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Las galletas Oreo cumplen 100 años

 

El edificio de ladrillo visto que daba sede a la National Biscuit Companyes estos días una de la principales atracciones turísticas en la ciudad de Nueva York. De sus hornos salían las populares Oreo. La distintiva galleta de color chocolate con crema blanca cumple 100 años este martes, con una celebración que va más allá del barrio de Chelsea y que gracias a las redes sociales moviliza a fans de todo el mundo.

Las galletas tipo sándwich, propiedad del imperio alimentario Kraft Foods, se pueden comprar en más de un centenar de países y sus ingresos anuales ascienden a unos 2.000 millones de dólares. Eso se traduce en 95 millones de galletas vendidas cada día en todo el planeta. A pesar del cambio de dueños y de diseño de su empaquetado, el mensaje original perdura: no es que estén buenas, mojarlas en leche y chuparlas es además divertido.

Oreo es una de esas marcas que mejor representa el poderío corporativo de EE UU, y que hasta llegó a ser icono cultural de un país. Fue el nombre que dio una seña distintiva a Nabisco y que aún perdura dentro de Kraft Foods. Y como dice la propia compañía, “este es un hito delicioso”. “Nuestra misión con esta celebración es reforzar ese espíritu de niños que todos llevamos dentro”, precisa John Ghingo, responsable global de Oreo.

Un galleta mojada en leche es un mensaje universal. Desde que la primera galleta fue vendida en Hoboken (Nueva Jersey), las Oreos crecieron hasta convertirse en la galleta más vendidas desde EE UU hasta China. Y esa pasión va más allá de la estantería del supermercado o de la cocina. Oreo cuenta en la actualidad con más de 25 millones de seguidores en la red social Facebook, repleta de fotos, vídeos y de comentarios.

Oreo es una de las 12 marcas de “los mil millones de dólares” que integran el imperio alimentario de Kraft Foods, junto a CadburyJacobs, Kraft, LUMaxell HouseMilka, Nabisco, Oscar MayerPhiladelphia,Tang y Trident. La corporación anunció el pasado mes de agosto que se partía en dos compañía cotizadas, para separar el negocio internacional de aperitivos del de ultramarinos en EE UU. Aún no está claro de qué lado caerán las Oreo.

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Revive la espectacular inauguración de los juegos olímpicos de Paris 2024

Con el Sena como escenario y el espectáculo aguado por la lluvia, París 2024 repasó los hitos de la historia de Francia siguiendo a un misterioso encapuchado que portaba la llama, con momentos de protagonismo para la Revolución, la literatura, el cine y un homenaje a mujeres como Simone Veil o Simone de Beauvoir.

El espectáculo concebido por Thomas Jolly se dividió en doce segmentos que se fueron sucediendo desde la salida de la delegación de Grecia, desde el puente de Austerlitz, a la cabeza de los 85 barcos que transportaron a las 205 delegaciones olímpicas.

La inspiración de ‘La vie en rose’ primero y Lady Gaga después, con un número de cabaret, fueron la primera gran actuación musical, antes de llegar entre acrobacias a la zona de la catedral de Notre-Dame (aún cerrada por la restauración del incendio que sufrió en 2019), con un guiño a la literatura de Victor Hugo y a su popular personaje Quasimodo.

‘Los miserables’, ‘La libertad guiando al pueblo’ y ‘La Gioconda’ -que a pesar de ser el cuadro mejor custodiado del Louvre, llegó a manos de los minions de la saga ‘Despicable Me’- fueron otras obras artísticas icónicas de la cultura francesa que tuvieron sus momentos de protagonismo a medida que el desfile cruzaba la ciudad.

Fue al paso del encapuchado (de aspecto similar al protagonista de la saga de videojuegos Assassin’s Creed) con la llama por la Conciergerie, un palacio donde estuvo prisionera María Antonieta, cuando sonaron las guitarras más potentes de la noche para recordar la Revolución francesa.

La voz de Marina Viotti y el grupo metalero Gojira se encargaron de recordar la ira del pueblo con la canción revolucionaria ‘Ah, ça ira’, en uno de los momentos más vibrantes del espectáculo.

La lírica la puso después la ópera ‘Carmen’, del francés Georges Bizet, y también la mezzosoprano Axelle Saint-Cirel al cantar el himno de Francia, ‘La marsellesa’, desde el tejado del imponente Grand Palais, que ha sido restaurado para poder acoger varias de las pruebas olímpicas de París 2024.

Ese momento solemne se aprovechó para homenajear a grandes mujeres de la historia, como la escritora e icono feminista Simone de Beauvoir, la política Simone Veil (que impulsó la legalización del aborto en Francia), la cineasta Alice Guy o la pionera del deporte femenino Alice Milliat.

La moda, el cine y la francofonía

La lengua de Molière también tuvo su espacio con la actuación de la franco-maliense Aya Nakamura (la artista más escuchada actualmente en francés en todo el mundo), que interpretó dos de sus grandes éxitos acompañada por la Guardia Republicana ante el Instituto de Francia.

La moda, con un desfile de talentos emergentes -para no olvidar que París es la gran pasarela mundial y capital de la alta costura- , y un recordatorio de la invención del cine por parte de los hermanos Lumière fueron otros pasajes destacados de la noche.

Más internacional fue el capítulo dedicado a Europa al ritmo de ‘The Final Countdown’ (del grupo sueco Europe) y el mensaje de paz que lanzó desde una isleta artificial la cantante Juliette Armanet con una versión de ‘Imagine’.

Un caballero plateado que hizo todo el recorrido a galope sobre el agua -cuando los últimos atletas habían llegado ya a la parada final, el puente de Jena entre la torre Eiffel y los jardines del Trocadero- sirvió en la recta final para hacer repaso de la historia del olimpismo moderno, que también tiene raíces francesas gracias al barón Pierre de Coubertin.

Ese jinete llevó la bandera de los cinco anillos para ser izada frente a la torre Eiffel antes de que se escuchara el himno olímpico, los discursos oficiales y la declaración de apertura, que correspondió como es tradicional al jefe de Estado del país anfitrión, en este caso Emmanuel Macron.

El encapuchado con la llama llegó justo después, para entregársela al futbolista Zinedine Zidane, quien a su vez se la entregó al tenista español Rafael Nadal -desatando un pequeño momento de locura en el Trocadero- para llevarla de vuelta hacia el museo del Louvre junto a otras tres leyendas del deporte: Serena Williams, Nadia Comaneci y Carl Lewis.

Fueron finalmente los franceses Marie Jose Perec y Teddy Riner los encargados de prender el pebetero, un globo aerostático que se elevó al cielo en Tullerías, mientras en lo alto de la torre Eiffel hacía su aparición triunfal la canadiense Céline Dion, cantando el ‘Hymne à l’amour’ de Edith Piaf, con un portentoso chorro de voz pese a la grave enfermedad neurológica que padece.

https://www.youtube.com/live/S7_0QuGodtE?si=4UG224KKUr8y0R5b

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