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Prince duró ¡154 horas sin dormir antes de morir!

El insomnio, revelado por su cuñado, difícilmente coincide con las informaciones que aluden a que el autor de ‘Purple rain’ llevaba semanas tomando altas dosis de un opiáceo.

Prince estuvo 154 horas despierto antes de morir, pese a estar tomando analgésicos que producen somnolencia, según información facilitada a la Policía y de la que se hace eco el diario inglés, Daily Mirror.

Poco después de que la familia del cantante celebrara una ceremonia en la intimidad en su domicilio, tras la incineración, su cuñado, Maurice Phillips, ha revelado que llevaba sesis días y medio sin dormir antes de que su cuerpo sin vida fuera encontrado en un ascensor en su domicilio de Paisley Park en Chanhassen (Minnesota).

Phillips, casado con Tyka Nelson, hermana de Prince, dijo al «Mirror»: Estuve con él el fin de semana pasado. Trabajó 154 horas seguidas. Era un buen cuñado. De hecho, sus amigos temen que el artista hubiera recibido recetas de un médico poco fiable.

Sin embargo, el insomnio revelado por su cuñado difícilmente coincide con las informaciones que aluden a que el autor de ‘Purple rain’ llevaba semanas tomando altas dosis de un opiáceo llamado ‘Percocet’, causa última, según parece, de la sobredosis que sufrió a bordo de su avión privado y que le llevó a ser ingresado de urgencia, tras un aterrizaje de emergencia.

Entretanto, las circunstancias de la muerte del genio de Minneapolis siguen sin conocerse. El sheriff del condado de Carver, Jim Olson, no aportó grandes claves en la rueda de prensa que dio el viernes. Aseguró que no había signos de violencia en el cuerpo de Prince y que no había razones para creer que hubiera sido un suicidio. Pero se comprometió a llevar la investigación sobre su muerte hasta el final «para asegurarnos de que el público sabe lo que ocurrió».

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Desaparece en Disneyland y aparece días después en un bote de basura en Mexicali: el misterioso caso de Annie Encino

Una adolescente estadounidense de 16 años fue localizada con vida dentro de un contenedor de basura en Mexicali, Baja California, días después de haber desaparecido en el parque Disney California Adventure, en Anaheim. El caso ha despertado preocupación e interrogantes en ambos lados de la frontera, especialmente por el silencio mediático en México y las lagunas que aún rodean su cruce hacia territorio nacional.

Annie Kathleen Encino desapareció el pasado 20 de abril tras una discusión con su familia dentro del parque temático. Fue vista por última vez alejándose sola, lo que activó una Alerta Amber en Estados Unidos. Sin embargo, esa alerta nunca cruzó a territorio mexicano, dejando a la opinión pública del país sin conocimiento de su desaparición… hasta que la historia dio un giro tan insólito como alarmante.

Días después, una llamada anónima al 911 alertó a la policía municipal de Mexicali sobre la presencia de una menor dentro de un bote de basura. Al llegar al sitio, los oficiales encontraron a la joven en condiciones que no han sido detalladas, pero confirmaron su identidad. El consulado de Estados Unidos fue notificado de inmediato y su madre viajó a la ciudad fronteriza para identificarla y llevarla de regreso.

Hasta ahora, las autoridades mexicanas no han informado cómo fue que Annie cruzó la frontera sin documentos, sin acompañantes y sin ser detectada. Tampoco han revelado si fue víctima de trata, secuestro, abuso o si viajó voluntariamente con ayuda de terceros. La Fiscalía de Baja California mantiene abierta una investigación para esclarecer los hechos.

Lo que sí queda claro es que algo falló en los mecanismos de cooperación fronteriza. Ni la alerta internacional funcionó, ni hubo un protocolo binacional que permitiera actuar a tiempo. La aparición de una menor estadounidense en un contenedor de basura, en una ciudad donde los casos de desapariciones no son novedad, pone una vez más bajo la lupa la crisis de seguridad y el flujo irregular entre ambos países.

Mientras se esperan más detalles oficiales, el caso de Annie Encino evidencia que incluso en un entorno supuestamente seguro como Disneyland, la vulnerabilidad de los menores puede terminar en una historia digna de una serie policiaca.

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