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¿Sabes por qué celebramos el Día de Reyes?

Este 6 de enero se festeja en México y otros países el Día de Los Reyes Magos, es una tradición de origen católica que funciona como adoración del Niño Jesús.

Entre las primeras referencias que se conocen sobre los Reyes Magos hay una que aparece en el Evangelio de San Mateo, mención que eran unos “magos”, que iban a conocer al rey de los judíos acabado de nacer, no dice sus nombres, ni que eran reyes.

Después cuenta la historia que fueron Melchor, Gaspar y Baltazar los llamados tres Reyes Magos que provenían en Oriente para rendir honores y llevar regalos al recién nacido guiados por una estrella hacía Belén.

Lo Reyes Magos llevaron al Niño Jesús tres regalos: oro, incienso y mirra, el día que se encontraron es denominado como “Epifanía”, que significa “manifestación”, que la iglesia católica celebra el 6 de enero.

Para los predicadores de esta religión la forma ovalada de la rosca tiene como significado el amor de dios sin principio ni un fin, la frutas que se colocan sobre el pan manifiestan la gracia traída por Jesucristo, mientras que varias personas también señalan que son la referencia del: amor, paz y felicidad.

El objetivo de colocar una figura del Niño Dios en interior de la rosca es para representar la vez que José y María escondieron a Jesús de Herodes, anteriormente solo se utilizaba uno, pero en ocasiones se colocan dos o más.

Otro de los cambios que han llevado a cabo los mexicanos es que a quien le sale el Niño Dios en algún pedazo de rosca se convierte en madrina y deberá llevar a la iglesia para que reciba la bendición del padre y festejar el 2 de febrero, Día de la Candelaria llevando tamales y alguna bebida.

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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