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Opinión

Justicia, verdad e incompetencia por Juan Ramón Camacho

Es cosa del dominio público que andan inocentes penando y culpables gozando.  O en otras palabras: algunos de adentro merecen estar afuera y algunos de afuera merecen estar adentro.  ¿Qué justicia es esta? A veces –y no pocas-, esta lamentable situación se origina en quienes juzgan, quizás por una errónea apreciación que tuvieron al considerar los elementos aportados para el juicio; pero seguramente son más las veces que todo surge la tarea de investigar, en la realización del encargo de hallar y aportar pruebas y evidencias que favorezcan un juicio adecuado.

Los mexicanos, en general, y los chihuahuenses, en particular, estamos informados constantemente, a través de los medios masivos, de encarcelamientos y excarcelamientos de individuos que fueron sujetos a un proceso penal en el cual abundaron las anomalías, desde averiguaciones impostadas hasta acciones de tortura para obtener declaraciones, entre otras.  Es una realidad preocupante que ningún ciudadano debe tomar a la ligera, porque ella es un riesgo para todos.

Los descuidos, las incapacidades, las omisiones y arbitrariedades en la integración de expedientes para los procesos, son algo que parece ser de lo más frecuente a lo largo y ancho de nuestro país.  Es, aparentemente, un mal que ocurre por una incompetencia para buscar la verdad que funda el juicio justo, el juicio deseable que ha de conformar a la sociedad.  Para juzgar se requieren elementos, los llamados elementos de juicio, todos ellos interesados por el valor de la verdad, por el respeto a los hechos que deben ser los determinantes del dictamen justiciero.

Para que la sociedad confíe en una impartición de justicia debe exigir, primeramente, conocimientos, destrezas, habilidades y valores en quienes representan sus intereses en los procesos penales.  Aunque podemos suponer que algunas investigaciones judiciales se realizan con la intención auténtica de aportar elementos para un juicio justo, muchas veces esa intención queda sólo en eso.  Y entonces vemos que la decisión de un juez se vuelve gran noticia, lo mismo que la indignación e inconformidad populares.

Es, por tanto, la conexión entre verdad y justicia algo indispensable para garantizar a la sociedad una certeza en los castigos o exoneraciones que se aplican a quienes sean imputados y sometidos a un proceso.  Y para encontrar verdades, lo mismo que para sostenerlas, se requiere una competencia.  La justicia es difícil de aplicar cuando se es incompetente para trabajar por y para la verdad; esta es la competencia fundamental, un respeto y un acercamiento metódico (con técnicas y procedimientos adecuados) a los hechos.

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Opinión

El tren. Por Raúl Saucedo

Por las vías de los recuerdos y el futuro

En la actual era de la inmediatez y la conectividad a nivel mundial, donde la información
viaja a la velocidad de la luz, es fácil olvidar la importancia de las arterias que mueven el
mundo físico: las vías férreas son ejemplo de ello. Los trenes como gigantes de acero que
surcan valles y montañas, no son sólo reliquias del pasado, sino fueron clave fundamental
para el desarrollo económico y social de las naciones, y México fue la excepción.
A lo largo de la historia, el ferrocarril ha sido sinónimo de progreso. Desde la Revolución
Industrial, las vías férreas han tejido lazos entre pueblos y comunidades, impulsando el
comercio, la industria, el turismo y el intercambio cultural. Países como Estados Unidos,
China y Japón son ejemplos claros de cómo una robusta red ferroviaria puede ser el motor de
un crecimiento económico sostenido.
En México, la historia del ferrocarril está ligada a la propia construcción del país. El «Caballo
de Hierro», como se le conoció en el siglo XIX, unió a una nación fragmentada por la
geografía y las diferencias sociales regionales. Sin embargo, a pesar de su glorioso pasado, el
sistema ferroviario mexicano ha sufrido un prolongado periodo de abandono y desinversión.
Hoy, en un momento en que México busca consolidarse como una potencia regional y lograr
un desarrollo más equilibrado y sustentable, es imperativo revalorizar el papel del ferrocarril.
La construcción de nuevas líneas, la modernización de la infraestructura existente y la
promoción del transporte ferroviario de carga y pasajeros son acciones estratégicas que deben
estar en el centro de la agenda nacional.
Los beneficios de un sistema ferroviario eficiente reduce los costos de transporte, facilita el
comercio interior y exterior, y promueve la inversión en diversos sectores productivos,
permite conectar zonas marginadas con los principales centros urbanos e industriales,
impulsando el desarrollo local y la creación de empleos y un sistema ferroviario eficiente
ofrece una alternativa de transporte segura, cómoda y accesible para la población.
La actual administración federal ha mostrado un interés renovado en el desarrollo ferroviario,
con proyectos emblemáticos como el Tren Maya y el Corredor Interoceánico del Istmo de
Tehuantepec, así como las futuras líneas a Nogales, Veracruz, Nuevo Laredo, Querétaro y
Pachuca.
Con estas obras México recuperara su vocación ferroviaria y aprovechara a mi parecer el
potencial de este medio de transporte para impulsar su desarrollo hacia el futuro.
El motivo esta columna semanal viene a alusión de mis reflexiones de ventana en un vagón
de tren mientras cruzaba la península de la hermana república de Yucatán y en mi cabeza
recordaba aquella canción compuesta en una tertulias universitaria que decía…”En las Vías
de la Facultad”

@RaulSaucedo
rsaucedo@uach.mx

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