Caleb Ordóñez T.
En política siempre existirán los vencedores y vencidos, es una actividad humana donde el empate no está permitido, quizá lamentablemente, pues los equilibrios serían más idóneos para contrarrestar la violencia, la polarización y los actos violentos. Pero simplemente, no es así: La política es un oficio feroz por ganar el poder, sí o sí.
El pasado 6 de Enero del 2021 será un día recordado por la forma en que se demostró que la democracia es débil y el país que se ufanó durante siglos de ser el más respetuoso a ese sistema, estuvo en llamas durante horas con arranques iracundos en su mayoría de hombres y mujeres de origen caucásica, que como auténticos bárbaros atacaron el Capitolio en Washington D.C.
Las imágenes son apocalípticas y parecen ser tomadas de una película de Hollywood. Norteamericanos, peleando a muerte contra otros norteamericanos. No es una situación que se diera “de pronto”, sino una contaminación viral que han sufrido desde que Donald Trump ganó la candidatura en el año 2016, provocando la polarización a fin de cumplir el algoritmo que promovían el emperador Julio César y Napoleón “divide y vencerás”.
Recordaremos ese día como la fecha que Donald Trump perdió políticamente todo el capital que había generado durante años. No estamos hablando de cualquier líder, más de 70 millones de personas confiaban en él y le otorgaron su voto.
Sin embargo, si el gran perdedor fue el magnate neoyorquino. También hubo un gran ganador. Y no, no se trata del presidente electo Joe Biden.
Trump desde días atrás sabía que no solo había perdido en las urnas, también estaba perdiendo su percepción como “triunfador” ante sus seguidores quienes estaban sumiéndose en la decepción. Por lo que intentó manipular a su fiel escudero, el vicepresidente que se jugó todo por su jefe, Mike Pence.
¿Un apoyo divino?
Mike Pence, fue líder de música en su iglesia local durante su juventud
Pence es parte de una familia sumamente religiosa, un hombre devoto que dijo decidió apoyar a Trump, cuando nadie del “establishment” en su partido lo hacía, cuando el pasado 12 de julio de 2016 el Trump Force One, el Boeing 757 que había comprado el magnate de la construcción para su campaña presidencial, aterrizó en una aeropuerto secundario de las afueras de Indianápolis. En ese aterrizaje, le estalló un neumático. Desde entonces, Pence pensó que se había tratado de un evento con un mensaje divino.
Para quienes lo conocen, aseguran que Pence solo quería reelegirse como gobernador de Indiana, pero la campaña de Trump veía en él factores reales para convertirse en un gran aliado: Su figura ultraconservadora, apoyado por miles de evangélicos y por su liderazgo moral sobre los gobernadores del “cinturón de óxido”, una serie de Estados que eran fuertemente republicanos. Aunque Trump siempre se opuso a Pence, su campaña lo convenció y lo demás es historia.
Si millones de evangélicos empezaron a seguir ciegamente a Donald Trump, fue gracias a Mike Pence. Él convenció a miles de pastores y obispos por todo Estados Unidos de que “Trump había cambiado y ya no era el hombre inmoral” que se había mostrado con decenas de pruebas en audios y videos. Le creyeron.
Mike fue un vicepresidente leal, útil, confiable, noble y efectivo durante los cuatro años. Pero sufrió en carne propia la fría y perturbadora actitud de Trump. Según reportes de fuentes en la Casa Blanca, hablaban de malos tratos, gritos, desdenes y hasta humillaciones que padecía el vicepresidente en la oficina oval.
Pence solía repetirle a su familia, que era la voluntad de Dios apoyar al presidente y su resistencia fue recompensada con la candidatura por la reelección, aunque la relación entre ambos personajes ya estaba sumamente desgastada.
A finales del 2019, la campaña se veía triunfadora, las encuestas daban una ventaja de hasta 15 puntos a favor de Trump/Pence contra cualquier candidatura demócrata, pero llegó la pandemia del COVID-19 y pegó duro a la salud y economía por lo que Joe Biden y Kamala Harris se alzaron con el triunfo de manera contundente. Venciendo incluso en el “cinturón de óxido”.
Hacer lo correcto.
El último berrinche de Trump, fue una última petición a Pence, pues como presidente del Senado, era el encargado de presidir la sesión en que se debía conformar la victoria electoral de Biden, ya certificada por los colegios electorales de los 50 estados. Trump le exigió que debía rechazar los votos de los estados donde insiste que hubo fraude (Sin prueba alguna). “Espero que haga lo correcto. Si lo hace, ganamos la elección. Si no lo hace, será un día triste para nuestro país”, lo dijo ante miles de simpatizantes que luego de esto enviaron cientos de miles de tuits a Pence.
Pero el honrado Mike Pence hizo lo que nadie imaginaría, se negó a la errónea petición de su jefe y prefirió darle crédito a la constitución norteamericana. En una carta escribió: “Es a mi razonamiento meditado, que mi juramento de seguir y defender la Constitución no me permite reclamar autoridad unilateral para determinar qué votos deben ser contados y cuáles no”.
Eso ocasionó la ira de Trump quien en un tuit aseguró que como cobarde, “no había tenido el coraje para proteger nuestro país y la Constitución”.
Ante esta acción, miles de personas fueron al Capitolio y todos recordaremos esas imágenes lamentables donde han muerto hasta este momento cuatro personas. Las consignas de la encendida horda, ahora incluían su odio repentino contra Mike Pence. Por lo que tuvo que ser resguardado durante horas.
Mike Pence es el gran ganador del pasado 6 de Enero, pues al dar su espalda al odio que ha producido Trump, abrió los ojos de los seguidores más nobles, de los republicanos reflexivos y se ascendió como un hombre que peleó hasta el último momento por la democracia.
Seguramente se llevará gran parte del capital político de Trump y su posición admirablemente negociadora podría unir a muchos conservadores que quieren regresar a las raíces, sin llegar a los actos vandálicos y violentos.
Por eso Mike Pence, en un dolo día, se convirtió en el segundo hombre, políticamente, más importante de los Estados Unidos, solo detrás de Joe Biden. Pues ahora representará a todo un partido enorme, millones de evangélicos, pero además la admiración y agradecimiento del nuevo presidente y los demócratas. Hacer lo correcto vale la pena.
Además, tuvo su revancha contra el bullying que sufrió durante años por parte del decadente y viciado Donald Trump.
Se hablará mucho más de Mike Pence en el futuro inmediato, no lo olviden.