El Partido Revolucionario Institucional debe de tomar medidas importantes para poder recuperar la credibilidad de las personas a lo largo y ancho de todo el Estado.
Tras la derrota electoral del pasado mes de Junio, los gobiernos municipales y el estatal se depurarán. Lo anterior, desde mi punto de vista, es positivo en una democracia. Esta depuración no sólo será en el gobierno, a su vez se dará dentro del PRI ya que se reacomodarán los grupos y quedarán más fuertes aquellos miembros del partido que han actuado con una vocación real de servicio y han dado resultados positivos.
Por: Gerardo Elizondo
El partido requiere cambios, caras nuevas, frescas, aparte de cambios estatutarios que hagan más democrática la designación de los lideres del mismo, como pueden ser elecciones internas. La ciudadanía también tiene que comprender que los nuevos liderazgos del partido no serán como los anteriores, el PRI debe de reformarse y designar a personas capaces, con vocación política y sobre todo honestas.
Sin duda, después de la entrada del Gobernador Electo, Javier Corral, el PRI deberá destituir a los actuales dirigentes, tanto estatal como municipales, los últimos principalmente en las ciudades más importantes del Estado.
En particular, el próximo dirigente del PRI en el Estado debe de ser alguien que logre consolidar al partido, logre darle credibilidad y sea un gran gestor para poder negociar los cambios internos que el partido requiere para lograr los fines antes descritos.
Ciertamente, el descontento de la ciudadanía con el actual Gobierno priísta a manchado de sobremanera la imagen del partido, pero las personas deben de ser conscientes que el mal gobierno lo realizó un grupo del partido, un clan de ladrones cínicos, y que no fue un acto de TODO el PRI y si bien los dirigentes actuales pertenecen a ese grupo, los nuevos dirigentes no pertenecerán ya que las condiciones y el contexto actual no permitirán que personas de ese grupo sigan dirigiéndolo. Por lo que los nuevos dirigentes vendrán arrastrando ese descontento generado por el gobierno actual y tendrán que demostrarle al pueblo que NO siguen la misma ideología del grupo de Duarte, sino una ideología de cambio, reestructura y con el propósito de hacer la labor que les corresponde que no es más que servir a la ciudadanía y aportar para que a ésta le vaya mejor. Como uno de los priístas buenos más importantes de Chihuahua y opositor a las acciones del actual gobernador César Duarte dijo: “Hay que distinguir entre duartistas y priístas”.
Ahora se dará la oportunidad de que los buenos priístas (que sí los hay) operen el partido, aquellos que, en cuanto se percataron de los malos manejos y la corrupción del gobierno del Estado en turno, se retiraron del mismo y desde fuera de él hicieron señalamientos puntuales de las corruptelas de varios gobernantes, pero nadie los escuchó en aquél tiempo y debido al “cerrazón mediático”, orquestado por el gobierno en todo el Estado, sus señalamientos se vieron opacados, descalificados y minimizados.
Ojalá que los nuevos dirigentes del PRI tengan esta visión y lo más importante; que tengan vocación real de servicio a los demás. En lo personal no me cabe la menor duda de que hay priístas con estas características positivas y que ellos serán quienes recuperen la credibilidad del partido en base a reestructuras internas y resultados observables, pues el pueblo lo demanda y merece que la política se eleve de nivel y se haga bien en nuestro gran Estado. Ese es el reto que el PRI tiene a la vuelta de la esquina.