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La actriz sin la cual no funcionaría su ‘smartphone’ ni Wi-Fi

Hedwig Eva Maria Kiesler, más conocida como Hedy Lamarr, además de ser una brillante actriz de la época de oro de Hollywood y una mujer extraordinariamente atractiva, desmintió el mito de que las mujeres del arte no tienen nada que ver con la ciencia. Precisamente a ella le debemos los ‘smartphones’ y conexión Wi-Fi, sin los cuales no podríamos imaginar la vida cotidiana.

La historia de Hedy Lamarr es la historia de una mujer que logró combinar cosas incompatibles en su vida: se convirtió en la primera actriz del cine mundial que protagonizó un desnudo y también es autora de un sistema que permitió controlar torpedos a distancia.

Antes de convertirse en una estrella de Hollywood, Lamarr participó en varias películas en su patria, Austria, donde provocó una gran polémica tras protagonizar un desnudo. Más tarde huyó de su marido y se dirigió a EE.UU. donde obtuvo fama mundial.

Mientras que la popularidad de Lamarr en Hollywood iba extendiéndose, el Ejército nazi incendiaba toda Europa. Judía de origen, Lamarr no podía mantenerse aparte. La actriz, que estudió ingeniería desde los 16 años, logró resolver el problema de la posible interferencia de los enemigos en las señales de control de misiles, creando un sistema de comunicaciones secreto.

El sistema se basó en la transmisión de los mensajes u órdenes de mando dividiéndolos en pequeñas partes, cada una de los cuales se transmitiría secuencialmente cambiando de frecuencia. A partir de ese principio se basan los sistemas de comunicación digital inalámbrica modernos como el ‘GSM’, los ‘smartphones’, Wi-Fi, ‘Bluetooth’ y otros.

La historia de Hedy Lamarr es un ejemplo vivo de que una mujer hermosa puede ser al mismo tiempo muy inteligente y resolver problemas en las esferas más importantes.

Fuente: El Ciudadano

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Desaparece en Disneyland y aparece días después en un bote de basura en Mexicali: el misterioso caso de Annie Encino

Una adolescente estadounidense de 16 años fue localizada con vida dentro de un contenedor de basura en Mexicali, Baja California, días después de haber desaparecido en el parque Disney California Adventure, en Anaheim. El caso ha despertado preocupación e interrogantes en ambos lados de la frontera, especialmente por el silencio mediático en México y las lagunas que aún rodean su cruce hacia territorio nacional.

Annie Kathleen Encino desapareció el pasado 20 de abril tras una discusión con su familia dentro del parque temático. Fue vista por última vez alejándose sola, lo que activó una Alerta Amber en Estados Unidos. Sin embargo, esa alerta nunca cruzó a territorio mexicano, dejando a la opinión pública del país sin conocimiento de su desaparición… hasta que la historia dio un giro tan insólito como alarmante.

Días después, una llamada anónima al 911 alertó a la policía municipal de Mexicali sobre la presencia de una menor dentro de un bote de basura. Al llegar al sitio, los oficiales encontraron a la joven en condiciones que no han sido detalladas, pero confirmaron su identidad. El consulado de Estados Unidos fue notificado de inmediato y su madre viajó a la ciudad fronteriza para identificarla y llevarla de regreso.

Hasta ahora, las autoridades mexicanas no han informado cómo fue que Annie cruzó la frontera sin documentos, sin acompañantes y sin ser detectada. Tampoco han revelado si fue víctima de trata, secuestro, abuso o si viajó voluntariamente con ayuda de terceros. La Fiscalía de Baja California mantiene abierta una investigación para esclarecer los hechos.

Lo que sí queda claro es que algo falló en los mecanismos de cooperación fronteriza. Ni la alerta internacional funcionó, ni hubo un protocolo binacional que permitiera actuar a tiempo. La aparición de una menor estadounidense en un contenedor de basura, en una ciudad donde los casos de desapariciones no son novedad, pone una vez más bajo la lupa la crisis de seguridad y el flujo irregular entre ambos países.

Mientras se esperan más detalles oficiales, el caso de Annie Encino evidencia que incluso en un entorno supuestamente seguro como Disneyland, la vulnerabilidad de los menores puede terminar en una historia digna de una serie policiaca.

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