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Opinión

México está listo para brillar en el Mundial 2026. Por: Sigrid Moctezuma

Hoy ha sido un día histórico para nuestro país. Se ha establecido oficialmente el comité organizador del Mundial 2026, una responsabilidad que México asume con orgullo y entusiasmo por tercera vez. Este no es solo otro evento deportivo; es una oportunidad única para demostrarle al mundo quiénes somos como nación: un país con una rica historia futbolística, profundas raíces culturales y una visión de futuro que prioriza la inclusión y el respeto por nuestro planeta.

Este proyecto tiene como objetivo asegurar que cada rincón de México, desde las grandes urbes hasta los pueblos más pequeños, sienta la emoción del torneo. Pero no se trata únicamente de fútbol. Se busca que el evento deje un legado social significativo, con acciones que fortalezcan la cohesión y la participación comunitaria, impulsen la democratización del deporte y permitan que todas las personas, sin importar su condición, puedan vivir la magia del fútbol. Este deporte es un vehículo de unión y transformación social. Todos, desde los niños que sueñan con ser grandes jugadores hasta los aficionados que lo ven como una vía de escape, deben tener acceso no solo como espectadores, sino como protagonistas. Eso es lo que hará que este Mundial sea mucho más que un evento deportivo: será una plataforma para que todos, sin importar su origen, se sientan parte de algo más grande.

Otro aspecto central es la concientización medioambiental. Sabemos que la organización de un evento de esta magnitud conlleva desafíos logísticos importantes, y por eso es fundamental que México demuestre su compromiso con la sostenibilidad, mostrándonos que el deporte y el cuidado del medio ambiente pueden, y deben, ir de la mano.

Y, por supuesto, no podemos olvidar nuestra responsabilidad cultural. México es una joya multicultural que no puede quedar fuera de este gran acontecimiento. Los colores, sabores, tradiciones y la calidez de nuestra gente deben ser protagonistas tanto dentro como fuera de los estadios. El mundo entero tendrá la oportunidad de descubrir, a través del fútbol, la riqueza de nuestra diversidad y la solidez de nuestras raíces.

En términos sociales y turísticos, el impacto que esperamos será enorme, desde la creación de empleos temporales hasta la derrama económica que traerá la llegada de miles de turistas. Pero más allá de lo material, lo que este Mundial tiene es el potencial de generar un sentido renovado de unidad y orgullo nacional. En cada rincón del país, la expectativa crece, y con razón: este evento no solo nos pondrá ante los ojos del mundo, sino que será una celebración de lo que somos.

A medida que se acerca el 2026, la emoción se intensifica. La Copa del Mundo será un evento que dejará huella. México está listo para demostrar que somos un país vibrante, inclusivo y comprometido con el futuro. La cuenta regresiva ha comenzado, y no podríamos estar más entusiasmados por lo que está por venir.

Opinión

El tren. Por Raúl Saucedo

Por las vías de los recuerdos y el futuro

En la actual era de la inmediatez y la conectividad a nivel mundial, donde la información
viaja a la velocidad de la luz, es fácil olvidar la importancia de las arterias que mueven el
mundo físico: las vías férreas son ejemplo de ello. Los trenes como gigantes de acero que
surcan valles y montañas, no son sólo reliquias del pasado, sino fueron clave fundamental
para el desarrollo económico y social de las naciones, y México fue la excepción.
A lo largo de la historia, el ferrocarril ha sido sinónimo de progreso. Desde la Revolución
Industrial, las vías férreas han tejido lazos entre pueblos y comunidades, impulsando el
comercio, la industria, el turismo y el intercambio cultural. Países como Estados Unidos,
China y Japón son ejemplos claros de cómo una robusta red ferroviaria puede ser el motor de
un crecimiento económico sostenido.
En México, la historia del ferrocarril está ligada a la propia construcción del país. El «Caballo
de Hierro», como se le conoció en el siglo XIX, unió a una nación fragmentada por la
geografía y las diferencias sociales regionales. Sin embargo, a pesar de su glorioso pasado, el
sistema ferroviario mexicano ha sufrido un prolongado periodo de abandono y desinversión.
Hoy, en un momento en que México busca consolidarse como una potencia regional y lograr
un desarrollo más equilibrado y sustentable, es imperativo revalorizar el papel del ferrocarril.
La construcción de nuevas líneas, la modernización de la infraestructura existente y la
promoción del transporte ferroviario de carga y pasajeros son acciones estratégicas que deben
estar en el centro de la agenda nacional.
Los beneficios de un sistema ferroviario eficiente reduce los costos de transporte, facilita el
comercio interior y exterior, y promueve la inversión en diversos sectores productivos,
permite conectar zonas marginadas con los principales centros urbanos e industriales,
impulsando el desarrollo local y la creación de empleos y un sistema ferroviario eficiente
ofrece una alternativa de transporte segura, cómoda y accesible para la población.
La actual administración federal ha mostrado un interés renovado en el desarrollo ferroviario,
con proyectos emblemáticos como el Tren Maya y el Corredor Interoceánico del Istmo de
Tehuantepec, así como las futuras líneas a Nogales, Veracruz, Nuevo Laredo, Querétaro y
Pachuca.
Con estas obras México recuperara su vocación ferroviaria y aprovechara a mi parecer el
potencial de este medio de transporte para impulsar su desarrollo hacia el futuro.
El motivo esta columna semanal viene a alusión de mis reflexiones de ventana en un vagón
de tren mientras cruzaba la península de la hermana república de Yucatán y en mi cabeza
recordaba aquella canción compuesta en una tertulias universitaria que decía…”En las Vías
de la Facultad”

@RaulSaucedo
rsaucedo@uach.mx

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