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Wimbledon sin jueces de línea: el fin de una era que muchos ya extrañan

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Por primera vez en sus 148 años de historia, Wimbledon ha eliminado por completo a los jueces de línea humanos, reemplazándolos con un sistema electrónico automatizado. Esta decisión marca un punto de inflexión en uno de los torneos de tenis más tradicionales del mundo, generando una mezcla de aceptación tecnológica y nostalgia por la humanidad que esta figura representaba en la cancha.

Pauline Eyre, quien fue jueza de línea en 16 ediciones del torneo, recuerda con orgullo su primera vez pisando el césped sagrado del All England Club a los 21 años. “Era un sentimiento extraordinario”, comenta. Lejos de haber soñado con ganar un trofeo como jugadora —ella misma se describe como una mala competidora juvenil—, su máximo orgullo fue formar parte del equipo de oficiales, un grupo que consideraba “visiblemente diferente y especial”.

Esa esencia humana es justo lo que, para Eyre y otros puristas, se pierde con esta transformación. Aunque el sistema electrónico —el mismo adoptado por el Abierto de Australia y el US Open— promete precisión absoluta, Eyre sostiene que el cambio elimina una parte esencial del deporte: la imperfección humana. “El tenis es sobre personas. Si le quitas la humanidad, estás quitando una parte fundamental del juego”, afirma.

La medida, anunciada por el All England Lawn Tennis Club en octubre pasado, responde a la intención de garantizar la máxima precisión en el arbitraje y ofrecer condiciones homogéneas para los jugadores, en línea con la mayoría de los torneos del circuito ATP y WTA. Sally Bolton, directora ejecutiva del club, explicó que la transición busca estandarizar el entorno competitivo. Sin embargo, incluso antiguos funcionarios como Andrew Jarrett, ex árbitro principal de Wimbledon entre 2006 y 2019, admiten que el cambio, aunque lógico desde el punto de vista tecnológico, tiene un “costo humano”.

Jarrett subraya que durante su gestión nunca se contempló seriamente eliminar a los jueces de línea, aunque reconocía que la introducción del sistema Hawk-Eye en 2007 marcaba el inicio de una posible transición. Para Eyre, ese momento fue revelador: “Hawk-Eye nos demostró que casi siempre teníamos razón”, dice, con cierta melancolía.

La eliminación de estos oficiales también impacta el futuro del arbitraje en el tenis. “¿Por qué un joven de 15 años querría ahora pasar sus fines de semana arbitrando partidos infantiles si ya no puede soñar con llegar a Wimbledon?”, cuestiona Eyre.

Entre los jugadores, la reacción es dividida. Aryna Sabalenka, número uno del mundo, considera que el sistema electrónico elimina controversias y aporta claridad, aunque reconoce estar «50/50». Por otro lado, Barbora Krej?íková y Frances Tiafoe expresaron su preferencia por el estilo tradicional, destacando el «fanfarroneo» y la interacción humana que ofrecían los desafíos a jueces de línea.

El sistema automático no está exento de fallas. Durante un partido de segunda ronda, el sistema emitió un llamado de «fuera» entre puntos, generando confusión y risas entre el público. Otros jugadores también señalaron que las señales automatizadas son a veces demasiado tenues para escucharse, especialmente en canchas con mayor ruido ambiental.

De los aproximadamente 300 jueces de línea que solían participar en Wimbledon, solo 80 permanecen este año como asistentes de cancha en caso de fallos técnicos del sistema.

Lo que antes era una aspiración para muchos —ser parte del torneo más prestigioso del mundo, aunque fuera desde los márgenes del terreno de juego— ahora queda relegado a la historia. Eyre, ahora comediante de stand-up, recuerda cuando fue abucheada por sancionar al favorito local Greg Rusedski o cuando John McEnroe la fulminó con la mirada por marcarle un error.

Con humor y algo de resignación, reconoce que los jueces de línea eran vistos como “jugadores fracasados y personas demasiado autoritarias”. Pero, en el fondo, lo hacían por amor al tenis. “Solo queríamos ser parte de algo que amamos”, concluye.

Y quizás, como muchas cosas en la vida, no sabíamos cuánto los íbamos a extrañar… hasta que desaparecieron.

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Lindsey Vonn rompe récord como la esquiadora más veterana en ganar en la Copa del Mundo

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Lindsey Vonn volvió a lo más alto del esquí alpino al convertirse en la esquiadora más veterana en ganar una prueba de la Copa del Mundo. La estadounidense, de 41 años, se impuso en el primer descenso de la temporada celebrado en St. Moritz, donde firmó su victoria número 83 en el circuito, 44 de ellas en esta modalidad, con una actuación sólida de principio a fin.

Vonn marcó un tiempo de 1:29.63 minutos, resultado que le dio una ventaja provisional de un segundo sobre sus perseguidoras. La austriaca Magdalena Egger, de 25 años, quedó a 0.98 centésimas, mientras que Mirjam Puchner se ubicó a 1.16 segundos y Sofia Goggia a 1.31. La diferencia, inusual en una disciplina en la que cada fracción de segundo puede modificar el podio, consolidó su regreso en una temporada en la que ha mostrado consistencia y control.

Con 41 años y 52 días, Vonn superó los registros de Federica Brignone y Didier Cuche, quienes habían logrado victorias en edades avanzadas, y estableció una nueva marca con su triunfo en St. Moritz. El resultado refuerza su presencia entre las figuras más influyentes del esquí alpino y añade un capítulo destacado a su trayectoria competitiva.

La esquiadora regresó a la actividad profesional en noviembre de 2024, cinco años después de anunciar su retiro debido a múltiples lesiones, fracturas y un persistente daño en la rodilla. En abril de 2019 se sometió a una cirugía de reconstrucción parcial en esa articulación y, tras un largo proceso de rehabilitación, retomó su preparación hasta volver a competir al máximo nivel.

La victoria en St. Moritz es la sexta que consigue en esa emblemática montaña, donde no ganaba desde 2014. También representa su primer triunfo desde marzo de 2018, cuando se impuso en el descenso de las finales de Åre. Su regreso al podio rompe una sequía de más de seis años y confirma que su carrera continúa vigente pese al tiempo y las lesiones.

El resultado consolida una jornada histórica en la que Vonn reafirmó su capacidad competitiva y amplió un legado que sigue ocupando un lugar central en la élite del esquí alpino.

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