Fingiríamos ser ciegos y sordos, si negáramos el éxito rotundo que tiene el programa “La casa de los famosos”, que produce Televisa.
El experimento de esta nueva versión del “Big brother VIP”, ocasiona todo tipo de expresiones. Desde aquellos que lo desprecian; así como los que están pegados a la pantalla, defendiendo a uno de los contendientes.
Así también, como aquellos que silenciosamente y en secreto, están al tanto de lo que sucede en el afamado programa, que está rompiendo récords de audiencia.
Más allá de la frivolidad que representa el juego donde el ganador se llevará cuatro millones de pesos,m. El ejercicio social muestra una serie de estrategias muy parecidas a la política del “mundo real”.
Ese show de telerrealidad, es propiedad de un holandés llamado John de Mol, quien desde 1999, a través de su empresa lo ha distribuido internacionalmente, siendo un éxito en todos y cada uno de los países (más de 60) donde han tropicalizado el concepto.
La clave de su éxito, tiene que ver con la transparencia de la exposición humana, con toda su capacidad de buscar sobrevivir socialmente, en los términos más complicados que puede tener toda persona: el encierro y la presión de ser observado por decenas de cámaras y escuchado por micrófonos, las 24 horas.
Bajo esta modalidad, los habitantes deben de mostrar su mejor personalidad, sin embargo mientras pasa el tiempo, se desgasta a tal grado de exhibirse en sus peores actitudes.
De ahí, surgen las falsedades, intrigas, engaños y otras miserias humanas de las que todos podemos ser partícipes.
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