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París 2024 se burla de la última cena de Cristo con una imagen woke de ‘drag queens’

La ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París 2024 dejó una imagen llamativa y más que extraña. Incluso ofensiva. En un novedoso espectáculo, en el que el desfile se aunó con diversas actuaciones, mientras los deportistas navegaban por el río Sena, apareció una imagen de lo más comentada. Francia utilizó en una de las numerosas performances de la ceremonia a varios drag queens que representaron La Última Cena de Leonardo da Vinci, esa obra que emula, precisamente, la última vez que Cristo se sentó a cenar con sus apóstoles.

Como no podía ser de otra forma, la imagen no tardó en hacerse viral. Fue algo, cuanto menos, llamativo y que atenta contra el sentimiento religioso. Tuvo lugar al final del desfile, después de que los deportistas hubieran llegado ya al final del recorrido, en la plaza del Trocadero, tras recorrer seis kilómetros en barco.

En lugar del habitual desfile en el estadio olímpico, en esta ocasión, por primera vez en la historia, se sacó la ceremonia fuera del estadio. París estuvo a la altura, dando un espectáculo que, pese a la intensa lluvia que trató de empañar todo lo que habían preparado, consiguió asombrar. Aunque en algunas ocasiones, se les fue la mano con sus ansias de impresionar al personal.

En una de las actuaciones de la inauguración de los Juegos, aparecieron varios drag queens y otros artistas que se pusieron a representar la obra del legendario artista italiano. Da Vinci estuvo presente no sólo por este motivo, sino que también tuvo su protagonismo su pintura más icónica, La Gioconda. Sin embargo, este fue el acto más comentado de todos los que tuvieron lugar en una ceremonia que, además, estuvo animada por diversos artistas, encabezados por Lady Gaga.

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Desaparece en Disneyland y aparece días después en un bote de basura en Mexicali: el misterioso caso de Annie Encino

Una adolescente estadounidense de 16 años fue localizada con vida dentro de un contenedor de basura en Mexicali, Baja California, días después de haber desaparecido en el parque Disney California Adventure, en Anaheim. El caso ha despertado preocupación e interrogantes en ambos lados de la frontera, especialmente por el silencio mediático en México y las lagunas que aún rodean su cruce hacia territorio nacional.

Annie Kathleen Encino desapareció el pasado 20 de abril tras una discusión con su familia dentro del parque temático. Fue vista por última vez alejándose sola, lo que activó una Alerta Amber en Estados Unidos. Sin embargo, esa alerta nunca cruzó a territorio mexicano, dejando a la opinión pública del país sin conocimiento de su desaparición… hasta que la historia dio un giro tan insólito como alarmante.

Días después, una llamada anónima al 911 alertó a la policía municipal de Mexicali sobre la presencia de una menor dentro de un bote de basura. Al llegar al sitio, los oficiales encontraron a la joven en condiciones que no han sido detalladas, pero confirmaron su identidad. El consulado de Estados Unidos fue notificado de inmediato y su madre viajó a la ciudad fronteriza para identificarla y llevarla de regreso.

Hasta ahora, las autoridades mexicanas no han informado cómo fue que Annie cruzó la frontera sin documentos, sin acompañantes y sin ser detectada. Tampoco han revelado si fue víctima de trata, secuestro, abuso o si viajó voluntariamente con ayuda de terceros. La Fiscalía de Baja California mantiene abierta una investigación para esclarecer los hechos.

Lo que sí queda claro es que algo falló en los mecanismos de cooperación fronteriza. Ni la alerta internacional funcionó, ni hubo un protocolo binacional que permitiera actuar a tiempo. La aparición de una menor estadounidense en un contenedor de basura, en una ciudad donde los casos de desapariciones no son novedad, pone una vez más bajo la lupa la crisis de seguridad y el flujo irregular entre ambos países.

Mientras se esperan más detalles oficiales, el caso de Annie Encino evidencia que incluso en un entorno supuestamente seguro como Disneyland, la vulnerabilidad de los menores puede terminar en una historia digna de una serie policiaca.

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