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Policiaca

El crimen golpea la educación superior

El robo simple y con violencia y el de vehículos, así como las amenazas y la extorsión, son los incidentes clasificados como graves que se registran con mayor frecuencia en las instituciones de educación superior.

Sin embargo, la mayoría de ellas carece de sistemas para que los estudiantes denuncien los hechos, se canalicen o se les dé seguimiento.

Así lo señala el estudio «La Seguridad en las Instituciones de Educación Superior», de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES).

El informe indica que es en el noreste y noroeste del País donde se registra el mayor número de incidentes de este tipo.

En la zona metropolitana del DF y en el centro-sur del País, el consumo de alcohol es el incidente que ocurre con mayor frecuencia en las universidades.

Las instituciones de educación superior en México carecen de protocolos para atender diversos tipos de delitos que se pueden presentar al interior de sus instalaciones.

El estudio fue elaborado un año después de que la ANUIES preparara el Manual de Seguridad, que contenía un primer diagnóstico sobre la seguridad en las instituciones de educación superior con datos de 2009 y 2010.

El manual propuso a las universidades establecer medidas para garantizar la seguridad de los estudiantes, los maestros y su personal.

La primera recomendación era contar con un programa de seguridad, sin embargo, el estudio revela que el 60 por ciento sigue sin tener un plan.

«Los datos generados a partir de las encuestas nos muestran que el 60.6 por ciento no tiene un instrumento de esta naturaleza y el 34.9 sí», señala el estudio.

De las instituciones que sí lo tienen, sólo 22 por ciento cuenta con un diagnóstico del problema y únicamente 22.9 por ciento estableció metas a alcanzar.

De acuerdo con el estudio, 7 de cada 10 no cuentan con protocolos para saber qué hacer si se presenta un enfrentamiento con arma de fuego dentro de las instalaciones; o con la detención de un delincuente, la atención de un caso de abuso sexual, cómo denunciar un robo o qué hacer en caso de una amenaza de artefactos explosivos.

Sólo 24.8 por ciento tiene un protocolo que le permite saber qué hacer en estos casos y coordinarse con las autoridades locales de seguridad pública; y 17.4 por ciento tiene claro qué hacer en un caso de abuso sexual o violación dentro de sus instalaciones.

«Los temas que más atienden los protocolos de seguridad son los relacionados con ingreso-salida a recintos, así como el de realización de rondines, mientras que los temas menos tratados se relacionan con la operación de un plan técnico de seguridad, atención a enfrentamientos con arma de fuego y situaciones de consumo y venta de alcohol y droga», señala el estudio.

Por zona geográfica, destaca que la mayoría de las instituciones de educación superior que cuentan con un plan o programa de seguridad se ubican en la zona metropolitana de la Ciudad de México.

Mientras que en la zona noroeste, Baja California, Baja California Sur, Chihuahua, Sinaloa y Sonora, sólo 14 por ciento de las instituciones cuenta con un plan o programa de seguridad y en el noreste, Coahuila, Durango, Nuevo León, San Luis Potosí y Zacatecas, 33 por ciento de las instituciones.

De acuerdo con el propio Manual de la ANUIES, el Plan o Programa de Seguridad es el instrumento de planeación que guiará el quehacer de las instituciones para garantizar la seguridad física, psicológica o material de los miembros de la comunidad.

La ANUIES recomendó que este plan al menos contenga un diagnóstico, objetivos, estrategias, metas e indicadores de seguimiento.

El estudio también identificó que 34 por ciento de las instituciones de educación superior cuentan con normas para atender la seguridad dentro del campus universitario, 32 por ciento están en proceso de elaborarlas y 31 por ciento no tiene normas.

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Increible

Desaparece en Disneyland y aparece días después en un bote de basura en Mexicali: el misterioso caso de Annie Encino

Una adolescente estadounidense de 16 años fue localizada con vida dentro de un contenedor de basura en Mexicali, Baja California, días después de haber desaparecido en el parque Disney California Adventure, en Anaheim. El caso ha despertado preocupación e interrogantes en ambos lados de la frontera, especialmente por el silencio mediático en México y las lagunas que aún rodean su cruce hacia territorio nacional.

Annie Kathleen Encino desapareció el pasado 20 de abril tras una discusión con su familia dentro del parque temático. Fue vista por última vez alejándose sola, lo que activó una Alerta Amber en Estados Unidos. Sin embargo, esa alerta nunca cruzó a territorio mexicano, dejando a la opinión pública del país sin conocimiento de su desaparición… hasta que la historia dio un giro tan insólito como alarmante.

Días después, una llamada anónima al 911 alertó a la policía municipal de Mexicali sobre la presencia de una menor dentro de un bote de basura. Al llegar al sitio, los oficiales encontraron a la joven en condiciones que no han sido detalladas, pero confirmaron su identidad. El consulado de Estados Unidos fue notificado de inmediato y su madre viajó a la ciudad fronteriza para identificarla y llevarla de regreso.

Hasta ahora, las autoridades mexicanas no han informado cómo fue que Annie cruzó la frontera sin documentos, sin acompañantes y sin ser detectada. Tampoco han revelado si fue víctima de trata, secuestro, abuso o si viajó voluntariamente con ayuda de terceros. La Fiscalía de Baja California mantiene abierta una investigación para esclarecer los hechos.

Lo que sí queda claro es que algo falló en los mecanismos de cooperación fronteriza. Ni la alerta internacional funcionó, ni hubo un protocolo binacional que permitiera actuar a tiempo. La aparición de una menor estadounidense en un contenedor de basura, en una ciudad donde los casos de desapariciones no son novedad, pone una vez más bajo la lupa la crisis de seguridad y el flujo irregular entre ambos países.

Mientras se esperan más detalles oficiales, el caso de Annie Encino evidencia que incluso en un entorno supuestamente seguro como Disneyland, la vulnerabilidad de los menores puede terminar en una historia digna de una serie policiaca.

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