Conecta con nosotros

Opinión

LOS EUSEBIOS DEL PAN Por Luis Villegas Montes

En griego, Eusebio quiere decir: “El de carácter piadoso”.

 

El Universal y El Diario. 20 y 21 de marzo de 2012. Las notas dicen así:

 

1.      “El órgano electoral panista notificó a los aspirantes de la decisión después de que varios candidatos documentaran e impugnaran sus elecciones debido a las presuntas irregularidades presentadas en el proceso interno”,[1] y

 

2.      “La Comisión Nacional de Elecciones (CNE) del PAN anuló ayer el proceso interno de ese partido […] el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) designó a Javier Corral en la primera posición en la fórmula para el Senado, y a Lucila Murguía de Arronte, en la segunda posición. […] el aspirante ganador de los comicios anulados, Cruz Pérez Cuéllar, como el ex alcalde de Chihuahua, Carlos Borruel, […] anunciaron por separado que impugnarán la decisión”.[2]

 

Como se desprende de las notas anteriores, el día de ayer la Comisión Nacional de Elecciones del PAN anuló ayer el proceso interno de ese partido para designar candidatos por Chihuahua al Senado de la República: posteriormente, el Comité Ejecutivo Nacional del mismo designó a Javier Corral en la primera posición en la fórmula para el Senado y a Lucila Murguía de Arronte, en la segunda posición.

 

Me da gusto. Me da gusto por varias razones:

 

1.      La primera, la más importante, porque se restablece la legalidad y se impone el orden. Frente al desconcierto de la autoridad estatal y su sometimiento a los intereses de los precandidatos “vencedores”, la cobardía del órgano electoral local para declarar, en uso de sus atribuciones, la nulidad de un proceso caracterizado por una contante, reiterada y masiva violación al orden jurídico interno, viene la autoridad nacional a decir: “¡Basta!” y a poner orden. Bien por ella;

 

2.      La segunda, porque el PAN se sacude el miedo; luego de ese letargo que sumió al Partido en un pozo de apatía, de abulia, donde la simulación era la constante y no la excepción, este es un gesto que podría servir para poner al PAN en pie de guerra de cara a unos comicios que se antojan complicados, y

 

3.      El tercer motivo de júbilo es más complejo de explicar; basta con decir que a nadie le sirve -en ningún momento a nadie le ha servido jamás en ningún sitio- un Presidencia de la República omnipotente, irrefrenable, incontenible. Una oposición real -y leal- es necesaria y útil para atemperar los excesos del poder; la reflexión inteligente, acertada, valiente, informada y responsable, es necesaria para los asuntos públicos, tanto o más, que un sistema jurídico. En política primero debe estar la ética que la regla.

 

Hace unos días, leí la última novela de Almudena Grandes, “El Lector de Julio Verne”;[3] voy a transcribir un párrafo larguísimo, tal cual, y que de ahí cada quien saque sus propias conclusiones: “En las personas valientes le miedo es sólo consciencia del peligro –añadió- pero en los cobardes, es mucho más que ausencia de valor. El miedo también excluye la dignidad, la generosidad, el sentido de la justicia y llega incluso a perjudicar la inteligencia, porque altera la percepción de la realidad y alarga las sombras de todas las cosas. Las personas cobardes tiene miedo hasta de sí mismas, y eso es lo que le pasa a don Eusebio. Él no es una mala persona. Es un hombre culto, amable y considerado siempre que serlo no entrañe ningún riesgo, pero al mismo tiempo es tan cobarde que, ante la menor crisis, el miedo lo domina hasta el punto de hacerle parecer como un tonto a los ojos de un niño de diez años. A ti, que eres valiente, tiene que hacerte más listo, más astuto, más consciente del peligro que, por ejemplo, correrás si sigues poniéndole a don Eusebio en los exámenes lo que yo te cuento a aquí, donde no nos oye nadie, ¿de acuerdo?”.[4] Y en la página 199 escribe: “La verdad es toda la verdad y no sólo la parte que nos conviene”.

 

En el PAN, por lo menos en el de Chihuahua, hace mucho que el miedo los gobierna; hace mucho que la autoridad partidista y los órganos de gobierno de él emanados, en su inmensa mayoría (excluya al CDM de Juárez, al de Parral, entre muy pocos ejemplos), no conocen ni mucho menos el significado de la palabra “valor”; han perdido la dignidad, la generosidad, el sentido de la justicia e incluso, su miedo les ha perjudicado la inteligencia. No es posible que haya quienes, ciegos a la realidad, nieguen la vergüenza del 19 de febrero y hablen de “chantajes”, de “robos”, de respeto a la dignidad de las personas, cuando el origen de su supuesto derecho está precisamente en el fraude electoral y en el ataque a la dignidad de la persona lucrando con su hambre, con su necesidad, con su miseria. Es posible que usted no los reconozca porque aparentemente no son malas personas, son amables, consideradas e incluso, raro caso, puede tratarse de individuos cultos; pero son todo eso siempre que serlo no implique correr riesgos, no arriesgar ni por un instante lo más mínimo de su bienestar. Nos guste o no: “La verdad es toda la verdad y no sólo la parte que nos conviene”. El pasado 19 de febrero, usted lo vio, usted fue testigo de ello, el acarreo de personas, la compra de votos, la entrega de despensas, fueron las herramientas para prefigurar una democracia “de cartón”, una democracia de utilería, eficaz solamente, para aparentar que la mayoría había elegido a los mejores.

 

La resolución que nos ocupa, le hace un favor a Chihuahua, le hace bien al país, le hace bien a la política y le hace bien al PAN, por más que en sus filas los tontos y los cobardes (los Eusebios) opinen lo contrario.

 

Luis Villegas Montes.

luvimo6608@gmail.com, luvimo66_@hotmail.com

Clic para comentar

You must be logged in to post a comment Login

Leave a Reply

Opinión

Francisco: el futbolista que soñaba con ayudar a los pobres. Por Caleb Ordoñez Talavera

En un mundo donde los líderes suelen subir al poder sobre pedestales dorados, Jorge Mario Bergoglio eligió las sandalias del pescador. Aquel argentino que un día fue arquero de fútbol, amante del tango y de los libros de Dostoyevski, se convirtió en Papa y jamás olvidó de dónde venía. Francisco no fue un pontífice cualquiera; fue un Papa de carne y hueso. De esos que uno siente que podría toparse en la fila de las tortillas, con una sonrisa serena y una mirada que, sin mucho ruido, te abraza el alma.

Francisco ha sido, sin lugar a dudas, el Papa más disruptivo en siglos. No porque haya roto dogmas —la estructura doctrinal sigue firme—, sino porque le dio un rostro distinto a la Iglesia Católica. Dejó de lado la solemnidad acartonada y abrazó la humildad. Cambió el papamóvil blindado por un Fiat, rechazó vivir en los lujosos aposentos vaticanos y optó por una residencia sencilla. El “Vicario de Cristo” en la tierra eligió la austeridad, no por estrategia, sino por convicción.

Pero su verdadera revolución fue moral y emocional. Francisco no gritaba desde el púlpito: escuchaba desde las banquetas. Su papado se volcó en los márgenes, allí donde duele el hambre, la exclusión y el olvido. Su voz fue trinchera para los migrantes, los pobres, los ancianos, los refugiados.

Muchos lo criticaron por “idealista”, como si eso fuera pecado. Pero Francisco no era ingenuo, era valiente. Sabía que sus llamados a la justicia social incomodaban a muchos en las cúpulas de poder, tanto eclesiásticas como políticas. Sin embargo, nunca dio marcha atrás. “Quiero una Iglesia pobre para los pobres”, dijo al iniciar su pontificado. Y no era una frase para los titulares: era su hoja de ruta.

En tiempos donde la migración se convirtió en moneda electoral, el Papa Francisco insistía en recordar lo esencial: los migrantes no son cifras, son personas. Los visitó en las fronteras de Europa, lloró con ellos, oró con ellos, los abrazó. Nunca usó una cruz de oro; la suya era de hierro, sencilla, como el corazón que la portaba.

No fue un teólogo de escritorio. Fue un pastor que olía a oveja. Supo enfrentarse al clericalismo con una sonrisa y un gesto firme. Habló de ecología cuando el mundo prefería mirar al petróleo, habló de inclusión cuando otros aún discutían si las puertas de la Iglesia debían estar abiertas. Fue reformador no porque cambiara leyes, sino porque cambió la conversación.

Y entre todas sus aficiones —el cine italiano, la literatura rusa, la cocina porteña— hay una que siempre lo delató como el más humano de los líderes: el fútbol. Fan acérrimo del equipo San Lorenzo, seguía los resultados con la emoción de un niño. Para Francisco, el fútbol era una metáfora del Evangelio: todos juntos, diferentes, pero con un solo objetivo. “Lo importante no es meter goles, sino jugar en equipo”, decía.

El balón lo extrañará. La pelota, esa esfera rebelde que tantas veces desafía la gravedad, ha perdido a uno de sus poetas silenciosos. No se sabe si en el Vaticano habrá canchas, pero estoy seguro de que Francisco supo lo que es gritar un gol desde el alma.

Su legado es más que palabras. Está en los corazones de quienes alguna vez se sintieron excluidos. Está en cada migrante al que se le extendió la mano, en cada comunidad indígena que se sintió escuchada, en cada creyente que volvió a mirar a la Iglesia con esperanza y no con miedo.

El Papa Francisco nos recordó que la fe sin amor es un cascarón vacío. Que la Iglesia, si no camina con el pueblo, se convierte en museo. Que el Evangelio no es para adornar discursos, sino para incomodar a los cómodos y consolar a los que duelen.

Francisco será recordado como el Papa de los gestos pequeños, de las palabras enormes, del corazón abierto. No hizo milagros, pero hizo lo más difícil: cambiar el alma de una institución milenaria con solo mirar a los ojos de los pobres y decirles: “ustedes son el centro”. Y en tiempos donde el cinismo dentro de la política y en todos los medios cotiza alto, eso es ya un milagro.

Continuar Leyendo
Publicidad
Publicidad
Publicidad

Más visto