Tulum, durante años considerado uno de los destinos más atractivos y lujosos de México, atraviesa hoy su momento más oscuro. Hoteles semivacíos, playas restringidas, comerciantes quebrados y una percepción de inseguridad en aumento han convertido al antiguo paraíso en un municipio en crisis. La ocupación hotelera ronda apenas el 20%, e incluso menos en el centro urbano. Muchos negocios han cerrado sus puertas y la derrama económica se ha desplomado.
La situación no se explica por un solo factor, sino por una combinación de errores, omisiones gubernamentales y políticas de desarrollo turístico insostenibles. Lo que alguna vez fue símbolo del turismo consciente y natural, hoy se ahoga entre el abandono, la mala gestión y la pérdida de identidad.
Las causas del desplome
Sargazo, sobreprecios y turismo en fuga
El fenómeno del sargazo, que cada año cubre las playas caribeñas, ha golpeado con fuerza a Tulum. Las imágenes de playas marrones y malolientes circulan en redes sociales, ahuyentando al turismo internacional. A esto se suma la percepción de un destino caro y poco hospitalario: taxis con tarifas excesivas, restaurantes con precios inflados y un ambiente que ha pasado de lo bohemio a lo elitista y excluyente.
Muchos visitantes optan ahora por Playa del Carmen, Bacalar o incluso Mérida, donde encuentran precios más razonables y una experiencia más segura. Los vuelos internacionales hacia Cancún siguen llegando, pero cada vez menos turistas eligen Tulum como su destino final.
Playas privatizadas y conflictos de acceso
Uno de los mayores reclamos de los habitantes locales es el acceso restringido a las playas. Aunque por ley son bienes públicos, varios complejos hoteleros y desarrollos han instalado barreras y cobros para ingresar. La disputa más visible es la del Parque “El Jaguar”, donde se han denunciado irregularidades en el acceso libre tanto para turistas como para residentes.
Esta privatización progresiva ha generado un profundo malestar social. El turista, que antes podía recorrer libremente las playas, ahora se siente vigilado y limitado. La población local, por su parte, ve cómo su territorio natural se convierte en terreno vedado. El resultado es un destino que pierde su espíritu y su hospitalidad original.
Autoridades ausentes y desconfianza local
La gestión municipal ha sido duramente criticada por prestadores de servicios, hoteleros y comerciantes. La deuda pública creció sin que se perciban resultados concretos en infraestructura, limpieza o promoción turística. La administración actual parece más enfocada en justificar su falta de resultados que en resolverlos.
A esto se suma un rumor que circula con insistencia: el alcalde de Tulum pasaría buena parte del tiempo fuera del municipio, en Monterrey. Aunque no hay confirmación oficial, esta percepción alimenta el descontento ciudadano y refuerza la idea de que la autoridad está desconectada de la realidad que viven los habitantes.
Desempleo y desbandada laboral
La crisis turística también ha tenido consecuencias sociales severas. Miles de trabajadores del sector han perdido su empleo y muchos regresan a sus lugares de origen. Restaurantes, boutiques, tiendas y pequeños hoteles cierran cada semana. Las calles que antes rebosaban de vida nocturna ahora lucen semivacías, y la sensación generalizada es la de un destino que envejeció demasiado rápido.
Incluso el lucrativo mercado de bodas, que llegó a posicionar a Tulum como uno de los principales destinos románticos del mundo, se encuentra en declive. Las parejas buscan opciones más económicas y con mejor infraestructura, como Los Cabos, Puerto Vallarta o destinos internacionales del Caribe.
Negación oficial y falta de estrategia
Mientras los empresarios y trabajadores del turismo hablan de “crisis histórica”, las autoridades estatales y federales como la SECTUR, actualmente dirigida por Josefina Rodríguez Zamora, maquillan la situación, prefieren hablar de “temporadas regulares” o “ajustes naturales del mercado”. Este contraste entre discurso oficial y realidad palpable genera frustración. En los hechos, los prestadores de servicios viven una caída de ingresos sin precedentes, y muchos sienten que el gobierno ha abandonado por completo la promoción de Tulum.
La desconexión con las autoridades del estado es evidente. Mientras se invierte en megaproyectos de infraestructura regional, como el Tren Maya, los pequeños operadores locales de Tulum no reciben apoyos ni promoción suficiente.
Un fondo de fomento turístico ausente
En medio de esta crisis, el Fondo de Fomento Turístico de Tulum debería jugar un papel determinante. Su función es precisamente promover el destino, atraer inversión y representar al municipio en ferias internacionales. Sin embargo, su presencia es prácticamente inexistente.
Tulum necesita con urgencia posicionarse de nuevo en los principales escaparates del turismo mundial: FITUR, en Madrid; ITB, en Berlín; WTM, en Londres; y ferias latinoamericanas como ANATO o el Tianguis Turístico de México. Allí se definen los flujos turísticos globales, los convenios con aerolíneas y los nuevos circuitos de inversión.
La ausencia de Tulum en estos foros significa perder oportunidades valiosas para reactivar su economía. Sin una estrategia clara de promoción y sin liderazgo institucional, el destino queda a la deriva, compitiendo sin herramientas frente a lugares mejor organizados y con mayor respaldo gubernamental.
El paraíso en riesgo de extinción
Tulum vive una tormenta perfecta: corrupción, abandono, costos desorbitados, inseguridad y pérdida de identidad. El turismo que lo hizo famoso hoy le da la espalda, y el destino corre el riesgo de convertirse en un símbolo de lo que sucede cuando un lugar se consume a sí mismo.
La recuperación dependerá de decisiones valientes: garantizar el acceso libre a las playas, fortalecer el fondo de fomento turístico, diseñar campañas internacionales de reposicionamiento y exigir rendición de cuentas a las autoridades municipales.
El Caribe mexicano no puede permitirse perder a Tulum. Pero mientras el gobierno permanezca ausente y el liderazgo local viva lejos de la realidad, el paraíso seguirá desangrándose en silencio.