció con otro tímido tiro de Brahim. También un cabezazo de Sorloth. Sólo cuatro minutos del tiempo extra, más roto el encuentro, sin tanto físico, sin tanto tino. También se fue exhausto Reinildo, reivindicado con un gran partido defensivo. No aguantó ya más.

Todo siguió igual. El primer tiempo de la prórroga. Aún 1-0. La segunda parte, sin ocasiones, sin goles, a los penaltis. Más de tres horas y media de tensión reducidas a once metros, a nueve lanzamientos, al resbalón desgraciado de Julián Alvarez a la victoria agónica del Real Madrid, el vigente campeón de la Liga de Campeones, superviviente en el Metropolitano.

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