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La guerra ugandés de Kony bajo la lupa

Pasada la excitación mundial en la Red y los millonarios retitueos y youtubeos del celebérrimo documental de la organización estadounidense Invisible Children sobre Joseph Kony, un sanguinario señor de la guerra ugandés, llegan las preguntas, las dudas. ¿Quiénes son los autores de la campaña? ¿Qué pretenden?

De nada parecían haber servido hasta ahora los reportajes de decenas de periodistas publicados y emitidos en periódicos y televisiones en los últimos 20 años. Tampoco que la Corte Penal Internacional de La Haya lanzara en julio de 2005 una orden de detención contra Kony y sus principales generales. Ni que Barack Obama ordenara hace unos meses el envío de 100 soldados de élite para ayudar en su captura en el este de Congo, donde al parecer se esconde.

Algunos exigen ahora a Invisible Children una explicación, que revelen sus fuentes de financiación, sus objetivos y filiación religiosa. Jason Russell, uno de sus fundadores y autores del vídeo, asegura que el vídeo Kony 2012 es parte de una campaña mundial y que no buscan enriquecerse. Después de ella vendrá otra y otra, según informa la cadena de la televisión ABC.

También se duda de la efectividad de estas campañas hollywoodienses. Uno de los mejores tuits críticos dice: “Un tuit no captura a Kony”.

En Uganda, el Gobierno se ha sumado a las críticas por afirmar que Kony sigue en el norte  —uno de los errores del vídeo—, cuando hace años que se mudó primero al sur de Sudán, apoyado paradójicamente por el norte musulmán, y después a Congo, donde ha cometido numerosas matanzas en la provincia de Ituri, rica en oro. También realiza incursiones en la República Centroafricana.

Uganda y Kony han sido peones de una batalla mayor. El régimen de Kampala es, junto al de Ruanda, uno de los principales aliados africanos de Estados Unidos. Por su territorio han pasado armas destinadas a la guerrilla del sur de Sudán, ahora en el Gobierno del nuevo Estado. Jartum utilizaba a Kony contra Museveni, como elemento de desgaste.

El norte de Uganda no ha sido solo una zona de guerra, con cientos de miles de desplazados, asesinatos y amputaciones. Allí no hay buenos y malos —el documental es un tanto buenista— sino víctimas y verdugos. El norte de Uganda es una zona de saqueo donde el Ejército de Ioweri Museveni ha hecho grandes negocios y ha empleado, igual que Kony, a miles de niños soldado.

El documental demuestra que hay otras formas de llamar la atención, de lograr impacto, sobre hechos noticiosos y otras vías para distribuir el trabajo fuera del circuito de los grandes medios de comunicación. También demuestra que los grandes medios siguen siendo necesarios para completar la falta de contexto.

Después de dos décadas escondido en el sur de Sudán y en las selvas de la República Democrática de Congo, de sobrevivir gracias al anonimato (apenas existen fotos de él), Joseph Kony, ha sido bruscamente arrancado de la invisibilidad para convertirse en una estrella de la Red, un trending topic, gracias a los tuits de celebridades con millones de seguidores como, entre otros, el cantante Justin Bieber, la presentadora Oprah Winfrey y la famosa televisiva de EE UU Kim Kardashian. Su nueva visibilidad podría ser el principio de su final.

Kony es el jefe Ejército de Liberación del Señor (LRA, en inglés), una guerrilla ugandesa en teoría cristiana que se comporta como una secta y se nutre del secuestro de niños en el norte de Uganda (más de 50.000 durante 20 años, según UNICEF).

Aquellos que han conversado con él, en distintos procesos de paz fallidos, le describen como un tipo violento, peligroso, imprevisible e inestable que habla con los espíritus y entra en trance. Es un líder que genera pavor, que domina las mentes de sus guerrilleros.

Ha sido un vídeo de 30 minutos, elaborado por tres jóvenes, Bobby Bailey, Laren Poole y Jason Russell, los fundadores de Invisible Children, el que ha generado una corriente mundial para exigir su captura. En pocos días, el documental ha tenido decenas de millones de visitas en YouTube. El hashtag  #StopKony fue utilizado con más de 10 millones tuits desde las primeras horas de difusión.

No es el primer vídeo de Invisible Children, que los distribuye a través de las redes sociales. Su público son jóvenes y estudiantes, quizá esto explique el tono del documental, un tanto naif. En esta ocasión, el impacto ha sido mayúsculo y mundial gracias a la implicación de las celebridades —¿sabían realmente donde está Uganda y cuáles son sus problemas?— y del potencial de herramientas como Twitter.

Russel explica la querencia de Invisible Children por las redes sociales: “Hay más personas en Facebook que habitantes en todo el mundo hace dos siglos”.

El LRA tuvo que dejar el sur de Sudán antes de su independencia en 2011; encontró en las selvas de Congo el cobijo perfecto. En ellas campan numerosas guerrillas, entre ellas los interhamawes, responsables del genocidio ruandés. Con el tiempo el grupo de Kony, que hoy no debe superar los 300, ha dejado de ser una guerrilla con un bagaje político para transformarse en una simple banda de violadores y asesinos.

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Increible

Desaparece en Disneyland y aparece días después en un bote de basura en Mexicali: el misterioso caso de Annie Encino

Una adolescente estadounidense de 16 años fue localizada con vida dentro de un contenedor de basura en Mexicali, Baja California, días después de haber desaparecido en el parque Disney California Adventure, en Anaheim. El caso ha despertado preocupación e interrogantes en ambos lados de la frontera, especialmente por el silencio mediático en México y las lagunas que aún rodean su cruce hacia territorio nacional.

Annie Kathleen Encino desapareció el pasado 20 de abril tras una discusión con su familia dentro del parque temático. Fue vista por última vez alejándose sola, lo que activó una Alerta Amber en Estados Unidos. Sin embargo, esa alerta nunca cruzó a territorio mexicano, dejando a la opinión pública del país sin conocimiento de su desaparición… hasta que la historia dio un giro tan insólito como alarmante.

Días después, una llamada anónima al 911 alertó a la policía municipal de Mexicali sobre la presencia de una menor dentro de un bote de basura. Al llegar al sitio, los oficiales encontraron a la joven en condiciones que no han sido detalladas, pero confirmaron su identidad. El consulado de Estados Unidos fue notificado de inmediato y su madre viajó a la ciudad fronteriza para identificarla y llevarla de regreso.

Hasta ahora, las autoridades mexicanas no han informado cómo fue que Annie cruzó la frontera sin documentos, sin acompañantes y sin ser detectada. Tampoco han revelado si fue víctima de trata, secuestro, abuso o si viajó voluntariamente con ayuda de terceros. La Fiscalía de Baja California mantiene abierta una investigación para esclarecer los hechos.

Lo que sí queda claro es que algo falló en los mecanismos de cooperación fronteriza. Ni la alerta internacional funcionó, ni hubo un protocolo binacional que permitiera actuar a tiempo. La aparición de una menor estadounidense en un contenedor de basura, en una ciudad donde los casos de desapariciones no son novedad, pone una vez más bajo la lupa la crisis de seguridad y el flujo irregular entre ambos países.

Mientras se esperan más detalles oficiales, el caso de Annie Encino evidencia que incluso en un entorno supuestamente seguro como Disneyland, la vulnerabilidad de los menores puede terminar en una historia digna de una serie policiaca.

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