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Policiaca

Por un videojuego, adolescente asesinó a su hermano en Veracruz

Una discusión por un videojuego entre dos hermanos terminó en tragedia en el municipio de Gutiérrez Zamora, en el estado de Veracruz.

El lamentable suceso ocurrió en la colonia Hidalgo, en un domicilio ubicado sobre la calle Ricardo Flores Magón, cuando Luis Ernesto, de 22 años de edad, fue apuñalado a manos de su hermano Alexis, de 17, presuntamente después de una discusión originada por el videojuego Free Fire.

Alexis atacó a su hermano Luis Ernesto enfrente de su madre y su padrastro, produciéndole varias heridas —según el periódico Tribuna— en el cuello, que terminaron provocando su muerte.

La versión recogida por el diario Imagen de Veracruz detalló que los adultos retuvieron al menor mientras solicitaron la asistencia de los servicios de emergencia y efectivos de la Policía Municipal.

Nayde, la madre de 52 años, les indicó a las autoridades que su hijo yacía inconsciente en la sala de la casa. Minutos después los socorristas de la Cruz Roja que lo atendieron confirmaron que ya no tenía pulso. Luis Ernesto era estudiante de preparatoria.

El padrastro de los menores detalló a la policía que Luis Ernesto jugaba el videojuego Free Fire desde un teléfono celular con su hermano Alexis. Sin embargo, en un determinado momento ambos se enfrascaron en una discusión.

Las autoridades no pudieron aclarar si la discusión entre ambos comenzó porque Luis Ernesto no quiso ceder el teléfono para que su hermano jugara, o si más bien fue porque Alexis perdió una partida contra su hermano mayor.

El menor de 17 años fue entregado a las autoridades y puesto a disposición de la Unidad Integral de Procuración de Justicia del octavo distrito judicial con sede en el municipio de Papantla.

El cuerpo de Luis Ernesto fue trasladado al Servicio Médico Forense (Semefo) por personal de los Servicios Periciales.

Increible

Desaparece en Disneyland y aparece días después en un bote de basura en Mexicali: el misterioso caso de Annie Encino

Una adolescente estadounidense de 16 años fue localizada con vida dentro de un contenedor de basura en Mexicali, Baja California, días después de haber desaparecido en el parque Disney California Adventure, en Anaheim. El caso ha despertado preocupación e interrogantes en ambos lados de la frontera, especialmente por el silencio mediático en México y las lagunas que aún rodean su cruce hacia territorio nacional.

Annie Kathleen Encino desapareció el pasado 20 de abril tras una discusión con su familia dentro del parque temático. Fue vista por última vez alejándose sola, lo que activó una Alerta Amber en Estados Unidos. Sin embargo, esa alerta nunca cruzó a territorio mexicano, dejando a la opinión pública del país sin conocimiento de su desaparición… hasta que la historia dio un giro tan insólito como alarmante.

Días después, una llamada anónima al 911 alertó a la policía municipal de Mexicali sobre la presencia de una menor dentro de un bote de basura. Al llegar al sitio, los oficiales encontraron a la joven en condiciones que no han sido detalladas, pero confirmaron su identidad. El consulado de Estados Unidos fue notificado de inmediato y su madre viajó a la ciudad fronteriza para identificarla y llevarla de regreso.

Hasta ahora, las autoridades mexicanas no han informado cómo fue que Annie cruzó la frontera sin documentos, sin acompañantes y sin ser detectada. Tampoco han revelado si fue víctima de trata, secuestro, abuso o si viajó voluntariamente con ayuda de terceros. La Fiscalía de Baja California mantiene abierta una investigación para esclarecer los hechos.

Lo que sí queda claro es que algo falló en los mecanismos de cooperación fronteriza. Ni la alerta internacional funcionó, ni hubo un protocolo binacional que permitiera actuar a tiempo. La aparición de una menor estadounidense en un contenedor de basura, en una ciudad donde los casos de desapariciones no son novedad, pone una vez más bajo la lupa la crisis de seguridad y el flujo irregular entre ambos países.

Mientras se esperan más detalles oficiales, el caso de Annie Encino evidencia que incluso en un entorno supuestamente seguro como Disneyland, la vulnerabilidad de los menores puede terminar en una historia digna de una serie policiaca.

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