Los supersticiosos le escapan al 13. No se casan ni se embarcan, y evitan tanto como pueden el número que indica, entre otras cosas que estiman fatales y evidentes, la cantidad de comensales de la Ultima Cena.
Pero, por mucho empeño que le pongan, no podrán evitar vivir todo un año bajo el signo de lo que consideran presagio de mala suerte.
Este odio patológico al 13 tiene el curioso nombre de triscaidecafobia; quienes creen en sus efectos buscan paliarlos con una serie de artilugios anti-13, que van desde la repetición de un mantra hasta la multiplicación para neutralizarlo (¿a quién puede hacerle mal el 39?).
Lo saben los expertos del Fobia Club, que tratan fóbicos para todos los gustos y que desde hace meses atienden a pacientes que se veían venir este año nuevo y les parecía peor que el fin del mundo maya. “Es gente que tiene conductas de evitación, que no puede tolerar el 13 en una dirección, en las patentes, en las páginas, que no puede ver canales con el 13, y que cree que si lo mira ocurrirá algo desgraciado”, dice Gustavo Bustamante, doctor en psicología que dirige la Fundación.
“La triscaidecafobia tiene que ver con el trastorno obsesivo compulsivo”, agrega, y hace referencia al pensamiento mágico que está detrás, la danza de la lluvia de los antiguos, creencias extravagantes. ¿Hay terapia que lo resuelva? Pues, ponerles a los supersticiosos el número en todos lados, desde la billetera hasta un póster en la casa; habituarlos.
No es tampoco la única fobia. Existe otra, de nombre igualmente extravagante, la friggatriscaidecafobia, que refiere a quienes padecen particularmente los viernes 13.
Sin embargo, pese a que suena cosa de unos pocos, la molestia profunda con el 13 está mucho más difundida en buena parte del mundo occidental de lo que se podría sospechar a simple vista (en Oriente es fatal el 4, y en Italia el 17, que también es la desgracia en la quiniela local; ver recuadro): es raro que las grandes cadenas de hoteles tengan piso 13, y mucho más raro en Estados Unidos; varias de las principales líneas aéreas no tienen fila 13; ni las marcas de autos –tan dadas a lo numérico– tienen modelos 13; tampoco los programas de computación. Y hay mucho más. Para citar sólo otro caso, la fallida expedición Apolo 13 es adjudicada ya saben a qué. Sin embargo, hay datos para todos los gustos: el siglo pasado, el 13 fue el último año con paz en Europa.
Otros. Supersticiosos son los otros, parece decir Jimena La Torre, que se define como astróloga y tarotista y detesta que la confundan con los numerólogos. Ella no cree que todo el año 13 sea de mala suerte, pero si pudiera elegir, no se casaría durante esos 12 meses. Sí le parece terrible el martes 13 (habrá sólo una versión en 2013, en agosto). “Me invitan a programas un martes 13 y se corta la luz, me pasó con Laje en A24. Son muchos años que se cree en esto. No hay que ir en contra de la corriente”, se enoja. De todos modos, 2013 no será sólo de mala suerte, agrega La Torre, “sino de muerte y renacimiento. Luego de un 2012 de cambios de paradigmas”, agrega como argumenta. “El 13 vendría a demostrar que se pone en práctica el cambio de 2012. El 13 es un año de amor”, declara muy segura.
Más allá de las especulaciones astrológicas, para la ciencia astronómica sucederán cosas importantes, pero que no tienen que ver con los calendarios humanos, que después de todo son tan culturales como la pizza o el iPhone y de los que las estrellas nada saben.
Desde la zona científica del mundo, todo se ve distinto. Según cuenta Mariano Ribas, jefe del área de astronomía del Planetario Galileo Galilei de la Ciudad, “en 2013 pasarán dos muy buenos cometas, especialmente uno a fin de año, que podría ser uno de los más brillantes de la historia”, se entusiasma. Ademas habrá una ocultación de Venus por la Luna, pero no tendremos eclipses de Sol ni de Luna. Nada que un buen supersticioso no pueda mirar con malos ojos.
Fuente: Perfil.com
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