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México

Porfirio Díaz, entre el mito y la historia

Este 2 de julio se cumplen 100 años del fallecimiento de este presidente rodeado de claroscuros, cuya figura está despertando el interés de quienes lo satanizan, lo añoran o simplemente tratan de entenderlo

Por: Enrique Corte Barrera

En la memoria de los mexicanos hay dos Porfirios Díaz: Primero está el villano inhumano, opresor y causante único del gran desastre que fue la Revolución Mexicana, pero también podemos encontrar desde hace algunas décadas la imagen del padre benefactor, el héroe de la paz, el paladín del orden y el progreso.

El Porfirio Díaz de carne y hueso murió el 2 de julio de 1915 en París, Francia, para dar a luz a su leyenda. Prácticamente no hay mexicano que no lo conozca al menos de nombre; sin embargo, su papel en la historia de México apenas está siendo revalorado al igual que otros personajes como Francisco Villa o Emiliano Zapata.

De acuerdo con el historiador inglés Paul Garner, autor del afamado estudio Porfirio Díaz. Entre el mito y la historia, la figura del general se ha transformado de acuerdo a los cambios políticos que ha vivido el país, mismos que pueden dividirse en tres etapas: porfirista, antiporfirista y neoporfirista.

La primera etapa comienza con la llegada de Porfirio Díaz al poder, luego de numerosos actos heroicos durante la lucha contra los franceses. En ese entonces creció un enorme culto a la personalidad de ‘Don Porfirio’, al grado que fue el protagonista de los primeros filmes del país, en los que se le mostraba cabalgando en Chapultepec o inaugurando obras públicas.

Díaz gozaba también de la pleitesía que le rendían periodistas, intelectuales, diplomáticos y todos los favorecidos con su régimen, pues no sólo fue el artífice del México cosmopolita, de las inversiones extranjeras y de la paz porfiriana; del ferrocarril, caminos, puertos y obras monumentales, sino que también creó sólidas redes de mecenazgo y clientelismo político, las cuales han cambiado en forma, pero no en esencia.

El antiporfirismo llegó cuando a los mexicanos de a pie les resultaba cada vez más difícil creer que Díaz era el amado líder que les retrataban. Las condiciones inhumanas y los cacicazgos se fueron agravando en todo el país, desde las haciendas henequeneras de Yucatán hasta las de Chihuahua, que concentraron la riqueza del país en unas cuantas familias y concesiones de extranjeros, lo cual dio pie a que se gestara la catástrofe más terrible de la joven nación.

Con la Revolución Mexicana se transformó por completo la imagen de Díaz, y especialmente a la consumación de esta, en 1921, durante los festejos por la consumación de la Independencia. Fue entonces cuando las plumas amables desaparecieron para dar lugar a escritores como John Kenneth Turner y Luis Lara Pardo, quienes dieron forma a la imagen de un dictador tiránico, genocida y dispuesto a esclavizar a su propio pueblo para favorecer a su pandilla de terratenientes y extranjeros.

El nuevo régimen encarnado en el Partido Nacional Revolucionario necesitaba, como todo régimen, nuevos héroes y villanos. Los nombres de Villa, Zapata y otros tantos fueron escritos con letras de oro mientras que los restos de Díaz no pudieron siquiera ser sepultados en su tierra y hasta la fecha descansa en Montparnasse, en París. Los libros escolares construyeron así a uno de los personajes más oscuros de nuestra historia.

La narrativa oficial siguió más o menos igual (salvo algunas excepciones) sepultando al ex presidente en un mar de ignominia, hasta que su figura fue rescatada por Carlos Salinas de Gortari, quien trató de basarse en la faceta modernizadora de Díaz para justificar sus propias políticas que no sólo contradecían los ideales más sustanciales de la Revolución, sino que tenían paradójicas similitudes con las políticas porfirianas como la vulneración de los derechos del pueblo a favor del “orden y el progreso” de la nación, el ansia de agradar al capital extranjero, la abolición del ejido, el ‘chayote’ a periodistas y el mecenazgo a intelectuales afines y, sobre todo, el Tratado de Libre Comercio.

Luego de Salinas las administraciones de Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón decidieron dejar la imagen del general descansar en su lejana tumba. Los festejos por el Centenario de la Revolución no agitaron la figura del general, ni para bien ni para mal, y todo apunta a que la gestión de Enrique Peña Nieto seguirá en la misma línea.

Ante la indiferencia oficial, el neoporfirismo ha surgido entre historiadores y ciudadanos como una inquietud por conocer más sobre el Porfirio histórico, y así pasó de ser un ‘caso cerrado’ a un nuevo tópico que alimenta acaloradas discusiones entre quienes lo satanizan y quienes lo añoran.

Un grave riesgo de estas interpretaciones facilonas es el poner a un personaje de tal relevancia aislado de su contexto histórico, y no falta el ingenuo que compara las condiciones del México prerrevolucionario con las de la actualidad. Incluso hay quien anhela ese personaje duro que con una mano sometía cualquier disidencia y con la otra tendía redes de progreso y desarrollo, sin tomar en cuenta la lenta y difícil construcción democrática que hemos alcanzado los mexicanos.

El contexto también es otro: Díaz centralizó el poder y lo concentró en su persona, mientras que el México actual vive una dispersión de poder que se reparte entre partidos políticos, poderes, niveles de gobierno, empresarios, cárteles, iglesia, ejército, medios de comunicación y sociedad civil.

A pesar de la diversidad de posturas e incluso de intereses que giran en torno a la figura de Porfirio Díaz, el centenario de su fallecimiento es una oportunidad histórica para poner en su justa medida a este personaje y, a partir de él, tener una idea más clara del pasado, el presente y el futuro de nuestro país.

México

Pone ‘El Mayo’ ultimátum: me repatrian o el colapso

Ismael «El Mayo» Zambada, líder de Cártel de Sinaloa, exigió al Gobierno de México que reclame a Estados Unidos su repatriación porque, de no hacerlo, la relación entre los dos países sufrirá un «colapso».

Juan Manuel Delgado González, asesor jurídico de Zambada en México, confirmó que la petición fue presentado ayer en el Consulado General de México en Nueva York un escrito al que tuvo acceso Grupo Reforma y donde Zambada exige que lo defienda el gobierno.

Debe intervenir (el gobierno) a fin de que el presente asunto no resulte en un colapso en la relación bilateral entre ambos países, puesto que no se debe de perder de vista la irregular e ilegal manera en que el suscrito fui puesto a disposición de las autoridades de los Estados Unidos de América».

En julio del 2024, Zambada fue engañado por Joaquín Guzmán López, hijo de «El Chapo» Guzmán, fue secuestrado para llevarlo a Texas donde enfrenta cargos por delincuencia organizada, homicidio, narcotráfico en gran escala y lavado de dinero, entre otros.

En la solicitud de asistencia consular, el capo señala que si no se interviene en favor de sus derechos, políticos y funcionarios mexicanos también pueden ser secuestrados y trasladados ilegalmente al país vecino.

Por lo anterior, expresa que la respuesta del Estado mexicano «no es opcional», porque tiene la obligación ineludible de defenderlo.

«Si el Gobierno de México no actúa, el suscrito seré condenado a pena de muerte sin lugar a ninguna duda y además esto constituirá un precedente peligroso que permitiría que en cualquier momento cualquier gobierno extranjero pudiera de manera impune violentar nuestro territorio y soberanía, interviniendo para la detención de cualquier persona, incluso políticos o funcionarios del Gobierno, para ser trasladados a la jurisdicción norteamericana sin que nada suceda», manifiesta.

«Exijo y demando que el Estado mexicano cumpla con su obligación ineludible de intervenir de manera inmediata, contundente y sin margen de discrecionalidad para exigir formalmente a los Estados Unidos de América garantías y seguridades absolutas, plenas, vinculantes e irrevocables de que no se me impondrá ni se ejecutará la pena de muerte en su jurisdicción. Esta exigencia no es opcional, ni puede ser interpretada como una cuestión de oportunidad política o diplomática».

El documento firmado por Zambada advierte que, de no haber una exigencia categórica y formal de sus garantías, «constituiría una traición al sistema jurídico mexicano» y al deber del Estado de garantizar la seguridad de sus ciudadanos, sin excepción alguna.

«En este contexto, en cuanto hace a mi asunto en particular, resulta una obligación del Estado Mexicano: presentar una protesta formal ante las autoridades estadounidenses, señalando la violación del Tratado (de México y Estados Unidos para prohibir los secuestros transfronterizos) y exigiendo el respeto a la soberanía mexicana y al debido proceso legal», señala.

Solicitar la repatriación inmediata de mi persona, argumentando que mi traslado fue ilegal y que cualquier proceso judicial en mi contra debe llevarse a cabo en México, conforme a las leyes nacionales y los acuerdos internacionales vigentes».

En una parte de su escrito, el líder del Cártel de Sinaloa requiere al Gobierno de México para que pida a los estadounidenses un informe detallado de las circunstancias de su secuestro y traslado, identificando quiénes permitieron su entrada a la Unión Americana y bajo qué base legal.

También, que le informen la identidad de las personas involucradas en su traslado, tanto del lado estadounidense como del lado mexicano.

La razón por la que alega que el Gobierno federal debe exigir la cancelación del proceso al que está sometido en Nueva York, es precisamente porque el procedimiento tiene como origen su secuestro y traslado ilegal a la Unión Americana.

«Esta exigencia no es una cuestión discrecional ni sujeta a consideraciones políticas o diplomáticas», dice.

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