El peor legado que nos dejó el Siglo XX fue la creencia torcida de que la riqueza es la acumulación de bienes; pareciera una bobada pero no lo es, para muchos de nosotros, en particular para las nuevas generaciones, estúpidamente, “todo lo que relumbra es oro”.
Pero hagamos un poco de historia. En época tan temprana como 1941, cuando los europeos estaban matándose entre ellos, los estrategas de las altas finanzas norteamericanos habían empezado a planear la nueva integración de la economía mundial a lo largo de líneas más propicias para su economía. En efecto, mientras millones de vidas se perdían en los campos de batalla allende el Océano Atlántico (y el Pacífico, tras la invasión a Pearl Harbor), los encargados de las altas finanzas gringos estaban viendo cómo sacarle provecho a tanta muerte y desolación.
En la Conferencia de Bretón Woods (lugar de descanso situado en Nueva Hampshire, Estados Unidos), en 1944, se reunieron 44 países bajo la hegemonía norteamericana y acordaron crear dos instituciones claves para el futuro del Mundo: El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial: “El FMI obligó a sus naciones miembros a ligar su moneda al dólar americano o al oro, la mayor parte del cual se hallaba en poder de los Estados Unidos. (En 1948, los Estados Unidos poseían el 72% de todas las reservas de oro del mundo). El FMI fijaba así las relaciones básicas de las más importantes monedas del mundo”.
Desde entonces, es oficial, la riqueza constituye un acopio desmesurado de bienes y todo aquello capaz de comprarlos: Metales preciosos o, su más eficaz reemplazo, dólares americanos, con todo lo que ello implica: Una cultura aborrecible de tablaroca, cartón, oropeles y ostentación. Quizá, lo que los Estados Unidos verdaderamente son y lo que mejor los representa, es esa cloaca de ciudad: Las Vegas. En ningún lugar he visto tanta opulencia, degradación y mal gusto reunidos, bajo la falsa premisa de una libertad sin límites, excepto aquellos más bien groseros que la falta de dólares impone.
Pero en fin, me estoy saliendo del tema como suele ocurrir; a donde quiero llegar después de tanto rodeo, es al título de estas líneas: “Dar de Sí antes de Pensar en Sí”; esta frase constituye, tal vez, la premisa rotaria más consistente para explicar qué es Rotary International (RI) y a qué aspira.
Para dar continuidad a estos párrafos, diré que esa visión torcida que nos dejó el Siglo XX suele engañarnos, pues con frecuencia medimos la riqueza en función de lo que tenemos, como naciones sí; pero también, tristemente como individuos; y dar de sí, no se refiere necesariamente a aspectos materiales. Hace años, dentro del PAN, conocí a un muchachito muy joven: Carlos; no sé cómo llegó ahí ni porqué, no recuerdo quién me lo recomendó, pero el caso es que terminó en electoral conmigo. Por respeto a su vida privada no voy a contar los pormenores, baste señalar que Carlos provenía de una familia muy humilde; para estudiar, para titularse, para salir adelante, debió enfrentar y vencer muchísimas adversidades. Uno de tantos días, al llevarlo a su casa o alguna cosa así, supe que pertenecía a un club Rotaract -La voz “Rotaract”, proviene de la expresión en inglés: «ROTARy in ACTion» (Rotary en Acción) y es un programa de RI, que se integra por personas jóvenes, de edades que oscilan entre los 18 y los 30 años-; me conmovió constatar que una persona que, aparentemente no tenía mucho que dar, estaba lleno de cosas de las que podía desprenderse felizmente con prontitud y buen humor. Es más, creo sin lugar a dudas que Carlos es una de las personas más ricas y más exitosas que he tenido la oportunidad y la suerte de conocer en mi vida; pues, en los hechos, sin falsa modestia, con una humildad encomiable, emprendió el camino de “dar de sí antes de pensar en sí”. El recuerdo de Carlos me confirma en la creencia de que dicha expresión no tiene un significado material sino espiritual. Después de todo, las cosas materiales ni de uno son, su posesión es por fuerza temporal, pues la única certeza en la vida es que nos vamos a ir de este Mundo exactamente como llegamos a él, con las manos vacías (Aquí perfectamente me podría arrancar con el corrido ese “Del Puño de Tierra” -o como sea que se llame-, pero la profundidad de estas líneas me obligan a replanteármelo).
La otra lección es que el trabajo es la parte más valiosa de la riqueza. Lo que ha transformado la faz de la Tierra no es el dinero; y ya entrados, ni la sagacidad, la astucia, la rapacidad o la falta de escrúpulos de los usureros y ladrones, cualquier sea su nombre, el traje que vistan, la reputación que ostenten (o el cargo que ocupen); sino el talento, la creatividad y el esfuerzo del ser humano.
Luis Villegas Montes.
luvimo6608@gmail.com, luvimo66_@hotmail.com
Toffler, Alvin. La Tercera Ola. Círculo de Lectores, Plaza & Janes. Colombia. 1980. Pág. 63.
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