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Guachochi firma convenio de colaboración con el Tec de Monterrey.

Al Gobierno Municipal de Guachochi, firma colaboración haciendo sinergia con el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), mismo que cuenta con un plan estratégico 2020, del cual se desprende su actual Modelo Educativo denominado Tec21, en donde su objetivo es mejorar la competitividad de los alumnos en su campo profesional, potenciando las habilidades de las generaciones actuales, para desarrollar las competencias requeridas que los conviertan en los líderes que puedan enfrentar los retos y las oportunidades del siglo XXI.

El programa esta enfocado a promover el aprendizaje experiencial de los alumnos. Es así que se formaliza la oferta de participación en el proyecto “SOCIOS FORMADORES EN EL MODELO EDUCATIVO TEC21”; Siendo un trabajo en conjunto entre el Gobierno Municipal y el ITESM.

Durante la firma del convenio estuvo presente Rodolfo Castelló; Director del Campus Chihuahua, Sofía Flores; Líder de Relaciones y Desarrollo Gestión de Relaciones Institucionales y Pablo Hernández; Director de División de Arquitectura, Ciencias Sociales y Humanidades.

Mediante esta colaboración, como “Socio Formador” se brindarán proyectos de índole académico y/o espacios fuera del Campus, en los cuales los estudiantes puedan combinar sus conocimientos con la práctica en campo, con lo que potencializará su desarrollo profesional.

José Miguel Yáñez a través de su Administración ofertará dos becas para jovenes de Guachochi.

Confiados en que se lograrán resultados y objetivos que logren una formación propicia en nuestros estudiantes, para que así salgan al campo laboral mejor preparados y con las herramientas necesarias.

Fuente: El diario

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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