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Opinión

Gabriel Gómez Michel por Kamel Athié

La semana que recién concluyó, hubo luto para la cámara de diputados, porque uno de sus integrantes fue arteramente asesinado junto con su chofer. Aunque los temas que se discutieron en tribuna no fueron relevantes, la actividad fue intensa por la comparecencia de connotados funcionarios federales, en virtud de la glosa del segundo informe del Presidente de la República. En el ambiente predominaba la tristeza, el dolor, la indignación e incertidumbre.

diputados6El tema central entre los líderes de las fracciones parlamentarias y las diputadas y diputados de todos los partidos, era la misteriosa muerte de Gabriel Gómez Michel, legislador por Jalisco quién no era ciertamente protagónico, ni al interior de su bancada y menos aún en el contexto de los 500 diputados que integran la LVII legislatura; se distinguió por su carácter afable y sencillo, con gran facilidad para socializar y su pensamiento universal e incluyente.

Las virtudes de Gabriel eran las relacionadas con la calidad humana y  enorme compromiso hacia quienes votaron por él; su puntualidad y formalidad en los asuntos legislativos vinculados a las comisiones de Derechos Humanos, Medio Ambiente y Recursos Naturales, y la de Ganadería. Como muy pocos, era de los que tenían mayores récords de asistencia, tanto en las reuniones previas, como en las votaciones del pleno, siempre presente…puntual y ocupando su curul.

Como miles de mexicanos pueblerinos, nuestro compañero surgió de familias campesinas, en las cuales los padres se esmeran por la superación de sus hijos y hacen todo para que se conviertan en profesionistas y gentes de bien… nuestro Gabriel supo responderles a sus padres y a su comunidad…se convirtió en médico pediatra egresado de la U de G.

Regresó a su pueblo, El Grullo Jal. ubicado al sur del Estado, de clima húmedo muy favorable para el cultivo y aprovechamiento de la caña de azúcar, en el distrito de riego Autlán-El Grullo, del cual era productor y defensor de la actividad de la que viven miles de familias, sujetas a los vaivenes del mercado y por lo tanto a la inseguridad en los ingresos. Sin embargo GGM siempre se sintió orgulloso de ser del Grullo y cañero, a donde volvió para poner en práctica sus conocimientos como galeno y servir a la comunidad, atendiendo niños pobres sin cobrarles…no tenía dinero, pero si muchas satisfacciones y gente que lo quería.

Como con muchos otros diputados, tuve el privilegio de ser amigo y convivir con tan admirable mexicano, lo acompañé a su pueblo para contribuir a la solución de problemas de agua potable y saneamiento en comunidades rurales y viajé en la camioneta donde fue sacrificado con su chofer que era su amigo… no traía escolta. Su plática versaba en torno a su familia y a la situación tan crítica que experimenta el gremio cañero.

Por todo lo dicho, surgen obligadamente una serie de interrogantes: ¿Cómo no va a causar consternación esa muerte tan horrenda? ¿Qué pecado o falta pudo haber cometido un hombre aparentemente tranquilo, sin angustias que reflejaba felicidad? ¿Cuál es el móvil del crimen? ¿Por qué tanta saña? Dadas las evidencias del “Levantón” con un “operativo” de varios vehículos y gran despliegue de sicarios, así como la forma en que sacrificaron a ambos, queda claro que no fue para robarlo o secuestrarlo…”iban por él” con el propósito claro de ejecutarlo, muy al estilo del crimen organizado.

En este tipo de asuntos siempre hay información para iniciar las pesquisas y dar con los autores intelectuales y ejecutores, trabajo que deberá realizar la PGR al mando de un diputado federal con licencia, que es Jesús Murillo Karam, a quién los líderes parlamentarios le han encomendado este lamentable y espinoso caso.

La curul de Gabriel Gómez Michel hasta ayer lucía vacía… pronto llegará su suplente, pero en el corazón y pensamiento de muchas diputadas y diputados, quedará para siempre la figura jovial y amable de tan admirable mexicano que será recordado en su tierra por sus generosas acciones.

kamelathie@gmail.com

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Opinión

KAFKIANO. Por Raúl Saucedo

ECOS DOMINICALES

En el laberinto de la política contemporánea, a menudo podríamos considerar  que nos encontramos deambulando por pasillos de las obras de Franz Kafka. Esa sensación de absurdo, opresión y burocracia incomprensible que caracterizan lo «Kafkiano» no es exclusiva de la ficción; es una realidad palpable en el día a día de millones de ciudadanos alrededor del mundo.

A nivel global, la política parece haberse transformado en un sistema gigantesco, deshumanizado y a menudo ilógico. Las decisiones se toman en esferas lejanas, por personajes que parecen habitar otro universo, mientras que las consecuencias recaen directamente sobre los ciudadanos de a pie. ¿Cuántas veces hemos visto acuerdos internacionales o normativas supranacionales que, a pesar de sus buenas intenciones, terminan generando más confusión y restricciones que soluciones? Es la burocracia global, un monstruo de muchas cabezas que opera bajo sus propias reglas, ajeno a las realidades individuales. Los ciudadanos se sienten como los personajes de Kafka, constantemente a la espera de un veredicto o una explicación que nunca llega, o que llega demasiado tarde y de forma incomprensible.

En América Latina, la esencia Kafkiana de la política se magnifica. La historia de la región está plagada de sistemas que parecen laberintos, donde los procesos se estancan por años, las acusaciones no tienen fundamento claro y la justicia parece un privilegio, no un derecho. La corrupción es otro elemento profundamente Kafkiano: actos inexplicables de desvío de recursos o favores políticos que operan en las sombras, imposibles de rastrear o de exigir responsabilidades. Los ciudadanos se enfrentan a un estado omnipresente pero ineficiente, que promete soluciones pero solo entrega más papeleo y trámites sin fin. Las promesas electorales se desvanecen en el aire como niebla, dejando un rastro de desilusión y cinismo. La sensación de desamparo es palpable, pues la maquinaria política y administrativa, en lugar de servir, parece diseñada para agobiar y confundir.

Existen países que para interactuar con dependencias gubernamentales puede ser una auténtica Odisea Kafkiana. Solicitar un permiso, registrar una propiedad o incluso tramitar una simple credencial puede convertirse en una misión imposible, llena de requisitos ambiguos, ventanillas equivocadas y funcionarios que ofrecen respuestas contradictorias. La burocracia, en muchos casos, no solo es lenta, sino que parece tener una lógica interna ajena a la razón, diseñada para agotar la paciencia del ciudadano. A esto se suma la impunidad, un fenómeno profundamente Kafkiano, donde crímenes y actos de corrupción permanecen sin castigo, generando una sensación de injusticia y resignación. Las narrativas oficiales a menudo carecen de la transparencia necesaria, dejando a la población en un estado de perpetua incertidumbre y desconfianza, buscando desesperadamente una explicación que nunca llega, o que es inaceptable.

En este panorama, la política se percibe como un ente ajeno, una fuerza opresiva que opera bajo un código indescifrable. Para muchos, participar activamente se siente como un esfuerzo en vano contra un sistema que parece inmune al cambio. La resignación es un peligro real, y la apatía se convierte en una respuesta lógica a la frustración persistente.

Sin embargo, como en las obras de Kafka, donde los protagonistas, a pesar de su desorientación, siguen buscando una salida o una explicación, nuestra sociedad no debe rendirse. Entender la naturaleza Kafkiana de nuestra política es el primer paso para exigir transparencia, simplificación y, sobre todo, una humanización de los sistemas que nos rigen. Solo así podremos, quizás, encontrar la puerta de salida de este interminable laberinto.

Esta reflexión viene de mensajes en grupos, cafés en mesas y observaciones del pasado domingo, donde lo kafkiano quizá no es la situación, si no nosotros mismos.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

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