Intenté aprender literatura y filosofía caminando por los pasillos y tomando clases en los salones de lo que hoy es facultad pero que en aquel tiempo sólo era escuela. Aquí me recibieron ejemplares personas de memorables apellidos: Ferro, Macín, Villegas, Talavera, Orozco, Flores, Pallares, Nava, Rico, Soto, Hernández, Jiménez, De Pablo, entre otros.
Enamorado de ella, yo iba a esa escuela antes de concluir la preparatoria. Después, ya matriculado, me acerqué a sus fundadores, lo mismo que a sus pupilos convertidos en mis maestros. La cátedra, en esas aulas de ladrillo con ventanas grandes que dan a la Avenida Universidad, era interesante, lo mismo que la discusión extra clase que se nos colgaba hasta las tertulias.
En una escuela de filosofía, la lealtad al pensamiento crítico se extiende para enmarcar las opiniones discordantes, haciendo valer la divergencia. En una escuela así, la libertad y la tolerancia impregnan toda relación entre quienes le dan vida. Esto es lo grandioso del compromiso académico que allí se manifiesta.
Recuerdo al dramaturgo Manuel Talavera exigiendo disciplina al escribir, a Enrique Pallares emocionado con la razón expuesta en las leyes de inferencia, a Pancho Flores pronunciando el espíritu de la Historia, a Gumaro Orozco educando con el ejemplo al crear magistralmente poemas y viñetas, a Rico evocando una libertad necesaria para filosofar a plenitud.
Yo egresé de esta escuela de filosofía, en donde la colusión entre maestros y alumnos impulsaba a la lectura, incitaba a la creación, promovía la reflexión. Vigorosos debates entre nuestros profesores -ya en los pasillos, en el jardín o en el aula magna- nos inspiraban para hacer lo propio en nuestras reuniones estudiantiles.
El jardín de la escuela fue –como hasta hoy lo es, según me han dicho- un lugar propicio para el gesto festivo que hay, de una u otra forma, en la academia de literatura y pensamiento. ¡No todo era biblioteca y ofertas en “Humanitas” (el templo donde un tal Guerrero nos dotaba de material para el desvelo)!
La Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua cumple medio siglo. El lado humanístico de nuestra universidad está celebrando algo más que una duración; hay festejos por su desarrollo, por haberse convertido en una pieza importante para la vida cultural de Chihuahua.
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