Todos sabemos cuan dependientes somos de la lluvia, en especial aquellos que vivimos en tierras desérticas. La promesa de Jesús a nosotros es que el cielo está abierto y, no solo hemos de recibir bendición de Dios, sino que nosotros mimos seremos convertidos en fuentes de agua viva para traer sanidad a nuestros matrimonios, relaciones, trabajos, etc. El Espíritu Santo es la realidad en la que ahora podemos vivir cada día.