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La democracia perdida (o el apogeo de la partidocracia) por Leona Martre

Definida etimológicamente como el gobierno del pueblo, y teóricamente mediante una extensa variedad de conceptos con matices y elementos distintivos, la democracia se había representado en el ánimo popular como el gobierno derivado de la elección comunal del individuo más apto para gobernar al grupo social, hecha por la mayoría de los ciudadanos. Pocas cosas suenan ahora tan absurdas.

No me refiero solamente a que imaginemos el —ahora imposible— escenario de que sea la totalidad de la ciudadanía la que pretenda participar directamente en el gobierno, —como sucedía en los años gloriosos de la Grecia antigua—; ni si quiera hago alusión a que sea -al menos- la mayoría de los ciudadanos quienes acudan a votar. No. Me refiero al absurdo de esperar que, entre las opciones puestas «a consideración» de los electores, se encuentre alguno que pueda cumplir con la característica de ser «el mejor» de los candidatos en condiciones de gobernar al grupo social. La democracia ha pasado del voto para el ciudadano más apto, a la unción del «menos peor» como gobernante.

Recordemos que las teorías de la representación, pilares de la democracia, tratan en su mayoría sobre la cualidad de superioridad del elegido para ocupar el cargo en disputa. Esto es, los gobernados deciden delegar sus facultades frente a un individuo considerado como el más apto para representarlos, quien se compromete, mediante esa designación, a velar por los intereses generales.

Sin embargo, la complejidad que implica el régimen de representación, la densidad demográfica, y el surgimiento de los partidos políticos, propició que se estableciera el sistema de partidos como la mejor forma de garantizar el acceso de los ciudadanos a los cargos de elección popular. En este momento empezó la debacle.

Aunque el surgimiento de los partidos políticos facilitó que los ciudadanos vieran representados sus intereses en facciones inicialmente legislativas, la perversión a la que toda creación humana se arriesga, significó con el tiempo, que los partidos políticos obviaran los intereses de los representados, para pensar exclusivamente en los propios. La elección dejó de realizarse a favor del candidato más apto para limitarse a elegir entre aquellos ofertados por los partidos políticos; individuos que, a su vez, no consideraban que debiesen su designación a los electores, sino al partido que lo había postulado.

La calidad de lo ofertado fue en detrimento constante, a grado tal de que, en las elecciones presidenciales de 1976, los ciudadanos habían sido merecedores de la increíble oportunidad de votar por un único candidato, -de Estado, además- a pesar de la presencia del candidato independiente Valentín Campa, tema que abordaré más adelante; es decir, la contienda electoral no dependía en lo absoluto de la voluntad popular. El propio candidato –José López Portillo- ironizaba al respecto: “bastaría con el voto de mi madre para que yo fuera presidente de la república”, dicen que decía. La voluntad general, la decisión mayoritaria, la contienda electoral, la efectiva identificación entre gobernados y gobernantes que derivaría en la legitimación de la relación de representatividad era completa y absolutamente inexistente e innecesaria.

La evolución propia de los partidos y sistemas políticos condujo al inevitable empoderamiento de los primeros y la trágica perversión de los segundos, que se convirtieron en sistemas secuestrados por el poder absoluto e incontrolado de quienes no tienen pesos ni contrapesos, sobre todo en países con una carga idiosincrásica como la mexicana, que lleva al aprovechamiento personal de lo efímero ($) por sobre cualquier otro tipo de interés, principalmente el colectivo.

El partido dominante tenía el privilegio de disponer a su antojo de los Poderes del Estado, empezando por el Ejecutivo y terminando por… los otros dos, pues ciertamente no había alguno que pudiera salvarse de su poderío avasallador. Teniendo el poder político absoluto –federal y estatal (provincial)-, la elaboración de leyes ad hoc era “cosa de nada”. La primer medida que garantizaría el dominio partidista: la pantomima de las elecciones populares, orquestada mediante artilugios que daban la ilusión de elecciones libres, calificadas por uno de los poderes del Estado, el Legislativo, lo que significaba una parcialización evidente e insultante; en segundo lugar: la inhibición de la ética e intención ciudadana mediante la desaparición de lo que sería su contrapeso natural, las candidaturas independientes.

Tras décadas bajo tal esquema, un halo sospechosamente democrático iluminó las actuaciones del partido oficial. La inclusión de los entonces denominados diputados de partido asemejó, en efecto, un aire de frescura y consolidación democrática para nuestra oligarquía de facto y significó justamente eso: una mera semejanza.

El desarrollo político y legal de los diputados de partido y la inclusión en el órgano legislativo nacional de aquellos institutos políticos que sin la implementación de tal figura no hubieran aspirado a su conformación, no significó el debilitamiento del partido dominante ni el fortalecimiento de la democracia, sino la perversión del sistema político nacional.

Los partidos se percataron entonces de que la oposición oficial, la autolimitación y el servicio público eran un negocio muerto: el peso político adquirible mediante alianzas y coaliciones, así como la configuración de mayorías legislativas era la inversión del mañana. Esto se materializó en el secuestro de las instituciones, de la ley, y peor aun: de la democracia.

Mediante tal abducción legal, los partidos garantizaron para sí que el sistema dominara la vida política de forma absoluta; primero a través de la reiteración de la limitación tajante sobre las candidaturas independientes, después mediante la creación de organismos electorales conformados por representantes de ellos mismos, y por último vía la implementación de figuras políticas que permitieran la conformación de alianzas y coaliciones a placer, con la mera intención de obtener votos y por tanto recursos económicos, y no, como debiera, de significar una opción efectiva de gobierno en pro de los representados.

El poder, por supuesto, no implica su simple detentación, sino la adquisición de recursos económicos -que representan, evidentemente, poder-, y del apoderamiento casi absoluto de los gobiernos estatales, que se antojan como reparticiones territoriales a manos de caciques pre-revolucionarios. Provincias, decía párrafos atrás.

Las leyes e instituciones que reflejan el poderío partidista están a cargo de los partidos mismos; en nuestro sistema de representación no hay posibilidad fáctica de aplicar un plebiscito, referéndum o revocación de mandato, si quiera. Estamos a disposición de quienes dicen representarnos, los que, decía, no nos ofrecen realmente a los candidatos ideales para satisfacer las necesidades ciudadanas, sino que postulan a aquellos cuya lealtad se encuentra plenamente identificada con su partido político, limitándonos exclusivamente a la posibilidad de votar “por el menos peor”. Y no estoy hablando de escenarios ficticios: no habrá mente en su cabal juicio que considere que un hombre convertido en un producto mercadológico por la televisora nacional más importante, que difícilmente puede sostener un discurso público sin asistencia técnica y cuya capacidad intelectual ha sido cuestionada al interior y al exterior de nuestro país, pueda constituir “el mejor” de los ciudadanos para ser el titular del Ejecutivo. Verdades evidentes e incómodas, pero verdades al fin de cuentas.

El pacto por México representa otro fenómeno de esta inexistente democracia. Los intereses políticos se reflejan en las negociaciones viscerales que ofrecen entre ellos: unas por otras, es la máxima a aplicar. Como ejemplo: el Instituto Nacional de Elecciones que pretende eliminar a los institutos y tribunales electorales de los estados, para atraer, en un órgano federal equiparable al Instituto Federal Electoral la facultad de organizar las elecciones propias de los estados -quienes, por cierto, en algún momento perdieron su autonomía constitucional sin darse cuenta-. Independientemente del discurso político que tiene como pretexto el de la injerencia de los gobernadores sobre dichos organismos locales, la realidad se antoja materializable en un debilitamiento de la fuerza partidista dentro de las propias entidades: habiendo agotádose la supremacía de dichos entes, gracias al funcionamiento efectivo de las facultades de los institutos y tribunales locales, la reacción natural es la misma: unirse para destruir al enemigo, o en este caso, al órgano autónomo que amenaza al poder de los partidos políticos. Una serpiente que se muerde la cola.

Es evidente entonces en qué ha derivado la perversión de la democracia. No es, como sugería Aristóteles la demagogia, sino lo que se ha instituido en México como la forma real de gobierno: LA PARTIDOCRACIA. Mientras los partidos políticos (mexicanos) no cumplan con el verdadero designio al que debieran aspirar, el poder ciudadano, el democrático, se encontrará definitivamente anulado. Incluso la adición constitucional de la posibilidad de postularse como candidato independiente que fue propuesta y aprobada en tiempos de Felipe Calderón ha significado otra pantomima más: la configuración en ley secundaria y en ordenamientos locales se ha convertido en una limitante más a vencer.

Quiero pensar que llegará el momento en que la idiosincrasia mexicana alcance la posibilidad del cambio y de la reinstitucionalización de los órganos que dan vida a la democracia, aquellos que permitan su reivindicación. La democracia no es un proyecto perdido, pero sí desviado de su propósito.

@Leona_Martre

leona martre sas

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El gran baile. Por Raúl Saucedo

La democracia en juego

El 2024 será un súper año electoral en el mundo. Por primera vez, cerca de 100 países celebrarán elecciones de todo tipo. 50 de ellas serán presidenciales, según los últimos datos del Banco Mundial, estos territorios concentran la mitad de la población global, aproximadamente 4.000 millones de personas. Seis países de América Latina elegirán presidente y, además, habrá comicios presidenciales en los Estados Unidos.

Paradójicamente, los resultados de esas elecciones podrían ser una demostración de la salud de la democracia en todas sus latitudes, El contexto global actual está marcado por la desconfianza en las instituciones y la desinformación que influye en el discurso público, sumado a la llegada de nuevas tecnologías como la IA regenerativa, que empeora los riesgos existentes y reduce las barreras para contribuir al ecosistema de la información. También hay crecientes tensiones internacionales, incluida los conflictos belicosrecientes y una mayor disposición de los políticos a enfrentar a sus ciudadanos contra otras naciones para obtener beneficios políticos.

Estas elecciones mundiales de este año mostrarán si la gente continúa dando la espalda a las normas democráticas y buscando alternativas, o si van a corregir el rumbo al ver los peligros del camino por el que vamos. Hay muchos riesgos; el más crítico es que estamos experimentando una tendencia global de fuerte declive de la democracia como estructura de gobierno ideal en la cabeza de la gente, sumada a la aceptación de líderes que están imponiendo sus propias agendas en lugar de servir a los intereses colectivos.

En el marco de este gran baile democrático es importante resaltar algunas elecciones que será de suma importancia por si impacto, político, económico y social, tales como:

USA

La revancha de Trump en Estados Unidos hacia el mes de noviembre. Donald Trump, favorito en la contienda republicana, buscará representar a su partido, mientras enfrenta múltiples batallas legales, incluidas dos acusaciones federales. Del lado demócrata, Joe Bien es el actual presidente y ya anunció que buscará su reelección, se convierte así en el candidato en ejercicio.

MÉXICO

México elegirá en junio de 2024 a su primera presidenta, después de que Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez se ubicasen como las favoritas de la contienda electoral. Aunque no son las primeras mujeres que aspiran a la presidencia de México (otras seis ya lo hicieron) sí son las primeras que logran consensuar el apoyo de los principales partidos políticos en el país.

Claudia Sheinbaum competirá por el oficialista Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y sus partidos aliados, del Trabajo (PT) y Verde Ecologista de México (PVEM). Del lado de la oposición, Xóchitl Gálvez será la candidata del Frente Amplio por México, una coalición que agrupa a los partidos Acción Nacional (PAN), Revolucionario Institucional (PRI) y de la Revolución Democrática (PRD).

Se trata de una elección con final abierto en la que el tráfico de drogas, el crimen organizado y la migración hacia EE.UU. dominarán la agenda política.

EL SALVADOR

Nayib Bukele irá por su reelección, pese a los cuestionamientos de la oposición, que asegura que al menos cinco artículos de la Constitución prohíben al candidato ir por un segundo mandato.

La Corte Suprema, de mayoría oficialista, estipuló que para evitar que un presidente que opte a la reelección no prevalezca en el cargo debe dejarlo seis meses antes de que inicie el nuevo periodo. Debido a eso, Bukele pidió una licencia desde el 30 de noviembre para dedicarse a la campaña electoral.

Tras cuatro años en el cargo, Bukele va por su reelección con altos niveles de popularidad, construida principalmente en torno a sus políticas en materia de seguridad, según algunas encuestas como la de Cid Gallup. Sin embargo, defensores de los derechos humanos en el país y en el extranjero cuestionan sus métodos porque consideran que los mismos violan los derechos humanos.

VENEZUELA

Venezuela también votará en 2024, Del lado del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), recientemente fue el mismo Nicolás Maduro —en el poder hace 10 años, desde la muerte de Hugo Chávez— quién puso su candidatura en cuestión, al decir en una entrevista que era «prematura» una definición de ese tipo.

La Comisión Nacional de Primaria de Venezuela (CNP) proclamó a María Corina Machado como la ganadora de las primarias opositoras hacia las elecciones.

Sin embargo, Machado está inhabilitada por una medida impuesta por la Contraloría General de Venezuela por supuestamente no incluir en su declaración jurada de patrimonio el pago de bonos de alimentación. La dirigente opositora insiste en que la inhabilitación es ilegal.

PARLAMENTO EUROPEO

Después de cinco años, el Parlamento Europeo irá a las urnas entre el 6 y el 9 de junio de 2024, para una nueva reconfiguración que podría cambiar el destino del bloque. Los nueve países que votarán por sus eurodiputados este año deberán esperar, según los expertos, que continúen las tendencias a la fragmentación política y las dificultades para construir mayorías.

También el desencanto con los partidos tradicionales y con la política en términos generales generará, como lo viene haciendo hasta ahora, el surgimiento o reforzamiento de partidos marginales, muchos de ellos de línea dura, como es el caso de Vox en España. También es posible que, paradójicamente, avancen las posiciones euroescépticas en el próximo Parlamento del bloque europeo.

Puntualmente, estas elecciones serán una oportunidad para el ascenso de partidos populistas, que están en contra de la inmigración y los de extrema derecha en Francia, Alemania y Bélgica, entre otros países.

RUSIA Y UCRANIA

El conflicto de Rusia en Ucrania cumplió dos años este 24 de febrero, y las elecciones en ambos países funcionarán como un termómetro de ambos lados que podría definir el rumbo del conflicto de aquí en adelante.

En el caso de Rusia, Putin no posee rivales serios, debido a que su oponente más destacado, Pero la votación de esta primavera será un importante ritual público para el líder del Kremlin, que se asegurará el poder hasta el final de la década.

Aunque 2024 era el año previsto para las elecciones presidenciales en Ucrania, todavía hay dudas sobre la pertinencia de su celebración en medio de un conflicto que está a punto de ingresar en su tercer año.

En cualquier caso, el presidente Volodymyr Zelensky se enfrentará a una escasez de municiones y equipos, mientras intenta navegar sobre las dificultades de un mundo que ha sumado un nuevo conflicto —el de Israel y Hamas, en Medio Oriente— y sobre las divisiones en los países de sus aliados occidentales, fundamentalmente en EE.UU. y Europa.

INDIA

La India celebrará las elecciones más importantes del mundo —en términos demográficos— durante abril y mayo.

Se espera que el actual primer ministro, Narendra Modi, junto con su partido nacionalista hindú Bharatiya Janata (BJP), consigan un tercer mandato con una política popular pero religiosamente divisiva. A pesar de los problemas relacionados con la inflación y el poder adquisitivo, Modi goza de un amplio apoyo entre la mayoría hindú de la India basado en el patriotismo y una política exterior segura. Los críticos responden que el espíritu fundacional de la India, alguna vez secular y democrático, está pasando a un segundo plano y que las minorías se sienten inseguras.

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Como puede ver apreciable lector, esta columna es la mas extensa en mis letras, como así de extensa es la democracia a nivel mundial, como se aprecia hay mucho en juego en este gran baile, pero soy un fiel devoto de que la democracia real se hace en los barrios y colonias de todo el mundo, en la toma de decisiones simples donde el ciudadano se empodera realmente, donde hace efectiva su necesidad y donde los factores externos dejan el protagonismo para darle lugar a la necesidad primaria, a finales del año realizaremos una retrospectiva sobre los resultados de estos comicios y las miras al 2030.

@Raul_saucedo

rsaucedo@uach.mx

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