Un profesor considerado exigente y hasta “grosero”, que “dejaba muchas tarea y abandonaba siempre la clase”, se vio obligado a pasar prácticamente con diez a todos sus alumnos debido a que recibió amenazas de que se subirían a las redes sociales las imágenes y grabaciones de los besos y caricias que intercambió con otra profesora casada al igual que él, en un estacionamiento de una secundaria pública.
Alejandro Águila, director del Instituto Hispanoamericano de Suicidiología, narró que los alumnos, después de tener garantizada la calificación, subieron a las redes sociales algunos de los videos e imágenes del encuentro amoroso del profesor, lo que le valió la expulsión y el abandono de su esposa.
“El grupo estaba muy enojado y lo estaban cachando. Lo atraparon teniendo ese tipo de relaciones y la consecuencia es que se suspendió al maestro, esto lo llevó, obviamente, a no poder dar clases en otras escuelas y, de acuerdo con lo que se haya publicado, se les puede quitar hasta su cédula profesional para seguir ejerciendo”, abundó.
En la actualidad, los alumnos de primaria y secundaria de escuelas públicas y privadas se valen de las aplicaciones que tienen los celulares para grabar y subir en cuestión de segundos a las redes sociales desde cosas chuscas, como maestros que se caen en las prácticas deportivas; fraudes, como la forma que alguien más checa por el profesor que llega tarde, y cuestiones comprometedoras, como tener “conductas y miradas lascivas” o romances extramaritales.
“Los cachan cuando tienen una novia, y si es casado la situación matrimonial se ve afectada; o los atrapan que están siendo muy atentos con una alumna, es decir, ya con un tocamiento, mirada más dirigida, mal intencionada, o se divierten tomando fotos haciendo muecas o rascándose los genitales, todo para hacer burla”.
En alguna ocasión, recordó el experto, un maestro llegó a terapia porque “al estar jugando con ellos básquetbol se cayó, le tomaron imágenes cuando estaba en el suelo y las subieron a internet; parecen boberías, tonterías de estudiantes, pero la intención de fondo fue burlarse de la autoridad”.
Retar a la autoridad
Águila dijo que “los maestros sí llegan a negociar cuando son atrapados en ciertas conductas; es increíble, pero se prestan al chantaje, es lo peor que un maestro puede hacer para no perder el trabajo ni su prestigio, para no ser evidenciado. Y eso lo lleva a perder toda autoridad”.
El adolescente, explicó, “hay que dejarlo claro, así se trate de un menor de 10 años, es capaz de todo porque se encuentra en etapa de formación y esto sucede cuando no tiene límites. Ante una personalidad así, el maestro siempre pierde”.
La idea del profesor como autoridad, ejemplo y respeto —que antes se daba el lujo, con tolerancia y permiso de los padres, de dar reglazos— ya se acabó a partir de uso y abuso de la tecnología.
“Los alumnos ahora amenazan, usan su poder para obtener buenas calificaciones, para vengarse en caso de ser reprobados”, abundó.
En algunas ocasiones los menores se comportan como verdaderos “gángsters”. No sólo usan la tecnología para desprestigiar, sino que además se la pasan amedrentando al profesor con “ya sé dónde vives”, llegan al grado de desquiciarlos y provocan que abandonen la escuela y se cambien de casa.
“Hemos notado que ese poder incluso es fomentado por sus padres, literalmente hemos oído que dicen, ‘para que se le quite al maestro sangrón”, comentó Águila.
Medidas
Si bien, consideró Águila, la tecnología rebasó a la autoridad educativa, debido a que los jóvenes están más capacitados en su uso que los adultos, se deben determinar, bajo consenso, las medidas de precaución necesarias en las aulas.
Una podría ser negar el uso de celulares dentro de las escuelas, pero eso también atentaría contra los derechos de los jóvenes, ya que muchos maestros no se portan a la altura, o sirve de medio de comunicación con los padres.
“Estamos llevando un caso de un estudiante que fue violado dentro de las instalaciones y lo que hizo la autoridad escolar fue negar dicho suceso, aun cuando se hizo toda la investigación por parte de la PGJDF, los peritajes y estudios. Todo esto propició que el profesor se diera a la fuga”, dijo Águila tras referir que si no lo hubiesen grabado cuando era atrevido con los alumnos, no se tendría ni su fotografía.
“Se deben regular varios aspectos: se invade o no la privacidad; se abusa o no de una condición, tanto del poder del profesor como de los alumnos para chantajearlos; es bueno llevar a las escuelas celulares para que haya un control. Todo esto es muy polémico, pero sí se debe establecer qué es lo permitido y hasta dónde empieza el derecho del otro”, opinó.
El especialista resaltó que no sólo los maestros son víctimas de este tipo de acoso —conocido como bullying cibernético—, también lo enfrentan los adolescentes.
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