Karime tiene 11 años de edad y estuvo contagiada hace unos meses de COVID-19. Batallaba para respirar, saturaba 86 de oxigenación, la fatiga la tumbó dos semanas en cama y resultó con afectaciones en un pulmón. La enfermedad le dejó secuelas que le tuvo que tratar un psicólogo. Ahora, ya recuperada, tiene miedo de volver a contagiarse al regresar el próximo 30 de agosto a la escuela. Su dilema es el mismo que tiene en jaque a todo México.
El presidente Andrés Manuel López Obrador anunció la vuelta a clases en los planteles y estableció la fecha. Organismos como el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y agrupaciones de padres de familia lo secundan. Sostienen que el riesgo de contagio para ese sector es mínimo. Mientras que especialistas médicos y otro sector de progenitores de los niños consideran que es una decisión apresurada y que no se tienen los protocolos estrictamente necesarios para garantizar el bienestar de los estudiantes.
Ambas partes tienen argumentos contundentes. Los primeros, alertan que unos tres millones de menores perdieron el pasado año escolar por carecer de acceso a la modalidad de clases en línea. También apuntan que en los últimos doce meses aumentaron en un 24% las denuncias por casos de violencia familiar. Además advierten que los niveles de ansiedad y depresión por la falta de la dinámica social, a raíz del confinamiento, habrían desencadenado un repunte sin precedentes en la cifras de suicidio infantil.
“No vemos que las escuelas sean un espacio de alto riesgo de contagio”, dijo a Infobae Letizzia Sozzi, vocera de Unicef en México, organismo que urge que los menores regresen a clases indicando que, si ya hay otros espacios abiertos, con mayor razón las escuelas “que tanta falta hacen” deben de estarlo. “No vemos que haya mayor riesgo al estar en clases que en otros lugares de la comunidad”.
Desde el gobierno federal sostienen la teoría de que el riesgo de que los menores desarrollen cuadros graves de SARS-CoV-2 es mucho menor que en el caso de los adultos y como ejemplo apuntan a las cifras que, en dicha comparación, se mantiene en porcentajes mínimos, tanto de enfermos como de fallecidos.
Pero “el riesgo es el mismo”, advirtió a este medio el Dr. Rodrigo Hiroshi González Luna, jefe del servicio de de alergia e inmunología pediátrica del Hospital Regional de Alta Especialidad “General Ignacio Zaragoza”, ISSSTE. “Eso de que los niños no se están enfermando o que no tienen riesgo de contagio, no es verdad”, subrayó.
El caso de Karime, precisamente, es ejemplo de eso. “Sentía cansancio, casi nunca me paraba de la cama”, relata la menor que está por cursar el sexto año de primaria. “Me movía un poquito y ya me faltaba el aire”. Ella es una de los 60.928 menores que se han contagiado de COVID-19 desde que inició la pandemia, según datos del Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (Sipinna). De ellos, 613 fallecieron. “Había muchas personas muertas por Covid y yo tenía miedo de morirme también”, agrega afligida.
Fuente: El País