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Opinión

DE LOS PROPÓSITOS DE AÑO NUEVO Por Luis Villegas

Lo escribí así porque así suele escribirse: En plural; pero no; no hay “propósitos” de Año Nuevo; hay solo uno; un único, urgente, perentorio, definitivo, exclusivo, inaplazable propósito: Adelgazar. Ya no quepo en ningún lado. Fui al cine la semana pasada y padecí la vergüenza pública de no poder salir del carro porque no cupe por una abertura que hace algunos años habría permitido que pasáramos cómodamente no uno, sino dos yo. Hubo necesidad de repetir todo el numerito: Meter reversa, salirse del espacio de estacionamiento, echar cálculos y decidir que no, que los méndigos que se estacionaron a los lados se estacionaron muy justo y emprender la búsqueda de otro huequito (huecote) para recomenzar y salir del vehículo con algún rastro de dignidad.

Así que decidido a enflacar a toda costa empecé con una dieta que comenzó con una disque “desintoxicación” y con ese cuento me tienen comiendo puras frutas y verduras. La verdad no sé qué o cómo me va a desintoxicar esa dieta si para eso tengo el hígado, los riñones y el pulmón (escrito así, en singular, porque con lo que fumé en mis mocedades posiblemente de los dos no se haga uno). Bien mirado, posiblemente la dieta me llegue a desintoxicar el cuerpo, pero el alma me la está dejando hecha un asco. Nunca había incurrido en el pecado de la envidia con tanta persistencia. Anoche estaba el Adolfo untando una rebanada de pan con Nuetella y casi babeo; a punto estuve -fue un instante no más, que conste-, de soltarle un batacazo en la nuca y robarle su pan. Para consolarme, me comí una p… guayaba; eso sí, acompañada de una infusión de yerbabuena (sin miel ni azúcar ¡horror! porque el té verde está a punto de salírseme por las orejas). Yo, que al queso “panela” no podía ni olerlo; ahora lo miro casi con amor, me lo imagino (lo sueño), enrolladito en una tortilla de maíz calientita (una de las míseras dos que me puedo comer) y se me hace agua la boca. No hay derecho. Así que si usted me ve en la calle con la mirada vidriosa o nota que lo empiezo a mirar así como de modo extraño; una de dos: Es que ando famélico, al borde del desmayo por inanición; o de plano le estoy viendo a usted cara de filete y me lo estoy imaginando salteado con papas y zanahorias.

Claro que entre ese matarse de hambre voluntario y el morirse de hambre de manera involuntaria media un abismo; porque a la insatisfacción de no comer yo, le sigue la satisfacción enorme de ver a Adolfo devorarlo todo a su paso, como marabunta; o de contemplar a Luis Abraham rozagante, mientras se bebe una Indio sin hacer gorgoritos, deshaciéndose en explicaciones de porqué su sobrepeso no es un asunto de kilos de más sino la secuela que dejó en él el ya no asistir al gimnasio. De María ni hablo, porque ella come como pajarita: Poquito y deja un batidero.

Pero hablaba del abismo que media entre no comer por decisión propia y no hacerlo por necesidad. Creo sin lugar a dudas que todo lo que pueda decirse de los propósitos de Año Nuevo para el recién desempacado gobierno de Enrique Peña Nieto, existe también solo un urgente, único, perentorio, definitivo, exclusivo e inaplazable propósito: Combatir la desigualdad y la pobreza. Hace cuatro años, con datos de la UNICEF, las cifras sobre la pobreza en México señalaban que a 50.6 millones de mexicanos no les alcanzaban sus ingresos para cubrir las necesidades básicas respecto a salud, educación, alimentación, vivienda, vestido o transporte público; incluso dedicando todos sus recursos a estos términos. Así, el 18.2% de la población sufría carencias alimentarias -casi veinte millones de personas-, de los cuales 7.2 millones habitaban en zonas urbanas, mientras que 12.2 millones pertenecían a zonas rurales; entre 2006 y 2008, el nivel de vida de más de un millón de familias cayó bajo el umbral de la pobreza.1 Al 2012, según la nota de algún medio de comunicación: Uno de cada dos mexicanos, padecía algún grado de pobreza.2

En resumen, por un lado, México tiene a 11 de los hombres más ricos del mundo; por el otro, existen más de 50 millones de mexicanos en la pobreza: “De acuerdo con la lista de multimillonarios de la revista Forbes, los 11 mexicanos que aparecen en el ranking de la publicación atesoraron una fortuna cercana a 112,300 millones de dólares en el 2011, es decir, alrededor de 10% del Producto Interno Bruto. […] Del otro lado de la moneda, y de acuerdo con cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), de 2008 a 2010 el número de personas que viven en pobreza pasó de 48.8 a 52 millones de personas. […] La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) afirmó que la desigualdad social en México es la segunda más alta de las economías que integran el organismo, sólo detrás de la observada en Chile”.3

En ese sentido, hablando de la inequidad social, hace poco más de un año, la propia OCDE apuntaba que la brecha entre ricos y pobres alcanzó el nivel más alto de los últimos 30 años en los países de la Organización, entre los que México se situaba “como uno de los más desiguales con ingresos 26 veces superiores para 10% de la población más rica respecto a 10% de la población más pobre”. Refiriéndose a dicha inequidad, el mexicano José Ángel Gurría, Secretario General de dicha Organización, apuntaba: “Sin una estratega comprensiva para el crecimiento inclusivo, la desigualdad seguirá creciendo”.4 En su sitio en la red, Rolando Cordera, destacado académico y economista, nos comenta que en un estudio reciente, Miguel Székely señala que entre las razones que explican el marcado grado de desigualdad en México se encuentra la falta de educación; y remata con esta escalofriante afirmación: “México […] se ubica entre las doce sociedades más desiguales del mundo. Así, de acuerdo con ese estudio, México estaría entre los países más desiguales de América Latina debido no sólo a la desproporcionada concentración en el 10% de la población más rica, sino también por las desigualdades educativas, las diferencias en la participación de la mujer, el número de hijos por familia y las diferentes oportunidades que ofrecen las distintas regiones del país”.5

De este modo, cualquier acción de Gobierno que no se encamine de manera clara y directa a atacar estos dos problemas: Pobreza e inequidad (económica y social), como gérmenes de otros más, incluida la inseguridad, debe considerarse como una medida ociosa; una versión (otra) de “más de lo mismo”. Y es de esperar, también, que no se escude, el PRI, en la cantaleta de los “malos gobiernos del PAN” para justificar su inacción o torpeza; básicamente por dos razones: La primera, la debacle económica del país se gestó y desarrolló hasta alcanzar proporciones inadmisibles bajo administraciones priístas (piénsese en Carlos Salinas de Gortari, solo por mencionar un caso); y la segunda, la mayoría de los gobiernos estatales son y han sido del PRI todos estos años. Así que a darle, que es (¡Chin!) Mole de Olla.

Luis Villegas Montes.
luvimo6608@gmail.com, luvimo66_@hotmail.com

1 Visible en el sitio: http://www.unicef.org/mexico/spanish/17046.htm
2 Nota publicada por el periódico El Economista, bajo el título: “Uno de cada dos mexicanos, con algún grado de pobreza”, en fecha 8 de diciembre de 2012, de la redacción.
3 Nota publicada por el periódico El Economista, bajo el título: “Sólo en México, 52 millones de pobres Vs 11 millonarios”, en fecha 8 de marzo de 2012, de la redacción.
4 Nota publicada por el periódico El Universal, bajo el título: “Crece en México la desigualdad social: OCDE”, en fecha 6 de diciembre de 2011, suscrita por Ixel Yutzil González.
5 Visible en el sitio: http://rolandocordera.org.mx/pobreza/desigual.htm

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Opinión

El tren. Por Raúl Saucedo

Por las vías de los recuerdos y el futuro

En la actual era de la inmediatez y la conectividad a nivel mundial, donde la información
viaja a la velocidad de la luz, es fácil olvidar la importancia de las arterias que mueven el
mundo físico: las vías férreas son ejemplo de ello. Los trenes como gigantes de acero que
surcan valles y montañas, no son sólo reliquias del pasado, sino fueron clave fundamental
para el desarrollo económico y social de las naciones, y México fue la excepción.
A lo largo de la historia, el ferrocarril ha sido sinónimo de progreso. Desde la Revolución
Industrial, las vías férreas han tejido lazos entre pueblos y comunidades, impulsando el
comercio, la industria, el turismo y el intercambio cultural. Países como Estados Unidos,
China y Japón son ejemplos claros de cómo una robusta red ferroviaria puede ser el motor de
un crecimiento económico sostenido.
En México, la historia del ferrocarril está ligada a la propia construcción del país. El «Caballo
de Hierro», como se le conoció en el siglo XIX, unió a una nación fragmentada por la
geografía y las diferencias sociales regionales. Sin embargo, a pesar de su glorioso pasado, el
sistema ferroviario mexicano ha sufrido un prolongado periodo de abandono y desinversión.
Hoy, en un momento en que México busca consolidarse como una potencia regional y lograr
un desarrollo más equilibrado y sustentable, es imperativo revalorizar el papel del ferrocarril.
La construcción de nuevas líneas, la modernización de la infraestructura existente y la
promoción del transporte ferroviario de carga y pasajeros son acciones estratégicas que deben
estar en el centro de la agenda nacional.
Los beneficios de un sistema ferroviario eficiente reduce los costos de transporte, facilita el
comercio interior y exterior, y promueve la inversión en diversos sectores productivos,
permite conectar zonas marginadas con los principales centros urbanos e industriales,
impulsando el desarrollo local y la creación de empleos y un sistema ferroviario eficiente
ofrece una alternativa de transporte segura, cómoda y accesible para la población.
La actual administración federal ha mostrado un interés renovado en el desarrollo ferroviario,
con proyectos emblemáticos como el Tren Maya y el Corredor Interoceánico del Istmo de
Tehuantepec, así como las futuras líneas a Nogales, Veracruz, Nuevo Laredo, Querétaro y
Pachuca.
Con estas obras México recuperara su vocación ferroviaria y aprovechara a mi parecer el
potencial de este medio de transporte para impulsar su desarrollo hacia el futuro.
El motivo esta columna semanal viene a alusión de mis reflexiones de ventana en un vagón
de tren mientras cruzaba la península de la hermana república de Yucatán y en mi cabeza
recordaba aquella canción compuesta en una tertulias universitaria que decía…”En las Vías
de la Facultad”

@RaulSaucedo
rsaucedo@uach.mx

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