El primer acto oficial de López Obrador en Washington D.C. fueron las ofrendas florales al monumento de Benito Juárez, el Benemérito de las Américas, y al monumento del presidente estadounidense Abraham Lincoln
En su esperada visita a la capital estadounidense, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, depositó este miércoles flores a los pies de la estatua de bronce de Benito Juárez (1858-1872), al que considera un ejemplo en servicio público.
El primer acto oficial de López Obrador en Washington D.C. fueron las ofrendas florales a la efigie de Benito Juárez, el Benemérito de las Américas, y al monumento del presidente estadounidense Abraham Lincoln (1861-1865).
Su viaje se produce en pleno debate en EU sobre la necesidad de eliminar del espacio público las estatuas de los generales esclavistas que lucharon en el bando de la Confederación durante la Guerra Civil del país (1861-1865), ya que algunos grupos las consideran símbolos racistas.
La estatua de Benito Juárez no ha sufrido ningún ataque y, al contrario, está considerada como un símbolo de las contribuciones de México a la cultura estadounidense.
¿Cuál es su historia y cómo llegó a EE.UU.?
Un intercambio de estatuas con 50 años de historia
Hace más de medio siglo, en 1966, el entonces presidente de EE.UU. Lyndon Johnson (1963-1969) visitó Ciudad de México para regalar a los mexicanos una estatua de Lincoln, que era una replica del monumento que el famoso arquitecto Augustus Saint-Gaudens esculpió para Chicago.
La estatua fue inaugurada el 7 de enero de 1969 por el entonces ministro de Exteriores mexicano, Antonio Carrillo Flores, y su homólogo estadounidense, Dean Rusk, quien durante la ceremonia dijo: «Hemos compartido con México uno de nuestros grandes héroes y ahora México está comportamiento con nosotros a uno de sus grandes hijos», recogió The Washington Post.
La estatua de Benito Juárez, una réplica de la imagen original de 1891 del escultor Enrique Alciati, se alza en el cruce de las avenidas de Nuevo Hampshire y Virginia, muy cerca del hotel Watergate, escenario del escándalo que provocó la renuncia del presidente estadounidense Richard Nixon (1969-1974).
Una estatua accidentada.
Lo más difícil para la estatua de Benito Juárez fue el trayecto desde México a tierra estadounidense. Desde México viajó en camión hasta Laredo (Texas, EU), donde fue cargada en un vagón de ferrocarril para ser transportada hasta Washington D.C., donde llegó con grietas y un brazo casi roto.
Como escribió hace cincuenta años el periodista de The Washington Post Martin Weil: «Cuando se abrió la caja, el 16 de diciembre (de 1968), los funcionarios para su consternación se toparon con que el brazo derecho de la estatua, diseñado para señalar hacia afuera, estaba agrietado, hundido y casi cortado. Otras grietas atravesaban las piernas de yeso».
Entonces, apresuradamente, el Gobierno de EU, pidió a una tienda local que reparara la estatua para que estuviera lista para la ceremonia de inauguración.
Una estatua llena de símbolos
La estatua quedó como nueva y hoy sigue vigilando a los caminantes, muchos de ellos empleados del Departamento de Estado de EU, que se encuentra a pocas cuadras.
En el pedestal se puede leer en español y en inglés la frase: «El respeto al derecho ajeno es la paz» (Respect for the rights of others is peace), que Benito Juárez pronunció en 1967 y que López Obrador repitió en enero de 2019 con motivo del debate a nivel internacional sobre una intervención en Venezuela.
En la estatua, Benito Juárez aparece con su brazo derecho alzado apuntando al horizonte, mientras que en su mano izquierda sostiene un libro con la palabra «Reforma».
Por último, en su base de granito, el monumento esconde una urna con tierra de la ciudad de Oaxaca, donde nació Benito Juárez y que López Obrador ha visitado en varias ocasiones.