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Opinión

Xóchitl Gálvez, una apuesta real de oposición. Por Caleb Ordoñez T.

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Y ahí, frente a las cámaras y el país entero, se muestran los presidentes de los partidos más fuertes en contra del régimen de Andrés Manuel López Obrador. Siempre serios y estoicos, aparecen Marko Cortés, del PAN; Alejandro Moreno, del PRI; y Jesús Zambrano, del PRD.

Los rostros son muy conocidos, ya se han destapado Beatriz Paredes, Lilly Téllez, Gustavo de Hoyos, Jorge Luis Preciado, Alejandro Murat, Ildefonso Guajardo, Claudia Ruíz Masseiu, Juan Carlos Romero Hicks, Gabriel Quadri, Santiago Creel, Silviano Aureoles, José Ángel Gurría, Enrique de la Madrid y, por supuesto, Xóchitl Gálvez.

¡Cuánto ruido está haciendo la senadora hidalguense!

Gálvez se subió de pronto a un trampolín. Anhelando ser candidata a la Ciudad de México, fue presionada y encantada para convertirse, de la noche a la mañana, en la precandidata que -por lo menos en las redes sociales- ha despertado más ánimo dentro de una oposición que se ha visto por años deslucida, perdedora y representada por liderazgos repudiados, como los presidentes de partidos anteriormente mencionados.

“Pueblo”

Xóchitl tiene una carrera política muy basta, desde conocer la administración federal, en asuntos indígenas en la “Comisión de Desarrollo de los Pueblos Indígenas” (año 2000), así como “Directora General de la Comisión Nacional Para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas”, hasta crear una institución oficial para atender los casos de más del 10% de la población mexicana. Gálvez se ostenta orgullosa de ser parte de esa minoría que sigue sufriendo el azote de la miseria heredada.

Si usted quiere ver en persona a Xóchitl, tendrá que asistir a un partido del Cruz Azul. No es una aficionada, sino una empedernida devota del equipo que más ha sufrido durante las últimas décadas, por la cantidad de finales perdidas. De ahí el término “la cruzazuleaste”.

La senadora es un personaje divertido y desenfadado. Nunca ha tenido reparo por hablar las cosas sin tapujos. Dice manejar en bicicleta diariamente y que su esposo utiliza el servicio público para trasladarse a su trabajo. Que “les gusta ser del pueblo”.

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Caleb Ordoñez

Opinión

Duarte: de los bares de Chihuahua al Altiplano. Por Karen Torres

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En México y en la política, lo que parece pasado, siempre regresa para explicar el presente. Hay nombres que regresan una y otra vez como si fueran espectros empeñados en recordarnos las fracturas del sistema. Uno de ellos es César Horacio Duarte Jáquez, exgobernador de Chihuahua (2010-2016), figura central de uno de los expedientes de corrupción más voluminosos en la historia reciente del país.

Karen Torres A.

Y ahora, tras años de idas y venidas judiciales, vuelve a los titulares: la Fiscalía General de la República ordenó su recaptura y lo trasladó al penal de máxima seguridad del Altiplano.

Este episodio no ocurre en el vacío. Es parte de una historia que lleva casi una década escribiéndose entre detenciones, extradiciones, procesos fragmentados y una libertad condicional que muchos chihuahuenses vieron como una burla abierta.

Pero también es un movimiento político que envía un mensaje contundente: la nueva administración federal quiere que se entienda que, al menos en la Fiscalía, el viejo pacto de impunidad ya no opera “para algunos”. Y Duarte es la vívida señal, ojalá esto no se trate únicamente de justicia selectiva.

Duarte huyó de México en 2017, cuando la entonces Fiscalía de Chihuahua, bajo el gobierno de Javier Corral, integró al menos 21 órdenes de aprehensión en su contra. Los cargos eran amplios y concretos:

  • Peculado agravado por más de 1,200 millones de pesos,
  • Desvío de recursos públicos hacia campañas priistas,
  • Enriquecimiento ilícito,
  • Uso indebido de atribuciones y facultades
  • Y una red de empresas fantasma operadas desde su círculo íntimo.

Fue detenido en Miami el 8 de julio de 2020 en Estados Unidos. Ahí pasó 2 años mientras se resolvía un proceso de extradición. Finalmente, en junio de 2022, el gobierno estadounidense lo entregó a México bajo cargos de peculado agravado y asociación delictuosa.

Su llegada al país fue presentada por la Fiscalía como un triunfo institucional. Pero para Chihuahua comenzaba un capítulo distinto: la prisión preventiva en el Cereso de Aquiles Serdán, donde Duarte permaneció alrededor de 2 años más, entre audiencias diferidas, cambios de jueces y tácticas legales el caso se fue transformando en un rompecabezas jurídico que pocos lograron seguir con claridad.

Llegó la cuestionada libertad condicional de 2024: 

En agosto de 2024, en una audiencia sorpresiva, Duarte obtuvo libertad condicional bajo el argumento de que llevaba tiempo suficiente privado de la libertad y que su conducta había sido “adecuada”, sin haber recibido sentencia alguna.

La imagen era insólita: un político acusado de desviar más de mil millones de pesos, señalado de haber quebrado fondos públicos y endeudado al estado por generaciones…

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