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MEXICO Y ESPAÑA la derecha vuelta loca por FRANCISCO RODRIGUEZ PEREZ

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El 18 de abril del 2012, en Palacio Nacional, el Presidente Felipe Calderón dio la bienvenida a su homólogo español, Mariano Rajoy Brey, quien realizó una visita por nuestro país. En los diversos eventos relativos a la visita del mandatario español se intentó demostrar la fuerza, la pujanza, la enjundia de la derecha, en el mundo, en España y en México.

En su mensaje, el Ejecutivo Federal mexicano felicitó a Rajoy por trabajar para resolver la compleja coyuntura económica en España, confiado de que saldrán adelante; agradeció, además, el honor de que México sea el primer país latinoamericano que el mandatario español visita de forma oficial.

Aunque, como siempre, cargado a la derecha, el Presidente Calderón afirmó que, históricamente, España ha mostrado contar con principios como la democracia, la libertad, la justicia y la igualdad. Celebró, además, que este 2012 la Cumbre Iberoamericana se llevará a cabo en Cádiz, España, confiando en que será un digno homenaje de las naciones hispanoamericanas a la Constitución de Cádiz, en su Bicentenario.

Calderón concluyó, en su mensaje, que México y España son naciones aliadas, amigas y hermanas que, con esta visita, fortalecerán la cooperación en todos los ámbitos de la agenda bilateral.

Esta situación es más evidente, especialmente ahora, cuando ambos gobernantes comparten la ideología de la derecha. En ese sentido es relevante el mensaje ideológico y político que lleva consigo la presencia de Rajoy no sólo en México, sino en América, como abanderado de la derecha internacional.

En la conferencia de prensa conjunta que ofrecieron ambos Presidentes, Calderón señaló que ambos países acordaron estrechar sus vínculos económicos y comerciales.

Afirmó también que los empresarios españoles constatan las ventajas competitivas que ofrece México como destino de inversión en sectores como el turístico, en tecnologías de punta, energías renovables, construcción y el sector automotriz. Añadió que España es el segundo socio comercial de México en Europa, con un comercio bilateral alrededor de 8,800 millones de dólares al año.

Calderón indicó, además, que el Presidente Rajoy refrendó su apoyo a la presidencia de México del G-20, respaldando las cinco prioridades establecidas para este año. Los Jefes de Estado coincidieron en que sólo favoreciendo la productividad y competitividad podrán superarse las turbulencias económicas.

Finalmente, México y España acordaron acrecentar sus intercambios culturales. Un área de evidente importancia en la ideologización de la derecha no sólo a nivel nacional sino intercontinental, iberoamericano.

Parte de esa fuerza cultural que vira a la derecha, fue que los Presidentes recorrieran la muestra “Tesoros de los Palacios Reales de España. Una Historia Compartida”.

Para no dejar duda de la inclinación ideológica en el actual gobierno mexicano, el Presidente Calderón condecoró a su homólogo con la Orden Mexicana del Águila Azteca, máxima distinción que otorga nuestro país a extranjeros y cuyo distintivo es el águila real mexicana, que actualmente simboliza el México Independiente.

En la ceremonia oficial de bienvenida del señor Mariano Rajoy Brey, presidente del gobierno de España, Calderón elogió: “Los mexicanos reconocemos en usted a un Presidente que, dadas las adversas circunstancias que encontró al llegar al Gobierno, ha actuado con altura de miras y ha dedicado su vida y trayectoria, precisamente, a solucionar los problemas de España; y, antes de ser Presidente, a fortalecer la democracia y las instituciones españolas y siempre procurar un mayor desarrollo para su país y una mayor prosperidad para todos los españoles”.

Asimismo, dijo que los mexicanos “reconocemos su vocación hispanoamericana que lo inspira, y agradecemos que México sea el primer país que usted visita como presidente de Gobierno”.

Fue más lejos: “Este acto reafirma la profunda hermandad que une a mexicanos y a españoles, y expresa, con meridiana claridad, la prioridad que el Presidente de España, da a la relación con América Latina y, en particular, con nuestro país.

“México se sabe y reconoce sus raíces españolas. Octavio Paz decía que, para reconciliarnos con nosotros mismos, para ser nosotros mismos, tenemos que recobrar a la España que llevamos dentro.”

Recordó que fue una gran alegría para los mexicanos que España se uniera, en 2010, a nuestras celebraciones del Bicentenario de la Independencia nacional y al Centenario de la Revolución Mexicana.

Reconoció también que hoy es España la que, con mucho entusiasmo, está celebrando, a su vez, un Bicentenario de la mayor trascendencia, el de la Constitución de Cádiz, promulgada el 19 de marzo de 1812.

Las vicisitudes de la Constitución de Cádiz, dijo Calderón, indican “que España estaba predestinada a los mayores principios de la humanidad: a la democracia, a la libertad, a la justicia, a la igualdad.”

Tras destacar a Cádiz como futura sede de la Cumbre Iberoamericana, Calderón refrendó las palabras expresadas por Carlos Fuentes al recibir el Premio Cervantes: “El mundo del futuro necesita a España y a la América española. Nuestra contribución es única, también es indispensable. No habrá concierto sin nosotros, pero antes, debe haber concierto entre nosotros”.

Por su parte, en sus palabras Mariano Rajoy destacó la gran satisfacción que éste sea su primer viaje oficial como presidente del Gobierno de España a un país de América Latina.

“Desde que hace 35 años nuestros países decidieron superar diferencias e iniciar conjuntamente una nueva etapa, hemos construido juntos una relación sólida y estable. Una relación basada en la confianza, el apoyo y el respeto mutuos.”

En el contexto de la derechización de España y México, Rajoy dijo que iniciaba ésta “con el orgullo de ver que nuestros países viven hoy, el que considero, es el mejor momento que nuestras relaciones bilaterales hayan atravesado en las últimas décadas.”

Destacó, así la profundización en el diálogo político y en los vínculos comerciales y económicos, la cooperación en un amplísimo abanico de materias: la ciencia, la cultura, la educación o la lengua española, entre muchas otras; también destacó el trabajo conjunto en foros internacionales.

“Todos estos logros no son mérito nuestro, de los políticos o de los Gobiernos. Si hemos llegado hasta aquí, ha sido gracias al empuje de nuestros ciudadanos. Han sido ellos, mexicanos y españoles, quienes nos han reclamado una mayor unión. Quienes nos han guiado en nuestra relación de respeto y amistad para estar a la altura de los estrechos lazos que mantienen nuestras sociedades”, dijo Rajoy.

Con el pretexto del “fin de toda violencia”, el Mandatario español dio un espaldarazo y la promesa de apoyo a Calderón: “…deseo transmitir en mi nombre y en el del Gobierno de España y en el de todos los españoles, la solidaridad de España con las víctimas del terrorismo y de la violencia. Así como mi reconocimiento, el de mi Gobierno y el del pueblo español, por la meritoria lucha que ha emprendido el señor Presidente, para lograr que México sea un país libre y en paz.”

En la conferencia de prensa conjunta, por la visita oficial del presidente del gobierno español, Calderón dijo que los mexicanos apreciamos que esta visita coincida con la celebración del XXXV Aniversario del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre nuestros países, un período que se ha traducido en vínculos políticos, económicos y de cooperación cada vez más estrechos y de beneficios crecientes para ambos pueblos.

Justamente en ese periodo España y México han virado a la derecha hasta mantener la afinidad ideológica en el pensamiento, igualmente conservador, de Calderón y Rajoy.

Por eso Rajoy agradeció que México ha sido generoso y hospitalario con los españoles, por lo que es un país amigo, un aliado fiable y estratégico, desde el respeto mutuo y la confianza que une a España y México.

En el almuerzo dedicado a Rajoy, Calderón expresó que España es para los mexicanos “la mitad de nuestro ser” y destacó el mestizaje.

Luego condecoró a su alter ego ideológico con la Orden Mexicana del Águila Azteca, máxima distinción que otorga nuestro país a extranjeros, con el fin de reconocer los servicios prominentes prestados a la Nación mexicana o a la humanidad.

No cabe duda: la derecha anda “vueltaloca”, tanto en México cuanto en España, con dos mandatarios que coinciden en lo más profundo de su ideología y hasta en sus más sencillos rasgos políticos. ¡Hasta siempre

 

 

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La corona que derribó al fiscal. Por Caleb Ordóñez T.

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Alejandro Gertz Manero no se fue por un solo escándalo. Su salida de la Fiscalía General es el cierre natural —y casi inevitable— de una historia acumulada durante décadas: un expediente no judicial, sino político, construido a fuerza de polémicas, enojos y decisiones que siempre parecían estar un milímetro antes (o después) del momento correcto. Una vida pública larga, tensa y llena de episodios que México nunca logró procesar del todo y que terminaron de golpe cuando la luz inesperada lo alumbró demasiado.

Para entender su renuncia, hay que regresar al principio. A 2001. A Puente Grande. A Joaquín “El Chapo” Guzmán desapareciendo como si el penal fuera un teatro mal montado. A un gabinete recién estrenado y a un secretario de Seguridad Pública —Gertz— que quedó tocado desde ese instante, aun cuando defendió hasta el cansancio que los penales no estaban bajo su control directo. Tenía razón en la letra, pero la política no se escribe con artículos constitucionales; se escribe con percepciones. Y la percepción quedó marcada: primera fuga, primer señalamiento.

Luego vendría “el caso familiar”, quizá el capítulo más corrosivo de su trayectoria. La denuncia por homicidio en contra de su excuñada Laura Morán y de su sobrina política, Alejandra Cuevas, terminó por convertirse en un espejo que devolvía una imagen poco favorecedora del fiscal. La figura jurídica de “garante accesoria”, que nadie encontraba en ningún código, la prisión de Cuevas, la reapertura del expediente cuando él ya era fiscal, y después los audios filtrados donde se quejaba del proyecto de sentencia de la Suprema Cort Ese episodio enterró la narrativa de imparcialidad y lo colocó en el centro del debate sobre el uso personal de la justicia. No su mejor capítulo.

Y sin embargo, tampoco ahí cayó.

Su paso por la FGR tuvo escenas memorables —algunas para bien, otras para museo del absurdo. Anunció con firmeza una cruzada contra la impunidad heredada: Odebrecht, Estafa Maestra, Pemex, la élite política del sexenio pasado. Era un fiscal que llegaba con autoridad intelectual: décadas de docencia, formación sólida en derecho penal, experiencia en seguridad y una convicción genuina de que el Ministerio Público tenía que recuperar su dignidad institucional. Ese punto —el positivo— hay que concedérselo: Gertz siempre habló de la Fiscalía como una institución que debía fortalecerse y, al menos en discurso, entendía la necesidad de autonomía y rigor técnico.

Pero entre lo que se quiere y lo que se logra suele haber un océano.

El caso Lozoya terminó convertido en una tragicomedia: el testigo estrella que prometía derribar a medio gabinete peñista terminó fotografiado en un restaurante, con un guion de colaboración que se desmoronó y un expediente repleto de promesas incumplidas. El famoso cheque de 2,000 millones de pesos, presentado en Palacio Nacional como “reparación del daño”, resultó más simbólico que real. Y mientras tanto, Rosario Robles vivió en prisión preventiva prolongada, exhibiendo el rostro más duro de la Fiscalía, mientras Lozoya parecía disfrutarse el fuero moral de la cooperación.

Su sello más polémico fue la justicia diferenciada. La exoneración exprés del general Salvador Cienfuegos tensó la relación con Estados Unidos; el intento de procesar a 31 científicos del Conacyt por delincuencia organizada levantó incluso carcajadas en los tribunales; los expedientes contra gobernadores y candidatos en temporada electoral alimentaron la narrativa de que la FGR olía más a estrategia que a proceso penal.

Y después llegó la guerra interna. El pleito con Julio Scherer, la batalla por el control de ciertos expedientes, las acusaciones cruzadas de extorsiones, venganzas y “operaciones sucias” mostraron una Fiscalía atrapada en el mismo laberinto político que juró superar.

Con todo, había una cualidad que incluso sus críticos reconocen: Gertz era persistente. Y conocía el aparato penal como pocos. Tenía método, obsesión por el detalle y una idea fija de orden institucional. No siempre funcionó, no siempre fue justa ni eficiente, pero era innegable que se trataba de un hombre que llevaba décadas pensando —de verdad pensando— en el sistema penal mexicano.

¿Entonces por qué renunció?

Porque la política no solo se derrumba por grandes actos de corrupción o colapsos institucionales. A veces cae por la presión inesperada del lugar menos imaginado. En este caso, una corona.

Todo estalló cuando México celebraba con júbilo el triunfo de Fátima Bosch como Miss Universo. Una mexicana ganando el certamen después de tantos años era un regalo para la narrativa nacional: orgullo, identidad, representación, el país hablando de algo luminoso por primera vez en semanas. Pero justo ahí, en plena celebración, comenzaron a circular los expedientes —sellados y empolvados en la FGR— relacionados con Raúl Rocha, presidente de la franquicia Miss Universo y vinculado en investigaciones mediáticas con presuntos contratos irregulares con Pemex.

La pregunta no era si existía una investigación. La pregunta era: ¿por qué se filtró justo ahora?

La respuesta implícita fue unánime: porque la FGR había perdido control interno. Porque intereses cruzados querían lastimar a la 4T. Porque la filtración no solo embarraba a un empresario, sino también a Bosch, la nueva joya mediática del país. Porque el triunfo, tan necesario en una nación saturada de malas noticias, se convirtió en combustible político en cuestión de horas. Porque México estaba celebrando una coronación, y alguien sacó un expediente que olía a guerra interna.

Eso, en Palacio Nacional, fue dinamita.

No se podía permitir que una victoria global, limpia y emocional, se convirtiera en pleito burocrático. Mucho menos cuando la Presidencia buscaba proyectar una nueva etapa institucional y evitar conflictos con la industria cultural y de entretenimiento que ya estaba devolviendo atención internacional al país. Gertz había sobrevivido a todo: a expedientes fallidos, a presiones, a audios filtrados, a críticas internacionales. Pero tocar un símbolo recién coronado fue otra cosa. Transformó un problema jurídico en un problema político. Y en México, los problemas políticos se resuelven de una sola forma: pidiendo renuncias.

El 27 de noviembre de 2025, presentó la suya.

Salió con un extraño nombramiento diplomático y un comunicado sin dramatismos, pero cargado de silencios. Fue la despedida de un fiscal que quiso ser reformador, que terminó siendo símbolo de poder concentrado y que cayó no por un caso penal, sino por una coronación que puso demasiados reflectores sobre sus polémicas.

Y así, la corona de Fátima Bosch terminó abollando algo más que el ego de los críticos: terminó abollando, también, el trono del fiscal más poderoso del México reciente.

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