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Opinión

Violencia de Género: La Batalla Pendiente. Por Sigrid Moctezuma

Cada 25 de noviembre, el mundo pone un reflector sobre un tema que, lamentablemente, no pierde relevancia: la violencia de género. Aunque parezca increíble que en pleno siglo XXI sigamos enfrentándonos a este problema, la realidad nos recuerda que esta fecha no es solo una conmemoración, sino una llamada urgente a la acción.

El origen de este día nos lleva a 1960, en República Dominicana, cuando las hermanas Mirabal —Patria, Minerva y María Teresa— fueron asesinadas por órdenes del dictador Rafael Trujillo. Estas tres mujeres, conocidas como “Las Mariposas”, no sólo desafiaron un régimen opresor, sino que simbolizan la valentía y la lucha por la justicia. Fue su brutal asesinato lo que llevó, años más tarde, a que la ONU declarara el 25 de noviembre como el Día Internacional contra la Violencia de Género, un homenaje a su memoria y a todas las víctimas de esta problemática.

En México, este día resuena con particular fuerza. Las cifras son contundentes y desgarradoras. Según el INEGI, cada día son asesinadas 10 mujeres en el país, lo que nos posiciona entre los países con mayor incidencia de feminicidios en América Latina. A esto se suma que 7 de cada 10 mujeres han experimentado algún tipo de violencia a lo largo de sus vidas, ya sea emocional, física, económica o sexual.

El impacto de la violencia no distingue edades, clases sociales ni geografías. En 2023, se registraron más de 20 mil llamadas al 911 relacionadas con violencia contra las mujeres cada mes, lo que representa un promedio de 27 llamadas por hora. Además, estados como el Estado de México, Nuevo León y Veracruz lideran en el número de feminicidios reportados, una estadística que debería alarmarnos y movilizarnos como sociedad.

A pesar de esta realidad desgarradora, también es importante reconocer los avances. Desde la promulgación de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia hasta la creciente visibilidad del movimiento feminista, México ha dado pasos significativos. Las manifestaciones multitudinarias, los paros nacionales y los colectivos organizados han puesto el tema en el centro del debate público. Además, programas como los Centros de Justicia para las Mujeres y el fortalecimiento de las fiscalías especializadas muestran que hay esfuerzos por parte de las instituciones para atender esta crisis.

Sin embargo, esto no es suficiente. Este problema no se resolverá únicamente desde el gobierno o con más leyes, aunque son piezas fundamentales. Es un desafío que atraviesa todos los niveles de la sociedad y que nos obliga a cuestionarnos constantemente: ¿qué estamos haciendo para cambiar esta realidad? Desde casa, en las escuelas, en el trabajo y en las redes sociales, tenemos la responsabilidad de educar, denunciar y construir una cultura que respete y valore a las mujeres en toda su diversidad.

Hagamos que el 25 de noviembre no sea solo una fecha de memoria, sino el inicio de un compromiso real. Denunciemos, eduquemos, apoyemos a quienes lo necesitan y trabajemos desde nuestras trincheras para erradicar la violencia de género. Cada pequeña acción cuenta: desde enseñar a las nuevas generaciones a respetar, hasta exigir justicia para las víctimas. No podemos quedarnos como espectadores. El cambio comienza con cada uno de nosotros, aquí y ahora. ¿Qué harás tú hoy para construir un México donde la violencia de género sea cosa del pasado?

Opinión

La semilla. Por Raúl Saucedo

Libertad Dogmática

El 4 de diciembre de 1860 marcó un hito en la historia de México, un parteaguas en la relación entre el Estado Mexicano y la Iglesia. En medio de la de la “Guerra de Reforma», el gobierno liberal de Benito Juárez, refugiado en Veracruz, promulgó la Ley de Libertad de Cultos. Esta ley, piedra angular del Estado laico mexicano, estableció la libertad de conciencia y el derecho de cada individuo a practicar la religión de su elección sin interferencia del gobierno.

En aquel entonces, la Iglesia Católica ejercía un poder absoluto en la vida política y social del país. La Ley de Libertad de Cultos, junto con otras Leyes de Reforma, buscaba romper con ese dominio, arrebatándole privilegios y limitando su influencia en la esfera pública. No se trataba de un ataque a la religión en sí, sino de un esfuerzo por garantizar la libertad individual y la igualdad ante la ley, sin importar las creencias religiosas.
Esta ley pionera sentó las bases para la construcción de un México moderno y plural. Reconoció que la fe es un asunto privado y que el Estado no debe imponer una creencia particular. Se abrió así el camino para la tolerancia religiosa y la convivencia pacífica entre personas de diferentes confesiones.
El camino hacia la plena libertad religiosa en México ha sido largo y sinuoso. A pesar de los avances logrados en el lejano 1860, la Iglesia Católica mantuvo una fuerte influencia en la sociedad mexicana durante gran parte del siglo XX. Las tensiones entre el Estado y la Iglesia persistieron, y la aplicación de la Ley de Libertad de Cultos no siempre fue consistente.
Fue hasta la reforma constitucional de 1992 que se consolidó el Estado laico en México. Se reconoció plenamente la personalidad jurídica de las iglesias, se les otorgó el derecho a poseer bienes y se les permitió participar en la educación, aunque con ciertas restricciones. Estas modificaciones, lejos de debilitar la laicidad, la fortalecieron al establecer un marco legal claro para la relación entre el Estado y las iglesias.
Hoy en día, México es un país diverso en materia religiosa. Si bien la mayoría de la población se identifica como católica, existen importantes minorías que profesan otras religiones, como el protestantismo, el judaísmo, el islam y diversas creencias indígenas. La Ley de Libertad de Cultos, en su versión actual, garantiza el derecho de todos estos grupos a practicar su fe sin temor a la persecución o la discriminación.
No obstante, aún persisten desafíos en la construcción de una sociedad plenamente tolerante en materia religiosa. La discriminación y la intolerancia siguen presentes en algunos sectores de la sociedad, y es necesario seguir trabajando para garantizar que la libertad religiosa sea una realidad para todos los mexicanos.

La Ley de Libertad de Cultos de 1860 fue un paso fundamental en la construcción de un México más justo y libre. A 163 años de su promulgación, su legado sigue vigente y nos recuerda la importancia de defender la libertad de conciencia y la tolerancia religiosa como pilares de una sociedad democrática y plural.
Es importante recordar que la libertad religiosa no es un derecho absoluto. Existen límites establecidos por la ley para proteger los derechos de terceros y el orden público. Por ejemplo, ninguna religión puede promover la violencia, la discriminación o la comisión de delitos.
El deseo de escribir esta columna más allá de conmemorar la fecha, me viene a deseo dado que este último mes del año y sus fechas finales serán el marco de celebraciones espirituales en donde la mayoría de la población tendrá una fecha en particular, pero usted apreciable lector a sabiendas de esta ley en mención, sepa que es libre de conmemorar esa fecha a conciencia espiritual y Libertad Dogmática.

@Raul_Saucedo
rsaucedo@uach.mx

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