Conecta con nosotros

Opinión

Reforma Educativa por Jaime Fong Ríos

Como es sabido, el pasado 10 de diciembre el titular del ejecutivo federal envió a San Lázaro, iniciativa de reforma a los artículos 3° y 73° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en materia de Educación.

Esta importante reforma se centra en la modificación y mejoramiento de una de las materias mas importantes para el desarrollo de México y de los mexicanos.

¿Pero qué es lo que contiene la Reforma Educativa?, Bueno les platico que dentro de los cambios que habrán de realizarse están: La creación de un Servicio Profesional de Carrera Docente, evaluación de la calidad con la que los maestros imparten sus clases, a través de la creación del Sistema Nacional de Evaluación Educativa y la participación de los padres de familia dentro de los planes y programas de estudio para la educación básica y media superior.

En el primer tema, en palabras practicas es: Que los maestros puedan ir ascendiendo de puesto, mediante concursos de oposición, con base en su preparación y sus conocimientos, que como normalistas adquirieron en sus estudios y no como sucede en la actualidad donde solamente aquellos beneficiados por el gremio pueden llegar más arriba.

Del segundo, es que las evaluaciones que se les harán a los maestros, sean realizadas por medio de un organismo público autónomo, tipo Instituto Federal Electoral (IFE), donde la junta de gobierno será propuesta por el Ejecutivo Federal, pero tendrá que ratificarla el senado de la republica. Con ello se evita que metan mano en las evaluaciones las partes involucradas, llámese el gremio o la secretaria de educación.

Y algo muy importante, para mi punto de vista, es que los padres de familia podrán tomar parte dentro de la planeación de los planes educativos para la educación básica y media superior.

Al día de hoy, 20 legislaturas de los estados han aprobado dicha reforma, por lo que a más tardar en un mes, el Ejecutivo Federal estará promulgando y publicando dicha reforma y con ello será Reforma Constitucional.

Recuerdo un comentario de una amiga que es maestra: “Sin el gremio nunca podre llegar más allá del salón de clases” – Ahora le digo: Entre más preparada estés para ser más que una maestra frente a grupo, podrás llegar a donde te propongas.

El gremio no es malo, simplemente que no es parejo con todos. – ¿O usted qué opina?

Al tiempo, tiempo.

Nos leemos la próxima semana.

20130123-023525.jpg

Twitter: @jafong

Jaime Agustín Fong Ríos, es oriundo de Ciudad Cuauhtémoc, Chihuahua, egresado de la Licenciatura en Derecho por la Universidad Autónoma de Chihuahua, ha trabajado como asesor de comisiones legislativas en el Congreso del Estado de Chihuahua y actualmente labora en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.

1 Comentario

You must be logged in to post a comment Login

Leave a Reply

Opinión

Francisco: el futbolista que soñaba con ayudar a los pobres. Por Caleb Ordoñez Talavera

En un mundo donde los líderes suelen subir al poder sobre pedestales dorados, Jorge Mario Bergoglio eligió las sandalias del pescador. Aquel argentino que un día fue arquero de fútbol, amante del tango y de los libros de Dostoyevski, se convirtió en Papa y jamás olvidó de dónde venía. Francisco no fue un pontífice cualquiera; fue un Papa de carne y hueso. De esos que uno siente que podría toparse en la fila de las tortillas, con una sonrisa serena y una mirada que, sin mucho ruido, te abraza el alma.

Francisco ha sido, sin lugar a dudas, el Papa más disruptivo en siglos. No porque haya roto dogmas —la estructura doctrinal sigue firme—, sino porque le dio un rostro distinto a la Iglesia Católica. Dejó de lado la solemnidad acartonada y abrazó la humildad. Cambió el papamóvil blindado por un Fiat, rechazó vivir en los lujosos aposentos vaticanos y optó por una residencia sencilla. El “Vicario de Cristo” en la tierra eligió la austeridad, no por estrategia, sino por convicción.

Pero su verdadera revolución fue moral y emocional. Francisco no gritaba desde el púlpito: escuchaba desde las banquetas. Su papado se volcó en los márgenes, allí donde duele el hambre, la exclusión y el olvido. Su voz fue trinchera para los migrantes, los pobres, los ancianos, los refugiados.

Muchos lo criticaron por “idealista”, como si eso fuera pecado. Pero Francisco no era ingenuo, era valiente. Sabía que sus llamados a la justicia social incomodaban a muchos en las cúpulas de poder, tanto eclesiásticas como políticas. Sin embargo, nunca dio marcha atrás. “Quiero una Iglesia pobre para los pobres”, dijo al iniciar su pontificado. Y no era una frase para los titulares: era su hoja de ruta.

En tiempos donde la migración se convirtió en moneda electoral, el Papa Francisco insistía en recordar lo esencial: los migrantes no son cifras, son personas. Los visitó en las fronteras de Europa, lloró con ellos, oró con ellos, los abrazó. Nunca usó una cruz de oro; la suya era de hierro, sencilla, como el corazón que la portaba.

No fue un teólogo de escritorio. Fue un pastor que olía a oveja. Supo enfrentarse al clericalismo con una sonrisa y un gesto firme. Habló de ecología cuando el mundo prefería mirar al petróleo, habló de inclusión cuando otros aún discutían si las puertas de la Iglesia debían estar abiertas. Fue reformador no porque cambiara leyes, sino porque cambió la conversación.

Y entre todas sus aficiones —el cine italiano, la literatura rusa, la cocina porteña— hay una que siempre lo delató como el más humano de los líderes: el fútbol. Fan acérrimo del equipo San Lorenzo, seguía los resultados con la emoción de un niño. Para Francisco, el fútbol era una metáfora del Evangelio: todos juntos, diferentes, pero con un solo objetivo. “Lo importante no es meter goles, sino jugar en equipo”, decía.

El balón lo extrañará. La pelota, esa esfera rebelde que tantas veces desafía la gravedad, ha perdido a uno de sus poetas silenciosos. No se sabe si en el Vaticano habrá canchas, pero estoy seguro de que Francisco supo lo que es gritar un gol desde el alma.

Su legado es más que palabras. Está en los corazones de quienes alguna vez se sintieron excluidos. Está en cada migrante al que se le extendió la mano, en cada comunidad indígena que se sintió escuchada, en cada creyente que volvió a mirar a la Iglesia con esperanza y no con miedo.

El Papa Francisco nos recordó que la fe sin amor es un cascarón vacío. Que la Iglesia, si no camina con el pueblo, se convierte en museo. Que el Evangelio no es para adornar discursos, sino para incomodar a los cómodos y consolar a los que duelen.

Francisco será recordado como el Papa de los gestos pequeños, de las palabras enormes, del corazón abierto. No hizo milagros, pero hizo lo más difícil: cambiar el alma de una institución milenaria con solo mirar a los ojos de los pobres y decirles: “ustedes son el centro”. Y en tiempos donde el cinismo dentro de la política y en todos los medios cotiza alto, eso es ya un milagro.

Continuar Leyendo
Publicidad
Publicidad
Publicidad

Más visto