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Opinión

PETROLEO DIVINO TESORO II por Kamel Athie (2 DE 4 PARTES)

La situación de Pemex como empresa no es nada halagüeña, basta mostrar alguna cifras recientes para interpretar su condición financiera, así por ejemplo en 2011 obtuvo ingresos por ventas superiores al billón y medio de pesos; sus activos se cifraron en una cantidad curiosamente equivalente, en tanto que los pasivos se dispararon a un billón 700 mil millones de pesos.

Lo primero que destaca es que el petróleo es muy lucrativo, pues los ingresos de la empresa son colosales y envidiables; pero cuando se contrastan los activos con los pasivos, se puede deducir que la paraestatal está en quiebra técnica, ya que con todo lo que tiene no alcanza a pagar todo lo que debe.

Adicionalmente se puede afirmar que con el tamaño de sus ingresos anuales pudiera pagar su endeudamiento, pero el país que daría paralizado si no dispone de esas ganancias petroleras. Si bien el gobierno ha reiterado que Pemex no está en venta, ni los mexicanos lo permitiríamos, y sólo como elemento de análisis, huelga decir que como empresa nadie la compraría porque está tecnicamente quebrada.

Los pronósticos para el mediano plazo, es que si Pemex no se moderniza y dedica más inversiones a la prospección y aprovechamiento, dejará de ser la fuente generadora de ingresos en los que se ha sustentado el desarrollo del país en su historia contenmporánea de México… y entonces se podrá decir que el destino nos alcanzó… y no será al que todos aspiramos que es la prosperidad de las familias mexicanas.

Lo anterior cobra mayor fuerza cuando se analiza el status de las reservas conforme a su clasificación convencional, donde las llamadas PROBADAS se estiman en 13,800 millones de barriles, que al ritmo de extracción actual durarían sólo 10 años; las conocidas como reservas PROBABLES se calculan en 12,300 millones de barriles y servirían para 19 años. En una tercer categoría están las resevas POSIBLES que pueden ser de 17 mil millones de barriles y tendrían una vida promedio de 32 años.

Nuestras reservas probadas, comparadas con las de Venezuela, Arabia Saudita o Canadá, son pírricas ya que en el primer caso ascienden a 300 mil millones de barriles que les durarían 100 años; en el segundo 265 mil millones y le alcanzarían para 65 años, y en el tercero se estiman en 175 mil millones y le durarían 100 años.

Una conclusión que debe obtenerse de esta información es que México desde hace un par de décadas ha dejado de ser una potencia petrolera, incluso por debajo de Irán, Iraq, Kwait, emiratos árabes, Rusia, Libia, Nigeria, Kasajistán, Estados Unidos, Brasil, China, Angola y Argelia.

Es urgente cambiar esas tendencias perniciosas que han puesto en situación catastrófica a esa gran institución, porque frente a sus problemas estructurales sobre todo financieros, existe la gran oportunidad de canalizar más recursos a la prospección de nuevos yacimientos, sobre todo en el Golfo de México.

Por ejemplo en noviembre del 2012, se dieron a conocer nuevos yacimientos en el Golfo de México, frente a Villa Hermosa, Tabasco el pozo navegante-1, cuyas reservas se estiman entre 50 y 500 millones de barriles. Se anunció también el hallazgo en aguas profundas de un nuevo pozo llamado Supremus, a mas de 2,900 metros de profundidad, el cual producira entre 75 y 125 millones de barriles de crudo.

Es necesario que el gobierno de México, logre un acuerdo con Estados Unidos para la exploración y explotación de los yacimientos fronterizos en el Golfo de México, que pueden limitar o ampliar el potencial petrolífero de México.

kamelathie@gmail.com

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Opinión

Francisco: el futbolista que soñaba con ayudar a los pobres. Por Caleb Ordoñez Talavera

En un mundo donde los líderes suelen subir al poder sobre pedestales dorados, Jorge Mario Bergoglio eligió las sandalias del pescador. Aquel argentino que un día fue arquero de fútbol, amante del tango y de los libros de Dostoyevski, se convirtió en Papa y jamás olvidó de dónde venía. Francisco no fue un pontífice cualquiera; fue un Papa de carne y hueso. De esos que uno siente que podría toparse en la fila de las tortillas, con una sonrisa serena y una mirada que, sin mucho ruido, te abraza el alma.

Francisco ha sido, sin lugar a dudas, el Papa más disruptivo en siglos. No porque haya roto dogmas —la estructura doctrinal sigue firme—, sino porque le dio un rostro distinto a la Iglesia Católica. Dejó de lado la solemnidad acartonada y abrazó la humildad. Cambió el papamóvil blindado por un Fiat, rechazó vivir en los lujosos aposentos vaticanos y optó por una residencia sencilla. El “Vicario de Cristo” en la tierra eligió la austeridad, no por estrategia, sino por convicción.

Pero su verdadera revolución fue moral y emocional. Francisco no gritaba desde el púlpito: escuchaba desde las banquetas. Su papado se volcó en los márgenes, allí donde duele el hambre, la exclusión y el olvido. Su voz fue trinchera para los migrantes, los pobres, los ancianos, los refugiados.

Muchos lo criticaron por “idealista”, como si eso fuera pecado. Pero Francisco no era ingenuo, era valiente. Sabía que sus llamados a la justicia social incomodaban a muchos en las cúpulas de poder, tanto eclesiásticas como políticas. Sin embargo, nunca dio marcha atrás. “Quiero una Iglesia pobre para los pobres”, dijo al iniciar su pontificado. Y no era una frase para los titulares: era su hoja de ruta.

En tiempos donde la migración se convirtió en moneda electoral, el Papa Francisco insistía en recordar lo esencial: los migrantes no son cifras, son personas. Los visitó en las fronteras de Europa, lloró con ellos, oró con ellos, los abrazó. Nunca usó una cruz de oro; la suya era de hierro, sencilla, como el corazón que la portaba.

No fue un teólogo de escritorio. Fue un pastor que olía a oveja. Supo enfrentarse al clericalismo con una sonrisa y un gesto firme. Habló de ecología cuando el mundo prefería mirar al petróleo, habló de inclusión cuando otros aún discutían si las puertas de la Iglesia debían estar abiertas. Fue reformador no porque cambiara leyes, sino porque cambió la conversación.

Y entre todas sus aficiones —el cine italiano, la literatura rusa, la cocina porteña— hay una que siempre lo delató como el más humano de los líderes: el fútbol. Fan acérrimo del equipo San Lorenzo, seguía los resultados con la emoción de un niño. Para Francisco, el fútbol era una metáfora del Evangelio: todos juntos, diferentes, pero con un solo objetivo. “Lo importante no es meter goles, sino jugar en equipo”, decía.

El balón lo extrañará. La pelota, esa esfera rebelde que tantas veces desafía la gravedad, ha perdido a uno de sus poetas silenciosos. No se sabe si en el Vaticano habrá canchas, pero estoy seguro de que Francisco supo lo que es gritar un gol desde el alma.

Su legado es más que palabras. Está en los corazones de quienes alguna vez se sintieron excluidos. Está en cada migrante al que se le extendió la mano, en cada comunidad indígena que se sintió escuchada, en cada creyente que volvió a mirar a la Iglesia con esperanza y no con miedo.

El Papa Francisco nos recordó que la fe sin amor es un cascarón vacío. Que la Iglesia, si no camina con el pueblo, se convierte en museo. Que el Evangelio no es para adornar discursos, sino para incomodar a los cómodos y consolar a los que duelen.

Francisco será recordado como el Papa de los gestos pequeños, de las palabras enormes, del corazón abierto. No hizo milagros, pero hizo lo más difícil: cambiar el alma de una institución milenaria con solo mirar a los ojos de los pobres y decirles: “ustedes son el centro”. Y en tiempos donde el cinismo dentro de la política y en todos los medios cotiza alto, eso es ya un milagro.

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