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Opinión

La campaña, viento en popa? por Luis Ochoa Minjarez

LA CAMPAÑA, VIENTO EN POPA?

 

Luis Ochoa Minjares

 

     Por más que se vean con desdén las recholas cafeteras, los corrillos partidistas, los  cenáculos de grillólogos, es en sus interminables charlas donde se pulsa con mayor acierto el ambiente político, el curso de las campañas, los riesgos electorales, y, sobre todo, los anhelos del querer colectivo.

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      ¿Quién va ganando las elecciones en Chihuahua y, especialmente en el municipio de Juárez? Por supuesto, la respuesta estará en función de a quién se le formule la pregunta.

 

     Un militante del partido de Acción Nacional dirá que su triunfo depende de un supuesto 70% del electorado que todavía no ha tomado una decisión.

 

     Un simpatizante del Tricolor afirmará que van en caballo de Hacienda y que ya tienen asegurado el triunfo electoral y el carretón completo.

 

     Tendrán pues que explicar el por qué de una y otra posición, y es cuando deben entran en acción los expertos en grillar y arrear agua a su molino.

 

LA PESADA LAPIDA

DE DOÑA TOÑETA

 

   En Juárez, el panismo encontró una rendija para medio librar la campaña postulando para alcaldesa a una mujer y ganar el mérito de ser el primer partido que eche mano del recurso feminista.

 

   Pero no previeron que llevaría en sus delicados y débiles hombros la pesada lápida del desprestigio y el desastre panista en el ejercicio de la función pública durante dos sexenios seguidos. Esto sin contar con el desprestigio que dejaron las cuatro administraciones municipales azuladas juarenses.

 

   Ello explica la tendencia y el empeño del PAN en “judicializar” el proceso electoral atiborrando los tribunales electorales de supuestas e inventadas cácalas y violaciones a las disposiciones de nuestras leyes electorales.

 

   Expertos mapaches diseminados por todos los rumbos no buscan ni promueven el voto, sino buscan  supuestos yerros de sus adversarios electorales para irse a la denuncia poselectoral. “No derrotarán en las urnas, pero les haremos la vida de cuadritos jurídicos”, parece ser el lema de campaña de Toñeta.

 

FIN AL IMPERIO DE

RAPIÑA Y SAQUEO

 

   El cese masivo de los burócratas incrustados en la aduna fronteriza de Ciudad Juárez, puso fin a una especie de imperio de rapiña y de saqueo y, sobre todo a una mafia de funcionarios aduaneros del signo panista, que venían clavando las veinte uñas en el año de Hidalgo.

 

  Su titular, junto con el de la dependencia de migración, fueron enviados a descansar a sus mansiones, con lo que se da fin al recambio de funcionarios federales del signo panista, que tantos dolores de cabeza dieron a los gobernadores de Chihuahua guante los sexenios foxista y calderonista.

 

   Quién no recuerda a aquel “talibán” incrustado en la delegación de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes que tantos obstáculos y piedritas en el camino de la gestión de Patricio Martínez arrojó a diestra y siniestra.

 

   Quién olvidará las travesuras de la panista doña Teresa Ortuño que tantos dolores de cabeza le dio al gobernador José Reyes Baeza, entorpeciendo y saboteando todas sus gestiones y acciones de gobierno.

 

   Todo eso se acabó. La mayoría de las dependencias federales en el Estado de Chihuahua, han sido remozadas. Sus nuevos titulares van a partir un piñón con los tres niveles de gobierno, por lo que el último trienio del gobernador Duarte y el primero de Serrano, serán, en beneficio de Juárez y Chihuahua. Ahora, a rebanar mantequilla y reponer los rezagos de la miopía social del panismo.

 

MANOS A LAS

MEGA  OBRAS

 

   Con el campo despejado, gobiernos municipal, estatal y federal, no tienen màs que poner mano a las grandes obras que hemos soñado en los terrenos urbano, político y social, saboteadas unas veces, ignoradas otras y casi siempre satanizadas por esa inexplicable fobia a su realización.

 

  Poco vivirán quienes no alcancen a ver y disfrutar de una de las Ciudades Universitarias más grandes del país. A transportarse en vehículos urbanos veloces, silenciosos y cómodos. A asistir a algún acto masivo a un Gigantesco y ultramoderno Centro de Convenciones y Exposiciones, a vivir en una Ciudad Juárez alegre, segura, limpia y en amigable competencia urbana con la vecina del norte.

 

  Frente a este panorama que se tiene a la vista lleno de optimismo y confianza, dan más que risa, pena ajena las blasfemias, cacayacas y cuchufletas que a manera de frases de campaña difunde la miopía social, la insensibilidad cívica y la falta de oficio político.

 

  Qué votos puede conquistar doña María Antonieta distribuyendo panfletos como el que recibí en el cruce de 16 de Septiembre y Américas cuyo texto dice “Más de 104 millones de pesos gastados en una “X” y más de medio millón de dólares en la inauguración. Hasta cuando seguirá el gobierno priísta malgastando el dinero de los juarenses”. Por supuesto, se cuidaron de mencionar a la majestuosa Plaza de la Mexicanidad, que coloca a Juárez en envidiable lugar nacional.

 

 

HOYANCOS, BACHES Y

PAGO  DE  LOS DAÑOS

 

   Recientemente tuve que cruzar el paso a desnivel de la recaudación de rentas de Ciudad Juárez y, ¡saz!, la alcantarilla del drenaje profundo abierta. El trancazo no fue para menos de nueve mil quinientos pesos la reparación del Nissan Sentra.

 

   Recordé entonces que en septiembre de 2004 los sesenta y siete municipios del Estado de Chihuahua dieron su anuencia para la promulgación de reformas a la Constitución del Estado, por virtud de las cuales quedarán comprometidos a pagar todos los daños que causen los baches, hoyos, zanjas y demás en las calles de sus respectivos municipios.

 

   Los propios alcaldes se pusieron la soga económica al enjuto cuello de los fiscos municipales. Algunos municipios no tienen ni para pagar los sueldos de sus policías y otros no recogen la basura por falta de gasolina. Ahora menos lo podrán hacer si, como lo mandará la nueva disposición legal, nos pagan a todos los automovilistas las muelles, amortiguadores, horquillas y demás daños que sufran sus automóviles y trocas chuecos o derechos.

 

   Es por cierto de plena justicia tal disposición, pues ya resulta insoportable el descuido, desaliño o indolencia de muchos alcaldes que, como el del municipio de Juárez, se han olvidado de mantener las calles y vialidades en condiciones más o menos aceptables. Habrá alcaldes que tengan que pagar las herraduras de mulas y caballos que las pierdan por las polvorientas, hoyancudas y pedregosas calles pueblerinas. Ni modo, ya les llegará el progreso.

 

   Por lo demás, es de hacer notar que las reformas a la Constitución Política del Estado para dar vigencia a la citada disposición, mereció la aprobación por mayoría tanto de los señores diputados como de los presidentes municipales que avalaron tales reformas. Habrá que ver si se hacen cumplir tales disposiciones, particularmente en ciudades como Juárez, donde hay más de medio millón de carcachas, charchinas y demás yonques. ¿Se cumplirán?

 

POPULISMO Y   

P0PULARIDAD

 

   En medio del fragor de la candente lucha por la presidencia para remudar el ayuntamiento de Juárez, se maneja con singular persistencia y mala fe el significado de los términos «populismo», “populachero” y popularidad,  como una especie de males de la democracia que deben ser combatidos a como dé lugar.

 

   Según la ideología política de la derecha en el poder federal, toda idea o persona que concentre la simpatía de las mayorías en una comunidad dada y en consecuencia adquiera una indiscutible popularidad, merece el anatema del «populismo». Entre el populismo y la popularidad existe una diferencia abismal.

 

   El populismo se forja a base de mentiras, soflamas y promesas de campaña que jamás se cumplen como aquellas de «arreglar el problema de Chiapas en quince minutos» o la de «elevar a 7% el producto interno bruto del país» de la noche a la mañana. La popularidad de un político o un funcionario del nivel que sea, se forja cumpliendo al pie de la letra todos y cada uno de los compromisos adquiridos y las promesas de campaña formuladas.

 

   El populismo es demagogia, mentiras, farsas, deslealtades y traiciones a la comunidad y a la patria. La popularidad se gana para una idea, una tesis política, un propósito superior o para una personalidad, con claridad en el pensamiento, pasión por servir a las mayorías, trabajo cotidiano incansable y sobre todo, con valor civil para enfrentar todas las asechanzas, agresiones y piedras en el camino. Es la diferencia entre populismo y popular. LOM.

 

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Opinión

Francisco: el futbolista que soñaba con ayudar a los pobres. Por Caleb Ordoñez Talavera

En un mundo donde los líderes suelen subir al poder sobre pedestales dorados, Jorge Mario Bergoglio eligió las sandalias del pescador. Aquel argentino que un día fue arquero de fútbol, amante del tango y de los libros de Dostoyevski, se convirtió en Papa y jamás olvidó de dónde venía. Francisco no fue un pontífice cualquiera; fue un Papa de carne y hueso. De esos que uno siente que podría toparse en la fila de las tortillas, con una sonrisa serena y una mirada que, sin mucho ruido, te abraza el alma.

Francisco ha sido, sin lugar a dudas, el Papa más disruptivo en siglos. No porque haya roto dogmas —la estructura doctrinal sigue firme—, sino porque le dio un rostro distinto a la Iglesia Católica. Dejó de lado la solemnidad acartonada y abrazó la humildad. Cambió el papamóvil blindado por un Fiat, rechazó vivir en los lujosos aposentos vaticanos y optó por una residencia sencilla. El “Vicario de Cristo” en la tierra eligió la austeridad, no por estrategia, sino por convicción.

Pero su verdadera revolución fue moral y emocional. Francisco no gritaba desde el púlpito: escuchaba desde las banquetas. Su papado se volcó en los márgenes, allí donde duele el hambre, la exclusión y el olvido. Su voz fue trinchera para los migrantes, los pobres, los ancianos, los refugiados.

Muchos lo criticaron por “idealista”, como si eso fuera pecado. Pero Francisco no era ingenuo, era valiente. Sabía que sus llamados a la justicia social incomodaban a muchos en las cúpulas de poder, tanto eclesiásticas como políticas. Sin embargo, nunca dio marcha atrás. “Quiero una Iglesia pobre para los pobres”, dijo al iniciar su pontificado. Y no era una frase para los titulares: era su hoja de ruta.

En tiempos donde la migración se convirtió en moneda electoral, el Papa Francisco insistía en recordar lo esencial: los migrantes no son cifras, son personas. Los visitó en las fronteras de Europa, lloró con ellos, oró con ellos, los abrazó. Nunca usó una cruz de oro; la suya era de hierro, sencilla, como el corazón que la portaba.

No fue un teólogo de escritorio. Fue un pastor que olía a oveja. Supo enfrentarse al clericalismo con una sonrisa y un gesto firme. Habló de ecología cuando el mundo prefería mirar al petróleo, habló de inclusión cuando otros aún discutían si las puertas de la Iglesia debían estar abiertas. Fue reformador no porque cambiara leyes, sino porque cambió la conversación.

Y entre todas sus aficiones —el cine italiano, la literatura rusa, la cocina porteña— hay una que siempre lo delató como el más humano de los líderes: el fútbol. Fan acérrimo del equipo San Lorenzo, seguía los resultados con la emoción de un niño. Para Francisco, el fútbol era una metáfora del Evangelio: todos juntos, diferentes, pero con un solo objetivo. “Lo importante no es meter goles, sino jugar en equipo”, decía.

El balón lo extrañará. La pelota, esa esfera rebelde que tantas veces desafía la gravedad, ha perdido a uno de sus poetas silenciosos. No se sabe si en el Vaticano habrá canchas, pero estoy seguro de que Francisco supo lo que es gritar un gol desde el alma.

Su legado es más que palabras. Está en los corazones de quienes alguna vez se sintieron excluidos. Está en cada migrante al que se le extendió la mano, en cada comunidad indígena que se sintió escuchada, en cada creyente que volvió a mirar a la Iglesia con esperanza y no con miedo.

El Papa Francisco nos recordó que la fe sin amor es un cascarón vacío. Que la Iglesia, si no camina con el pueblo, se convierte en museo. Que el Evangelio no es para adornar discursos, sino para incomodar a los cómodos y consolar a los que duelen.

Francisco será recordado como el Papa de los gestos pequeños, de las palabras enormes, del corazón abierto. No hizo milagros, pero hizo lo más difícil: cambiar el alma de una institución milenaria con solo mirar a los ojos de los pobres y decirles: “ustedes son el centro”. Y en tiempos donde el cinismo dentro de la política y en todos los medios cotiza alto, eso es ya un milagro.

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