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Opinión

Iglesias Solórzano; funcionario ejemplar por Juan Ramón Camacho Rodríguez

Creo que los buenos hombres, los virtuosos funcionarios públicos, merecen el reconocimiento de todos nosotros, sin mayor razón que la de ser ejemplo para cualquiera.

Creo que los buenos hombres, los virtuosos funcionarios públicos, merecen el reconocimiento de todos nosotros, sin mayor razón que la de ser ejemplo para cualquiera.

La organización cuauhtemense Observatorio Ciudadano, presidida por Juvencio Caro,  ofreció un desayuno en honor del Coronel Luis Valentín Iglesias Solórzano, quien es llamado por la Secretaría de la Defensa Nacional a servir en el centro del país.

Va a trabajar en Estado Mayor, según él mismo.  El Coronel Iglesias, se va de Cuauhtémoc, después de haber comandado por casi un año y medio el Segundo Batallón de Infantería con destacamento en esta ciudad.  Hay resultados satisfactorios por parte del ejército en esta zona, y esto nadie lo pone en duda.

Precisamente por los resultados que el Ejército Mexicano tuvo en esta región, es por lo que el Coronel Iglesias recibe tan merecido reconocimiento por parte del organismo civil encargado de vigilar las estrategias y acciones que persiguen dar mayor seguridad a los ciudadanos.

Durante su labor al frente del Segundo Batallón de Infantería, mostró siempre disposición para la colaboración con dependencias estatales y municipales; siempre trató decorosamente a los medios de comunicación y mantuvo una cordial y respetuosa relación con los representantes de instituciones, asociaciones y empresas de la región.

Cuando  Iglesias Solórzano agradeció a los integrantes del Observatorio Ciudadano por el evento realizado en su honor, se refirió a ellos como “ciudadanos honestos que han sido fundamentales para que Cuauhtémoc se encuentre ubicado en donde esta, estatal y nacionalmente”.

Pero igualmente reconoció el militar que hay muchos más cuauhtemenses buenos que malos, y que estos ciudadanos  se  unen para bien de todos.  Se ve un gesto de satisfacción en el Coronel Iglesias; su trabajo fue muy bueno y merece el reconocimiento de todos, porque son servidores como él los que necesitamos en todos los puntos del país.

En su mensaje de agradecimiento, el militar dijo: “Me voy con Chihuahua en el corazón”.  A los cuauhtemenses nos deja esa agradable sensación que los hombres serviciales y responsables suelen dejar en quienes reciben sus servicios.

JRCR

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Opinión

KAFKIANO. Por Raúl Saucedo

ECOS DOMINICALES

En el laberinto de la política contemporánea, a menudo podríamos considerar  que nos encontramos deambulando por pasillos de las obras de Franz Kafka. Esa sensación de absurdo, opresión y burocracia incomprensible que caracterizan lo «Kafkiano» no es exclusiva de la ficción; es una realidad palpable en el día a día de millones de ciudadanos alrededor del mundo.

A nivel global, la política parece haberse transformado en un sistema gigantesco, deshumanizado y a menudo ilógico. Las decisiones se toman en esferas lejanas, por personajes que parecen habitar otro universo, mientras que las consecuencias recaen directamente sobre los ciudadanos de a pie. ¿Cuántas veces hemos visto acuerdos internacionales o normativas supranacionales que, a pesar de sus buenas intenciones, terminan generando más confusión y restricciones que soluciones? Es la burocracia global, un monstruo de muchas cabezas que opera bajo sus propias reglas, ajeno a las realidades individuales. Los ciudadanos se sienten como los personajes de Kafka, constantemente a la espera de un veredicto o una explicación que nunca llega, o que llega demasiado tarde y de forma incomprensible.

En América Latina, la esencia Kafkiana de la política se magnifica. La historia de la región está plagada de sistemas que parecen laberintos, donde los procesos se estancan por años, las acusaciones no tienen fundamento claro y la justicia parece un privilegio, no un derecho. La corrupción es otro elemento profundamente Kafkiano: actos inexplicables de desvío de recursos o favores políticos que operan en las sombras, imposibles de rastrear o de exigir responsabilidades. Los ciudadanos se enfrentan a un estado omnipresente pero ineficiente, que promete soluciones pero solo entrega más papeleo y trámites sin fin. Las promesas electorales se desvanecen en el aire como niebla, dejando un rastro de desilusión y cinismo. La sensación de desamparo es palpable, pues la maquinaria política y administrativa, en lugar de servir, parece diseñada para agobiar y confundir.

Existen países que para interactuar con dependencias gubernamentales puede ser una auténtica Odisea Kafkiana. Solicitar un permiso, registrar una propiedad o incluso tramitar una simple credencial puede convertirse en una misión imposible, llena de requisitos ambiguos, ventanillas equivocadas y funcionarios que ofrecen respuestas contradictorias. La burocracia, en muchos casos, no solo es lenta, sino que parece tener una lógica interna ajena a la razón, diseñada para agotar la paciencia del ciudadano. A esto se suma la impunidad, un fenómeno profundamente Kafkiano, donde crímenes y actos de corrupción permanecen sin castigo, generando una sensación de injusticia y resignación. Las narrativas oficiales a menudo carecen de la transparencia necesaria, dejando a la población en un estado de perpetua incertidumbre y desconfianza, buscando desesperadamente una explicación que nunca llega, o que es inaceptable.

En este panorama, la política se percibe como un ente ajeno, una fuerza opresiva que opera bajo un código indescifrable. Para muchos, participar activamente se siente como un esfuerzo en vano contra un sistema que parece inmune al cambio. La resignación es un peligro real, y la apatía se convierte en una respuesta lógica a la frustración persistente.

Sin embargo, como en las obras de Kafka, donde los protagonistas, a pesar de su desorientación, siguen buscando una salida o una explicación, nuestra sociedad no debe rendirse. Entender la naturaleza Kafkiana de nuestra política es el primer paso para exigir transparencia, simplificación y, sobre todo, una humanización de los sistemas que nos rigen. Solo así podremos, quizás, encontrar la puerta de salida de este interminable laberinto.

Esta reflexión viene de mensajes en grupos, cafés en mesas y observaciones del pasado domingo, donde lo kafkiano quizá no es la situación, si no nosotros mismos.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

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