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En Chihuahua vive el hombre más longevo del mundo, tiene 124 años

El presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador subió a sus redes un video donde habla de don Manuel García Hernández, el chihuahuense que ha cumplido 124 años y vive en Ciudad Juárez.

¿Pero quién es García Hernández? 

De acuerdo con su acta de nacimiento de Veracruz, García Hernández nació el 24 de diciembre de 1896, en Martínez de la Torre, Veracruz, pero a su familia no le interesa registrarlo en el libro Guinness World Records, donde aparece el japonés Masazou Nonaka, de 113 años, que nació el 25 de julio de 1905. Don Manuel disfruta platicar las historias de su vida, recordar su niñez y juventud y cuidar a sus gallinas, pero a sus 124 años lamenta no poder trabajar como siempre lo hizo.

«Me siento contento, porque estoy bien, no me duele nada. A veces se me va el hambre”.

Dice que desde los nueve años trabajó en el campo, mientras su papá hacía terrones de azúcar para vender. “De joven trabajé lazando toros, caballos… y ahora ya no puedo montar a caballo, si el caballo se espanta me tira; ya no tengo fuerzas en las piernas”, lamenta quien perdió un dedo con una reata al tratar de lazar un toro. A los 45 años se casó con Rosa Medino Medino, que tenía 13 años. Ella murió hace ocho años en Veracruz, por lo que sus hijos lo trajeron a Ciudad Juárez, donde viven tres de ellos. El día de su cumpleaños en diciembre pasado, la tarde fue cálida, por lo que aprovechó el sol para cuidar sus gallinas y dormir un poco mientras escuchaba música en la radio y sus hijos y nietos preparaban la cena de Noche Buena y el festejo.

Con una operación de cataratas y neumonía cada invierno, asegura sentirse fuerte, pero a veces cansado.

“Comer bien, frijoles y vitaminas”, es su secreto para vivir bien, aseguró.

 

Increible

Desaparece en Disneyland y aparece días después en un bote de basura en Mexicali: el misterioso caso de Annie Encino

Una adolescente estadounidense de 16 años fue localizada con vida dentro de un contenedor de basura en Mexicali, Baja California, días después de haber desaparecido en el parque Disney California Adventure, en Anaheim. El caso ha despertado preocupación e interrogantes en ambos lados de la frontera, especialmente por el silencio mediático en México y las lagunas que aún rodean su cruce hacia territorio nacional.

Annie Kathleen Encino desapareció el pasado 20 de abril tras una discusión con su familia dentro del parque temático. Fue vista por última vez alejándose sola, lo que activó una Alerta Amber en Estados Unidos. Sin embargo, esa alerta nunca cruzó a territorio mexicano, dejando a la opinión pública del país sin conocimiento de su desaparición… hasta que la historia dio un giro tan insólito como alarmante.

Días después, una llamada anónima al 911 alertó a la policía municipal de Mexicali sobre la presencia de una menor dentro de un bote de basura. Al llegar al sitio, los oficiales encontraron a la joven en condiciones que no han sido detalladas, pero confirmaron su identidad. El consulado de Estados Unidos fue notificado de inmediato y su madre viajó a la ciudad fronteriza para identificarla y llevarla de regreso.

Hasta ahora, las autoridades mexicanas no han informado cómo fue que Annie cruzó la frontera sin documentos, sin acompañantes y sin ser detectada. Tampoco han revelado si fue víctima de trata, secuestro, abuso o si viajó voluntariamente con ayuda de terceros. La Fiscalía de Baja California mantiene abierta una investigación para esclarecer los hechos.

Lo que sí queda claro es que algo falló en los mecanismos de cooperación fronteriza. Ni la alerta internacional funcionó, ni hubo un protocolo binacional que permitiera actuar a tiempo. La aparición de una menor estadounidense en un contenedor de basura, en una ciudad donde los casos de desapariciones no son novedad, pone una vez más bajo la lupa la crisis de seguridad y el flujo irregular entre ambos países.

Mientras se esperan más detalles oficiales, el caso de Annie Encino evidencia que incluso en un entorno supuestamente seguro como Disneyland, la vulnerabilidad de los menores puede terminar en una historia digna de una serie policiaca.

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