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Opinión

La última Coca con gas en este refri llamado México Por Carlos Toulet

«No puedes bajar dos veces el mismo río, pues nuevas aguas corren sobre ti»

José Antonio Meade Kuribreña y su espectacular andar por la vida y función pública, me ha enseñado a través de los años –aparte de darme envidia–, que tiene mejor promotor del que pudieran presumir Erick “El Cubo” Torres –actual y poco brillante jugador del Cruz Azul– o Dante López –El peor centro delantero de la historia, actualmente en los Pumas de la UNAM–.

Carlos Toulet Medina

Carlos Toulet Medina

Por: Carlos Toulet
Vean que estar en la cúpula del poder en México en dos administraciones, de diferente color e ideología, siempre en secretarías de peso y relevancia, debe atender a que nuestro nuevo Secretario de Hacienda y Crédito Público hace las cosas y las hace muy bien. Definitivamente habla de un trabajo basado en la ética PROFESIONAL, sin enfocar a la moralidad –no me atrevería a meter las manos por nadie de allí– donde por más fregón que seas te toca responderle y resolverle a un jefe –Presidente– más bruto que tú, y hacerte indispensable. En pocas palabras entregar resultados y donde te pongan GUSTAR.
Agradarle a la gente, o en su defecto, no desagradar, no es algo de los que muchos políticos –los que importan– puedan presumir hoy en día.
Abrazo de gol en tiempo extra, jugando con 9 y acalambrado de las dos piernas para el nuevo titular de la SHCP, quien regreso a donde no debió de haber salido nunca. Es el personaje, por mucho, mejor visto y favorito de todos los mercados y la iniciativa privada. Un economista que lamentablemente y aunque tenga que entregarlo mañana, no armó con sus manos el paquete económico para el 2017. Paquete que podría su servidor apostar, arrastra y contiene muchas “bacterias” para el futuro del producto interno bruto, el tipo de cambio, los ingresos, las tasas de interés y los proyectos o programas que marcaron como prioritarios. Seguramente el espabilado Meade sabrá parcharlo y sobrellevarlo el próximo año, blindándonos ante más costosos escenarios.

De EPN, Videgaray, Luis Miranda y el numerito armado el día de hoy para anunciar los cambios, no vale la pena mencionar absolutamente nada. No merecen tu atención ni la mía. Lo que sí la merece es la ola de especulaciones generadas alrededor del mensaje presidencial, ya que en las redes sociales circulaban ideas piaras que empezaban a sazonar debates matutinos muy agradables, pero preocupantes. Sobre todo por su tono cómico. Como si se tratara de una telenovela y se apostará en la trama. Nos sentí, a todos, disfrutando de la ya tradicional espera al error presidencial. Somos mexicanos y somos chingones, sabemos ser miserables con humor y con estilo, ante lo que vemos de quienes mandan.
Regresando la atención para quien inspira estas líneas, mi “ayo” Meade, a quien visualizó y reputo como el mejor relevista mexicano en la historia, por encima del “Buitre de Tecamachalco” Aurelio López, beisbolista de antaño quien consiguió el record de un mexicano con 21 salvamentos en las grandes ligas. Fíjense que rifarla de erudito, diplomático, financiero, operador, tutor y político a la vez para cumplir en todos lados donde se le pone, solo nos enseña que NO se ocupan intelectuales falsos, prejuiciosos y fantoches. Aquellos que, sin certeza, pareciera desde un principio querían joder a EPN, pero a quienes el mismo EPN, les enseño que él podía solito. Aquellos mismos.
Aunque se le veía contento a Meade, el nuevo líder de la “tanda” en México, sabe perfectamente que no será lo mismo la SHCP en el periodo 2011-2012 al nuevo periodo 2016-veamos. Hay aguas más turbias y menos piezas que mover. Seguramente sigue apuntando a la silla presidencial y los resultados –que son lo suyo– le darán la veracidad a sus ganas. Se le antoja y le alcanza, veamos por donde la juega.
Sorprendente: sin ser deleitoso de ver, ni escuchar, Carlos Marín en su reciente entrevista a EPN, le faltó el respeto y gacho. Lo que claramente nos deja ver lo careciente de autoridad, aceptación y respeto, que puede aprovechar cualquier persona con un micrófono o lápiz a la mano. Como su servidorJ. Quien le manda integrar la “mala leche” a la canasta básica, a través de tanta babosada.
Esperanza: Sin llorar Luis Videgaray, Dios aprieta pero no ahorca, cierra una puerta pero abre dos ventanas, por donde seguramente se asoma el nevado y le arropa el aroma del chorizo, buena suerte! Dios lo bendiga!

Opinión

KAFKIANO. Por Raúl Saucedo

ECOS DOMINICALES

En el laberinto de la política contemporánea, a menudo podríamos considerar  que nos encontramos deambulando por pasillos de las obras de Franz Kafka. Esa sensación de absurdo, opresión y burocracia incomprensible que caracterizan lo «Kafkiano» no es exclusiva de la ficción; es una realidad palpable en el día a día de millones de ciudadanos alrededor del mundo.

A nivel global, la política parece haberse transformado en un sistema gigantesco, deshumanizado y a menudo ilógico. Las decisiones se toman en esferas lejanas, por personajes que parecen habitar otro universo, mientras que las consecuencias recaen directamente sobre los ciudadanos de a pie. ¿Cuántas veces hemos visto acuerdos internacionales o normativas supranacionales que, a pesar de sus buenas intenciones, terminan generando más confusión y restricciones que soluciones? Es la burocracia global, un monstruo de muchas cabezas que opera bajo sus propias reglas, ajeno a las realidades individuales. Los ciudadanos se sienten como los personajes de Kafka, constantemente a la espera de un veredicto o una explicación que nunca llega, o que llega demasiado tarde y de forma incomprensible.

En América Latina, la esencia Kafkiana de la política se magnifica. La historia de la región está plagada de sistemas que parecen laberintos, donde los procesos se estancan por años, las acusaciones no tienen fundamento claro y la justicia parece un privilegio, no un derecho. La corrupción es otro elemento profundamente Kafkiano: actos inexplicables de desvío de recursos o favores políticos que operan en las sombras, imposibles de rastrear o de exigir responsabilidades. Los ciudadanos se enfrentan a un estado omnipresente pero ineficiente, que promete soluciones pero solo entrega más papeleo y trámites sin fin. Las promesas electorales se desvanecen en el aire como niebla, dejando un rastro de desilusión y cinismo. La sensación de desamparo es palpable, pues la maquinaria política y administrativa, en lugar de servir, parece diseñada para agobiar y confundir.

Existen países que para interactuar con dependencias gubernamentales puede ser una auténtica Odisea Kafkiana. Solicitar un permiso, registrar una propiedad o incluso tramitar una simple credencial puede convertirse en una misión imposible, llena de requisitos ambiguos, ventanillas equivocadas y funcionarios que ofrecen respuestas contradictorias. La burocracia, en muchos casos, no solo es lenta, sino que parece tener una lógica interna ajena a la razón, diseñada para agotar la paciencia del ciudadano. A esto se suma la impunidad, un fenómeno profundamente Kafkiano, donde crímenes y actos de corrupción permanecen sin castigo, generando una sensación de injusticia y resignación. Las narrativas oficiales a menudo carecen de la transparencia necesaria, dejando a la población en un estado de perpetua incertidumbre y desconfianza, buscando desesperadamente una explicación que nunca llega, o que es inaceptable.

En este panorama, la política se percibe como un ente ajeno, una fuerza opresiva que opera bajo un código indescifrable. Para muchos, participar activamente se siente como un esfuerzo en vano contra un sistema que parece inmune al cambio. La resignación es un peligro real, y la apatía se convierte en una respuesta lógica a la frustración persistente.

Sin embargo, como en las obras de Kafka, donde los protagonistas, a pesar de su desorientación, siguen buscando una salida o una explicación, nuestra sociedad no debe rendirse. Entender la naturaleza Kafkiana de nuestra política es el primer paso para exigir transparencia, simplificación y, sobre todo, una humanización de los sistemas que nos rigen. Solo así podremos, quizás, encontrar la puerta de salida de este interminable laberinto.

Esta reflexión viene de mensajes en grupos, cafés en mesas y observaciones del pasado domingo, donde lo kafkiano quizá no es la situación, si no nosotros mismos.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

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